Escribo esto desde una cama de hospital en la que llevo ya 6 días.
Desde dos semanas antes del ingreso he estado pidiendo consulta con el cardiólogo debido a una serie de "malestares" cardiacos que han ido agudizándose, poniendo en riesgo mi vida y agrandando mi discapacidad.
Ingresé a este hospital con la esperanza de que se me hicieran los estudios necesarios y el cardiólogo por fin me revisara.
El cardiólogo no se presentó hasta el tercer día después de mi ingreso y estuvo solo 30 minutos en la habitación. En esos treinta minutos me pidió estar "tranquila", desestimó todos mis síntomas y me vio con esa cara horrenda y ya tan conocida de 'hago como que te escucho, para que te calmes'. Concluyó que no tengo nada más que unas 'extrasístoles normales' (todo sin haberme revisado, escuchado el corazón o siquiera mandado estudios). Esto sucedió a pesar de que mi monitor cardiaco marcó varias veces disfunciones como: taquicardia ventricular, fibrilación ventricular y bloqueos.
Quien ha pasado por aquí (el infierno del diagnóstico) ya imagina algunas de las respuestas que recibí ante signos y síntomas: 'el aparato está mal, te moviste y marcó algo que no era' y... la frase médica favorita, siempre invitada a nuestras conversaciones: 'ha de ser que estás muy ansiosa'.
Al día de hoy, tengo varios diagnósticos cardiacos y tratamiento para ellos, sin embargo, me siguen llegando con la misma retahíla de la ansiedad y el nerviosismo. En fin, nada nuevo bajo el sol. Si de patriarcado está hecho el mundo capitalista y eugenésico tal cual lo conocemos, la medicina mecanicista es sin duda alguna su casa favorita.
La misma historia de la medicina lo comprueba, la salud es en realidad una medida de perfección basada en hombres blancos, europeos, heterosexuales.
Nuestras manifestaciones clínicas son absolutamente distintas, así como nuestras enfermedades y tratamientos; eso hace parte de la desestimación, pero también contribuye que en el fondo de la enseñanza de la medicina está el subtexto: mujer = ansiedad. El diagnóstico está dado de antemano al ser consideradas inferiores emocional y psicológicamente, el diagnóstico es: es mujer.
Vuelvo a decirlo (esto importa), escribo este artículo desde mi cama de hospital, aun sin diagnóstico cardiaco y mientras se agrava mi corazón y debo pelear por la atención adecuada.
Hace unos minutos el cardio que vino a verme inició la conversación diciendo "lo que le voy a recetar son unas vacaciones en Cancún", a mí me dieron ganas de recetarle unos madrazos, pero no puedo, debido a la afección cardiaca que me impide, por cierto, prácticamente toda movilidad. Así que Cancún es un insulto doble.
Estoy aquí contando esto, poniendo esta parte de mi historia sobre la mesa porque estoy convencida de que el aprendizaje experiencial (irnos convirtiendo en enfermas expertas por experiencia) debe ser una lámpara que no sólo alumbre a quien la sostiene.
Así que extiendo mi lampara para contar que los síntomas reconocidos de infarto o problemas cardíacos están basados en hombres blancos; los síntomas en mujeres son muy distintos y no son reconocidos, aquí un listado que puede ayudarte a reconocer si puede haber algún problema con tu corazón:
A las mujeres puede no dolernos el pecho con los problemas cardíacos, de hecho, tiende más a dolernos la espalda. Aguantamos más el dolor, así que en general reportamos menos dolores agudos, pero previo a un evento cardiaco podemos tener dolor de espalda, dolor de cuello, dolor en el paladar, fatiga, palpitaciones, molestias en la mandíbula, los hombros o el abdomen, náuseas, sudoración, mareo, indigestión y dolor de estómago.
No es raro que lo desconozcamos porque, como ya dijimos, la medicina mecanicista no suele considerarnos.
