El término generación de cristal o generación copo de nieve ha sido ampliamente usado para referirse a aquellas personas que nacieron después de 2000 y hasta 2010, pero enfocándose centralmente en las personas que actualmente alcanzan la mayoría de edad; teniendo como características (según les adultes que todo lo clasifican) ser más sensibles, frágiles emocionalmente, y estar sobre estimuladas. 

A partir del segundo semestre de 2024 he tenido la oportunidad de convivir ampliamente con esta generación, y me parece absurdo que señoras como la filósofa y jurista catalana, Montserrat Nebrera, les coloquen en un estado peyorativo de fragilidad y sensibilidad. Pero habría que investigarle poco para darnos cuenta de la intolerancia que alberga la ex diputada del PP.

Sin embargo, la reflexión inicial debe partir de la necesidad ególatra (no sé si superviviente) de las generaciones pasadas de calificar a las nuevas generaciones. ¿Por qué les irrita tanto que las personas jóvenes sentipiensen de manera distinta, cuando es inevitable? ¿De dónde parten para señalarles como frágiles emocionales, que no aguantan nada? O incluso ¿Por qué seguimos creyendo que la sensibilidad es una cualidad negativa?

Decidí sumarme a la academia como un acto profundo de rebeldía, y uno genuino de amor por el futuro, pero no imaginé que encontraría cátedra en cada plática, pregunta y observación que ellas, las personas de “cristal”, me han permitido compartir. Por supuesto que mi análisis se basa en un muestreo diminuto y “emburbujado” , sin embargo, al compartirlo con otras personas dedicadas a la educación profesional, he encontrado similitudes. Convivo con estudiantes de entre 18 y 21 años, de diversas carreras universitarias, en una misma institución educativa privada. Y de aquí han surgido las siguientes observaciones/reflexiones.

Primera observación, son una generación que han vivido un México en guerra. Para elles, no hay un antes y después a la época calderonista, ni una vivencia propia de un México sin enfrentamientos armados, personas desaparecidas, cobro de piso, feminicidios o secuestros de personas migrantes. La declaración de la guerra contra el narcotráfico fue el escenario que les vio nacer o crecer como infantes. Evidentemente que sus tutores se encontraron con la impetuosa necesidad de protegerles de todas las formas que les fuera posible.

Concatenadamente una segunda reflexión, el concepto de democracia está tan desdibujado en sus estudios como en la vida real. Son una generación que ha aprendido que México ha sido una democracia desde principios de 1930s, que al explicarles que somos una democracia muy joven, porque lo que se tuvo hasta 2000 no fue sino el monopolio político de un sólo partido, muchos “veintes” comenzaron a caerles, y no es por falta de conocimiento, sino por sesgos históricos. Es decir, nuestro mexicocentrismo exacerbado nos ha llevado a enseñarle a las nuevas generaciones que México, a diferencia del resto de América Latina, no ha tenido una dictadura, y ahora sí nos “estamos encaminando a una”. Vaya, les contamos falacias a conveniencia. 

Fueron bebés cuyas personas cuidadoras (padres/madres/abuelxs) encontraron en la tecnología una amable aliada de crianza, porque hace muchas décadas se ha dejado de maternar en plural. De aquí una amplia tercera observación, se les ha dicho sobre estimuladas, y evidentemente, si nos hemos sentido orgullosas de ver cómo “ya traen el chip de la tecnología integrado”, y al año de haber nacido pueden hacer mejor uso de una tablet que sus abueles; si les exigimos que entiendan mejor el mundo artificial para que nos lo traduzcan; si les pagamos cursos de programación y robótica desde los 5 años, porque allí está el dinero. Si no tenemos tiempo de acompañar el aprendizaje, por lo que ser autodidactas es el recurso de muchas personas jóvenes. 

