En un mundo donde te dicen (y más que decirte, te exigen y condicionan) que para ser la persona más chingona, exitosa, fuerte, racional, pensante, brillante, objetiva... tienes que ser aquella desmedidamente rapaz y fiera que "pelea por sus sueños", que... "se prepara".

Y ese prepararse es, ya saben: pura cosa "verdadera y científica". No hay lugar para lo subjetivo, lo espiritual, lo interno, la paz, o el ser religioso. Porque, ¡que vergüenza creer en Dios! Te espetan.

Es tan común que con la mano en la cinturan te digan cosas como: "No, yo no creo en Dios, yo sí estudié", y pensar que "creer en Dios es de primaria trunca". O el típico: "Yo soy Ateo", con mayúscula y énfasis para que se note que es la contraparte "objetiva y científica" de eso que llaman "Dios".

'Yo soy Ateo', como si fuera un gran logro que te presumen desde una superioridad intelectual y académica. Y a veces hasta sin posgrados o el que te dediques a la investigación, sólo porque han leido un par de libros ya se sienten Einstein y no hay cabida para cosas "inferiores" como hablar de Dios o ser de alguna religión. Los todólogos ateístas saltan a decirte que creer en Dios o ser religioso es una contrariedad y complicidad (porque ser izquierdista en México, y SNI en Conahcyt, no lo es,  claramente), saltan a decirte que la religión mata, viola, reprime, y más, porque son incapaces de ver que ser religioso, o tener fe y creer, no es lo mismo ni va por default con ser fan de la institucionalidad, los líderes religiosos, o el poder de la iglesia como un Estado de fe.

Así, tener fe, o profesar una religión, en este mundo globalizado y capitalista, es sinónimo de ignorancia, que no "se progresa", motivo de una discriminación tan normalizada, cotidiana, y nada sutil sino despiadada motivo; de chistes, a todas luces clasista, y cruel. Parece que burlarte de los religiosos y los que tienen fe, es hasta un deber legal y legítimo, te da un status, por ello la normalidad y frecuencia con que se hace y dice. Y la impunidad con que se practica. En el fondo es un "Bravo, bravo" (aplauso de pie) porque tú no estás ahí, en el grupo o sector, de "los burros", los "ignorantes", que creen en esas "estupideces", tú si eres inteligente, ¡venga, felicidades!

En México, la feminista Jaqueline L'Hoist es la única mujer que abierta y públicamente hace su trabajo de género y de defensoría de derechos humanos, diciendo que es religiosa y la importancia de respetar la creencia de las personas. Para la feminista y activista no se trata de tener el derecho a creer en algo, sino es la libertad de comulgar con la corriente de amor y estudio que desees. Una vuelta de tuerca tan necesaria porque si para tener logros en la vida hay que prepararse, como dicen, ¿quién y por qué excluyó la libertad religiosa de ese aprendizaje y preparación? La religión, para L'Hoist, también es estudio y biblioteca.

Vanessa Rivera de la Fuente, mi amiga personal chilena, es otra de las grandes mujeres religiosas, que combinan la academia y el feminismo, con la libertad religiosa, y para La Vane, catmom de Bernardita, creer en el Corán y profesar el Islam, no es un lugar individual o íntimo donde refugiarse como víctima del horror del mundo y la política, sino precisamente un lugar necesario y urgente (que también tiene posicionamientos discursivos) por esas dinámicas de odio y violencias que se han enquistado y reproducen sin más y fácilmente en la vida cotidiana de la gente en todo el orbe.

De modo que, si en este mundo global y cuya enmienda es prepararse para ser mejores y los más líderes exitosos, es tan fácil ver pues, cual spoiler a la vista de todos, que siempre ha estado ahí además, que la supuesta "verdad" y "lo científico", no es otra cosa más que una sanguinaria, violenta y deshumanizada competencia neoliberal y monetaria, y que al ser monetaria entra en una dinámica de poder, y que al entrar como una parte del poder, por supuesto que la fraternidad, el amor, la paz interior, la empatía, el silencio, la solidaridad, el ayudar o dar sin recibir algún tipo de pago a cambio, el ser trampolín de otros, inspirar dulzura, hablar de tradiciones, etcétera, quedan automáticamente fuera del "ser fuerte", de un "prepararse", y de la competencia social violenta (pero muy normal y aplaudida) por ser "el mejor, la mejor". Dios no sale en la selfie ni es coach en este mundo.