En la cultura pop contemporánea, las estrellas no solo son artistas: son marcas transnacionales. En el neoliberalismo, la figura pública se construye como un producto escalable, capaz de circular en múltiples mercados, adaptarse a públicos diversos y maximizar su valor económico.

En este ecosistema, cada palabra pública se mide, cada gesto se filtra y cada silencio es también una estrategia.

El reciente pronunciamiento de Rosalía sobre el genocidio en Gaza, emitido tras una ola de presión pública, es un ejemplo de cómo el discurso político en la industria musical global está mediado por la lógica del branding. Nos obliga a preguntarnos: ¿es posible esperar un posicionamiento político contundente de una estrella cuyo capital principal es su marca?

Proteger la marca ante todo

El neoliberalismo no solo organiza la economía: moldea la cultura y convierte cada aspecto de la vida en potencial mercancía. En el caso de las estrellas pop, el talento artístico se transforma en un activo financiero: voz, cuerpo, estética y relato personal se gestionan para mantener y ampliar su valor de mercado.

Detrás de cada artista existe una estructura corporativa: sellos discográficos, agencias de management, relacionistas públicos, marcas de moda, patrocinadores, equipos legales, estrategas de comunicación. Incluso cuando una artista quiere pronunciarse políticamente, su mensaje pasa por un entramado de intereses y negociaciones.

En otras palabras, la estrella pop no habla sola: habla la marca. Un pronunciamiento político no es solo una cuestión de conciencia, sino también de riesgo económico: posibles rupturas contractuales, pérdida de alianzas comerciales o censura en mercados estratégicos. Por eso, más que analizar lo que dicen, hay que identificar lo que callan. Esos silencios no son casuales.

Romper la ilusión de horizontalidad y la contradicción

En su comunicado -que publicó además, en sus historias de su cuenta de Instagram que como sabemos, solo tienen la duración de un día para luego desaparecer- , Rosalía afirma que el señalamiento debería dirigirse “hacia arriba” y no “en horizontal”. Pero, ¿quiénes son esos “de arriba”? ¿Por qué optar por un enemigo abstracto cuando se conocen los gobiernos y empresas que sostienen el genocidio y la ocupación del Estado ilegítimo de Israel?

Rosalía sugiere además, una falsa horizontalidad entre ella y su público: una ilusión de cercanía que le favorece en la imagen que proyecta, pero que es una ficción. Ella no está en la misma posición que quienes dependemos de un sueldo o de trabajos diarios.

Todas las personas habitamos contradicciones, sí, pero no es lo mismo hacerlo desde la precariedad que desde la abundancia millonaria. En el caso de Rosalía y otras estrellas, la contradicción se vive desde un lugar de acumulación de capital y poder de influencia. Sus decisiones y silencios tienen un impacto político y económico muy superior al de cualquier persona común.

La apelación a “no señalarnos entre nosotrxs” diluye esa diferencia estructural y refuerza la idea de que estrellas y público compartimos la misma vulnerabilidad, cuando en realidad habitamos posiciones radicalmente desiguales dentro de la jerarquía capitalista.

Mientras activistas, periodistas y artistas independientes con recursos limitados —y expuestos a amenazas reales— siguen hablando de Gaza, una estrella pop con millones en el banco enfrenta un riesgo muy distinto: perder un contrato o un mercado.

No solo eso, muchas figuras de la industria cultural se benefician directamente de la economía colonialista sionista: participan en eventos financiados por empresas vinculadas al Estado ilegítimo de Israel, reciben patrocinios o mantienen colaboraciones con marcas que sostienen la ocupación, el asesinato y la hambruna de la población en Gaza y el apartheid. Por eso, más que pedirles un pronunciamiento, urge mapear quiénes se benefician y con qué complicidades se sostienen.

El problema va más allá del silencio

El genocidio no se sostiene solo con armas: necesita una maquinaria cultural que desvíe la atención del horror. No es casual que ataques masivos de Israel coincidan con eventos mediáticos de gran alcance como la entrega de los Oscar o el Super Bowl: el espectáculo funciona como cortina de humo, canalizando la conversación pública hacia la celebración y el consumismo.

Las estrellas sin una mirada crítica y pública sobre la industria que las sostiene y su rol en este contexto, sobre todo las que tienen el poder para hacerlo, terminan siendo parte de esa maquinaria colonialista. A estas alturas, después de todo lo que hemos visto y toda la información que tenemos, no podemos leer los gestos simbólicos y los pronunciamientos ambiguos sino como estrategias para proteger marcas.

Sobre el taller de comunicación descolonial

Este taller de comunicación descolonial invita a mirar críticamente cómo la lógica neoliberal atraviesa la manera en que comunicamos, desde los medios hasta nuestras redes sociales. Analizaremos casos concretos, como el de Rosalía y Gaza, para comprender cómo se construyen y protegen las marcas personales en el ecosistema global. El objetivo es abrir un espacio creativo para explorar formas de comunicar y expandir nuestras narrativas sin reproducir las lógicas de acumulación, extractivismo y silenciamiento que sostienen el sistema.

El Taller de Comunicación Descolonial. No es un curso técnico, es una ruta de retorno a tu voz

23 y 31 de agosto | 6 y 13 de septiembre

Virtual | 07:30  a 09:30 (CDMX)

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