El acceso a la información ha sido su arma secreta, y como toda arma no es sólo para defenderse. De allí, que ampliar los límites del yo sea más fácil para las nuevas generaciones, ya no sólo existe lo convencional, y las fuentes limitadas de búsqueda de información. Podemos googlear poliamor y un sinfín de páginas, investigaciones, análisis, críticas, videos, etc., llegan a nuestros ojos; lo que permite que fácilmente, como en los antiguos tests de las revistas, decidamos si queremos, podemos, ser parte de esta nueva forma de relacionarnos. 

¿Por qué deben seguir viendo el mundo de manera binaria? Si nacieron en una sociedad en donde no aceptar la bandera arcoíris es sinónimo de intolerancia, si el Pride es una celebración carnavalesca, y tener un amigo gay es un must. Por qué si hemos sido testigos, parte y lucha de la inclusión de la diversidad sexual desde la década de los 70s, ahora nos resulta alarmante su flexibilidad sexual e incluso “trastornado” el que no se decidan por un género. Vaya, que hipocresía con la que andamos por el mundo las generaciones anteriores. 

Ahora bien, denominarles generación de cristal porque se ofenden por todo o no aguantan nada, incluso analizando su alta necesidad de atención debido a una falta de autoestima, sólo refleja lo profundamente enraizada que sigue la cultura de la violencia en nosotres. Esta generación de jóvenes me ha estado enseñando que sí saben diferenciar entre burla y broma, y hablar del cuerpo y la mente ajena ya no tiene cabida. Ya no hay vergüenza/miedo en detener el bullying, y menos en subrayar/señalar lo que se está haciendo y no está chido.  

No, compañeres de generación o más atrás, no es que ser frágil y sensible sea una cualidad negativa, es que esas personas de “cristal” se han dado cuenta que este mundo está lleno de violencia, y seguirla reproduciendo sólo nos llevará a extinguirnos en unos cuantos, poquitos años. Sí, son sensibles ante una emergencia climática, que les augura más guerras, inundaciones catastróficas, migraciones masivas, al mismo tiempo que sequías apocalípticas, extinción de más especie animales y vegetales, e incendios sin control.

Sí, son frágiles ante el dolor de traumas profundos e intergeneracionales, que ya no desean reproducir y menos seguir viviendo, no por una falta de autoestima sino por un detenimiento conductual, que busca dar un giro de timón significativo. Son una generación que se está sanando como forma de supervivencia. Su apuesta por un mundo libre de imposiciones, que permita crear nuevos paradigmas relacionales es lo que les está reventando en el cristal blindado, a las generaciones pasadas que han decidido resguardarse en el mundo de la paradoja del excedente (por citar una de las críticas más puntuales al capitalismo, hecha por Raúl Prebisch). 

Cuarta observación, las personas que nacieron después del año 2000 siguen en formación, luchando por un espacio en un mundo sobrepoblado, sobreexplotado, sobrecalentado, hiperviolento, hiperindividualista, hiperconectado. Son quienes deben competir ya no con otras personas en el mercado laboral, sino con inteligencias artificiales; por ello, se encuentran en la angustiante urgencia de tener más de una carrera profesional, recolectar la mayor cantidad de certificados posibles, y adquirir todo lo que su cerebro les permita absorber. Les hemos heredado el estrés como forma de vivir, la falta de calidad en el cuidado y el cariño, y al mismo tiempo les exigimos que pongan mayor atención, que se concentren en una sola cosa a la vez (inserte emoji con eyerolling), y una resistencia mayor que la que nosotres podemos tener.

Última reflexión, nos toca desaprender para ayudarles a mejorar el mierdero que les dejamos. Nos toca a las personas adultas “consolidadas” enseñarles que se puede volver a amar la diferencia, que por cada Trump hay una Angela Davis, que por cada Netanyahu hay una Bizan, y por cada hombre violento hay una Danna Paola . Nos toca dejar de ser la generación blindada, que no permite que nada se fracture, porque que miedo la exposición al fracaso o al estar fuera de lo “correcto”. Nos toca ser un poco más de cristal y menos de plástico.