Una mujer espera cuatro veces más que un hombre para la colocación de un analgésico, tres veces más en la sala de espera de un hospital y tarda muchísimo más en ser diagnosticada.
Yo no debería estar en esta cama de hospital escribiendo esto mientras sufro múltiples riesgos por mis enfermedades cardiacas, pero lo estoy porque el recorrido ha sido sumamente largo y marcado por lo mismo que ha determinado el peregrinar de otras mujeres en búsqueda de diagnóstico y tratamiento: el convencimiento de que nosotras somos el síntoma, y ese es la ansiedad.
Así que he atrasado mi artículo sobre cuidados para escribir este. Y he luchado para escribir, aunque me siento sumamente mal porque quiero seguir hablando y que la lámpara no me alumbre solo a mí. Extiendo esta luz por nosotras.
Entonces, escribo esto para decirte que si eres mujer y tienes un síntoma no te dejes gaslightear, defiende con todo tu ser el derecho a ser revisada, escuchada, creída. Eres experta en ti misma, exige que eso sea central.
Tienes derecho de ser partícipe activa de tu diagnóstico y tratamiento. No temas usar y ocupar ese lugar. Acude a otras para que te sostengan en ese proceso que no es fácil y puede ser traumático.
Tienes derecho a pelear, tienes derecho a tener miedo, a llorar, a no saber cómo funcionan muchas cosas y aun así, ser creída y validada. El llanto o el miedo no invalidan ni tus síntomas ni tus saberes.
No es fácil, yo llevo cinco días en el hospital y apenas (al parecer) lo conseguí, pero me ha sostenido una poderosa red de mujeres enfermas.
Así que armemos más redes de mujeres enfermas, esas redes son autodefensa pura. Son defender la vida, son antipatriarcales y antieugenésicas porque ponen nuestra vida al centro.
Ahora, si estás leyendo esto y no eres una mujer enferma, hay cosas que puedes hacer si eres amiga de una mujer enferma: calla y escúchala, apóyala sin necesidad de que te pida ayuda, pregunta siempre qué necesita y entiende que el apoyo es en nuestros términos porque la batalla se libra en nuestros cuerpos. No contribuyas al patriarcado hablando de ansiedad, buenas vibras y otras cosas similares que son la réplica exacta del “¿No estás muy ansiosa?", que tanto sufrimiento e incluso muertes ha causado en mujeres enfermas.
Si eres hombre: lee, y ya. Aplica el punto anterior y cuando te encuentres en un hospital o centro de salud y veas que se te va a dar preferencia sobre una mujer, no la aceptes.
Si eres médico/a: aprende a escuchar, aprende a renunciar a la necesidad de autoridad, relee esto varias veces, acércate a grupos de mujeres enfermas y ESCUCHA.
Querida 'mujer enferma', nosotras no somos el síntoma, son ellos. Nuestros cuerpos enfermos se sostienen por los cuerpos de otras mujeres enfermas, somos red, tejido vivo frente a un sistema que es arcaico, máquina de muerte y asesino. Pero en sus recovecos: salas de espera, filas de ventanillas, pasillos donde caminamos o somos llevadas en nuestras sillas de ruedas, nos encontramos, nos reconocemos, nos contamos nuestras historias y pasamos tips. Nos testimoniamos unas a otras y estamos en cada plática escribiendo nuestra propia historia de la medicina, sistematizando síntomas, diagnósticos, tratamientos.
Hay innumerables colectivas, organizaciones, grupos de mujeres enfermas haciendo dique al sistema médico mecanicista patriarcal. No nos vamos a callar, nos vamos a hacer oír. Porque hablar es defender la vida, y la vida no se pide por favor.
Cierro con esta frases de la amada Audre Lorde, alguien que supo muy bien cómo hacer que su lámpara alumbrara (tanto que aún lo hace):
"Puesto que soy vulnerable en varios aspectos y no puedo dejar de serlo, al menos no voy a aumentar mi vulnerabilidad poniendo en manos de mis enemigos las armas del silencio."