El juego de pelota parece ser el antecedente del futbol contemporáneo desde la cosmovisión mesoamericana, donde este deporte respondía más a una práctica política de la vida cotidiana para resolver conflictos comerciales, de tierras y como una estrategia para arreglar las diferencias entre diferentes pueblos y no llegar a una guerra. De ahí que para los pueblos prehispánicos en México, fue importante tener en sus centros ceremoniales un espacio asignado para los juegos de pelota. Desde aquí podemos observar que las mujeres no participaban en dicha actividad, ya que quienes resolvían los conflictos y tomaban las decisiones en lo político, económico y territorial, eran los hombres y las mujeres solo fungían como meras observadoras.
Los derechos humanos, el feminismo y la perspectiva de género, abanderan la asexualidad deportiva, visibilizando que tanto hombres como mujeres cuentan con talentos y habilidades deportivas, promoviendo así que se dejen de fomentar los deportes estereotipados. Donde los “rudos y competitivos” hombres podrán exponer dichas características en el box, fútbol, remo, carrera de autos, paracaidismo, beisbol, tae kwon do y sumo, entre otros. O bien, en el caso de las mujeres consideradas “tiernas y agradables” podrán demostrarlo corporalmente a través de la danza clásica, la natación artística, la gimnasia y yoga, entre otros.
¿Por qué se ha considerado el deporte como masculino?
En gran parte de la historia, el futbol se ha considerado un deporte masculino, desde el estereotipo social-cultural, en el cual se asigna a los hombres la posibilidad de realizar este deporte “rudo”, dejando fuera a las mujeres ya que se les considera débiles y frágiles. Sin embargo, existen diversos registros que nos muestra algunos intentos por parte de las mujeres para poder acceder en igualdad de circunstancias a una cancha pampolera y disfrutar de manera competitiva, no una cascarita, sino un juego completo, con las mismas reglas y características técnicas que el fútbol varonil.
Una de las primeras mujeres que jugo fútbol, fue la española mediocampista Ana Carmona Ruiz a la cual le llamaban “veleta” por transvertirse de manera veloz de mujer a hombre y viceversa, se hacía pasar por hombre ya que en esa época las mujeres no tenían permitido jugar fútbol. Su desempeño era muy bueno y destacaba mucho más que algunos de sus compañeros, quienes al darse cuenta que era mujer la “protegieron” en el equipo, sin embargo, al ser descubierta por los directivos, tuvo diversas represalias por parte de las autoridades y aficionados, a tal grado que la arrestaron y le raparon el cabello.
Otro registro que se tiene, es el referente al primer partido de fútbol en equipos de mujeres, por ahí de 1892 en Glasgow, Escocia. Dos años después, en Londres la activista por los derechos de las mujeres Nettie Honeyball promueve la creación del club de futbol femenil y en 1895 se lleva a cabo el primer partido de manera oficial, validado por la British Ladies Football Club y con un resultado de 7 a 1 ganando el grupo capitaneado por Honeyball.
La participación de las mujeres en el futbol
Es así que el fútbol femenino cada vez se hace más accesible y popular en diversos países, comenzando a crearse ligas profesionales de manera formal, tan es así que la FIFA en 1980 reconoce formalmente el fútbol femenino, lo cual da la posibilidad de reconocer a los grupos existentes y el ingreso a participar en copas, mundiales y ligas.
Por otro lado, recientemente en agosto de 2020, Holanda autorizó en la Federación Neerlandesa de Fútbol KNVB la integración de una mujer Ellen Fokkema al equipo masculino, ya que en este país se permite la mezcla de hombres y mujeres en diversas actividades deportivas a partir de los 18 años. Habremos de estar pendientes de esta integración y su desarrollo, un poco a la luz de las recientes denuncias por violencia y acoso sexual por parte de entrenadores hacia jugadoras de fútbol femenil en Estados Unidos.
Una vez más, podemos observar que aun cuando se tienen avances en el acceso de las mujeres a espacios considerados masculinos, volvemos a visibilizar lo tatuado que sigue estando en nuestras sociedades tanto en países desarrollados como subdesarrollados los roles y estereotipos de género. Y como éstos siguen reproduciendo condiciones y tratos diferenciados siempre en mayor desventaja para los equipos de fútbol femenil.
Finalmente, se siguen observando una serie de desventajas y barreras para las jugadoras, los equipos y la estructura administrativa del fútbol femenil con respecto al varonil, donde es visible la diferencia salarial entre uno y otra, en la dificultad de acceder a las federaciones, así como la dificultad para ingresar a los diversos espacios para la toma de decisiones. La violencia de género sigue siendo un tema a visibilizar dentro de este entorno deportivo, y una forma de visibilizarlo y atenderlo es justo a partir de la denuncia realizada formalmente por la Liga Nacional Femenina de Fútbol en Estados Unidos, la cual deja entrever que repetitivamente se han violentado sus derechos como jugadoras y mujeres, en algunos casos hasta por diez años, donde han tenido que vivenciar violencia emocional, física, verbal, así como acoso y coerción sexual por parte de tres ex entrenadores Paul Riley, Christy Holly y Rory Dames, quienes actualmente están destituidos de sus cargos en tanto se realiza la investigación. Lo cual esperamos no solo se quede a ese nivel y se sancione legalmente, se revisen los cambios pertinentes de estos espacios con reglamentos y protocolos conforme a derecho y con una verdadera perspectiva de género.