El derecho a vivir en familia es uno de los veinte derechos que se enuncian en la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (LGDNNA), los diecinueve restantes, tienen que ver con la educación, la participación, la no discriminación, el derecho a la vida, la supervivencia, el desarrollo, entre otros. Los cuales se “pierden” al no contar con una familia. En materia del cuidado alternativo existe un marco normativo internacional y nacional, un poco desdibujado, más enfocado a lo administrativo que al garantizar los derechos, sin perspectiva de género, sin una política pública puntual en torno a los cuidados alternativos para la infancia, y claro está, sin un presupuesto asignado.
En México, la LGDNNA mandata en el 2014 la creación del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), con la finalidad de que sus tres órganos de gobierno garanticen la protección, prevención y restitución integral de los derechos humanos de dicho sector, a través de mesas de trabajo en donde participan el Poder Federal, entes públicos y representantes de organizaciones civiles, para garantizar el cumplimiento de los derechos planteados en la LGDNNA. Sin embargo, en el cuidado alternativo, siguen grandes vacíos y poco apoyo:
“Todos los programas tienen un límite de trabajo y conclusión desde la institucionalidad, sin embargo, cabe destacar que Aldea Infantiles creció al mismo tiempo que su población, no cerrando y expulsándoles, porque me parece estaríamos revictimizándoles, ya que no hay otro espacio con las mismas características que pudiera recibir a dicha población” (Edgar Serralde Monreal, Gerente Nacional de Desarrollo de Programas).
Si bien, los instrumentos son necesarios e importantes para el ejercicio de los derechos de este sector, también lo es la asignación de recursos y hacer operables dichos instrumentos, para que no solo quede inscrito en un papel. Ya que en el día a día, sabemos que la realidad supera a la ficción, perdón a la política pública y al marco jurídico, al respecto Edgar Serralde Monreal, Gerente Nacional de Desarrollo de Programas, también comenta:
“Un modelo como éste, es carísimo, tenemos claro que la corresponsabilidad con el ente rector no es meramente económica, pero tendría que haber corresponsabilidad también jurídica en todos los derechos, en lo educativo, en la participación, y la verdad ha sido muy limitado”.
En igual media, el contexto social que vivimos actualmente no ayuda a disminuir la orfandad de esta población, conflictos armados, crimen organizado, muerte de padres y madres por covid-19, feminicidios, explotación sexual y comercial, situación de movilidad, la muerte de 30 mujeres por meningitis micótica en Durango, entre otros. Ante estas realidades, ¿cómo opera el Estado?, ¿qué alcance tiene?, ¿está preparado para garantizar desde las especificidades a estas niñas, niños, adolescentes, y jóvenes?
Algunas alternativas del Estado son el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) a través de las casas hogar para menores, la Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, los Centros de Asistencia Social (CAS) privados y públicos. De igual forma, las organizaciones civiles e internacionales tienen un papel relevante en el tema de cuidados alternativos, por ejemplo, El Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) apoya en torno a la agenda política y con financiamiento para la capacitación al personal a cargo de los centros de atención, al igual que la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar (RELAF), quien además realiza investigación y apoya a organismos privados, del estado y públicos, para garantizar entornos familiares adecuados y acompañamiento de sus cuidadores, en tanto se realiza su reinserción en la familia de origen o bien, de sus cuidadores principales.
“Los servicios de cuidado alternativo al familiar son muy altos, así que las estrategias de trabajo y de generación de fondos están orientadas en generar proyectos de prevención del abandono familiar, incidencia en política pública y cuidados alternativos a mediano y corto plazo en cooperación con otras instancias de gobierno y de sociedad civil”. (Efraín Guzmán García, Coordinador Nacional de Salvaguarda Infantil y Juvenil).
Cuando hablamos de derechos de este sector, debemos pensarles de manera integral, es decir desde su constitución, su identidad, ¿qué pasa con un niño, niña, adolescente y/o joven que se vive sin un padre o madre?, ¿cómo construye su identidad, su seguridad, su autoestima, su ser social ante una sociedad que lo excluye, lo discrimina y que lo invisibiliza?
De ahí la importancia del trabajo que vienen realizando en México Aldeas Infantiles, el cual, a través de su modelo de atención integral, intenta no solo cubrir las necesidades materiales, sino “reproducir” el ambiente y entorno familiar a fin de resarcir la ausencia de los padres de origen, perdidos por diferentes causas, o bien, mantener el vinculo con la familia de origen y los padres si es lo más saludable para el niño, la niña, adolescente y/o joven.
“En Aldeas Infantiles, el día de hoy atendemos a 222 participantes en cuidados alternativos, 116 mujeres y 106 hombres, en Fortalecimiento Familiar tenemos un total de 724 (400 mujeres, 324 hombres)”, señala Edgar Serralde Monreal, Gerente Nacional de Desarrollo de Programas. Actualmente cuentan con siete sedes en el país, ubicadas en Chiapas, Puebla, Estado de México, Ciudad de México, Michoacán y Baja california.
En su modelo de atención respetan el tiempo que la población requiera en torno a su estancia, tal cual se hace en un entorno familiar, al respecto Efraín Guzmán García, Coordinador Nacional de Salvaguarda Infantil y Juvenil, nos explica que “el proceso de egreso o reintegro familiar de las ligas afectivas, vínculos y relaciones que se establecieron durante su estancia en los programas de cuidado alternativo, deben mantenerse; razón por la cual los chicos que ya no están participando en los servicios, podrán acudir de nueva cuenta al programa si requieren visitar a alguien, solicitar algún apoyo o brindar soporte a otros participantes”.
De igual forma, Edgar Serralde Monreal, Gerente Nacional de Desarrollo de Programas, nos comparte que “Aldeas se convierte en la familia en donde siempre habrá un lazo, siempre estará, y que si lo necesitan pueden regresar a pedir apoyo para volver a alzar su vuelo, y aldeas estará siempre que lo requiera, desde la corresponsabilidad y adultez, no para cargarles y solucionarles, sino acompañándoles para que ejerzan sus derechos como sujetos, promoviendo siempre su autonomía” y dignificando su ser.
Norma G. Escamilla Barrientos
Twitter: @EscamillaBarr
Licenciada en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y maestra en Psicoterapia Psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.