Hay muchas formas de morir, la más conocida e impactante es el suicidio, pero existen otras muertes lentas que van deteriorando el cuerpo, la mente, la salud mental. Algunas de ellas como el alcoholismo, las adicciones, enfermedades terminales, enfermedades degenerativas y el riesgo permanente, van terminando con la vida de la persona lentamente o de manera fulminante y con sufrimiento.
Durante el transcurso de la pandemia se recrudecieron todas las problemáticas sociales existentes hasta ese momento, el desempleo, el desabasto de medicamentos, las dificultades en el sistema de salud para la atención de la pandemia y del resto de enfermedades crónica-degenerativas, la violencia desplegada en las familias, lo laboral y lo social, los embarazos no deseados, y el impacto en la salud mental y sintomática de las personas, entre otras más.
La importancia de atender la salud mental de la población tiene diversos impactos tanto en la salud integral de las personas, en la disminución de la violencia, en lo social y económico, lo cual impacta en el desarrollo de un país. De ahí, la necesidad de invertir y crear un sistema de atención permanente y eficiente ya que la cifras en torno al tema van en aumento, y en poco tiempo tendremos de frente una realidad donde la disfuncionalidad de las personas impactará en las ausencias laborales, en tratamientos crónicos, en una sociedad más vulnerable y lamentablemente en pérdidas humanas, lo cual además de impactar en la persona y a las familias también impactará en los ingresos de la economía del país y su desarrollo.
La depresión se presenta en todas las edades
Regularmente como sociedad tendemos a pensar que la depresión se desarrolla en la adultez y surge de pronto, sin embargo, también existen cuadros con sintomatología depresiva en bebés, en la infancia, en la adolescencia, los cuales se recrudece en la adultez y en la adultez mayor, si no se trata oportunamente.
Ahora bien, cuando hablamos del suicidio en el marco de las depresiones consideradas graves, nos remite a la complejidad para identificarlas y atenderlas, ya que derivan no sólo de un episodio y/o circunstancia, conllevan diversos factores graduales y multifactoriales como la estructura mental, el contexto social, la cultural y el ambiente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio coinciden en que parte de los factores de riesgo que pueden influir son la historia familiar, las pérdidas, la depresión, el estrés, el aislamiento y las adicciones, entre otras. Si bien, podemos hablar de generalidades, sabemos que cada caso es especifico y necesitará una atención desde sus particularidades.
En el caso del suicidio en la niñez y adolescencia, se pudo registrar durante la pandemia de covid-19 un impacto en esta población, debido a que se truncó de alguna manera su proceso de socialización, madurez, estructura y desarrollo, impactando en su salud mental debido el aislamiento y el hacinamiento. En el caso de la adolescencia no les permitió del todo transitar en su proceso de desapego con mamá y papá, la consolidación de su autonomía, la creación y pertenencia a grupos, entre otras cosas.
Según cifras del INEGI en 2020, el número de defunciones por suicidio fue de 769 personas de 10 a 17 años, de las cuales 307 mujeres y niñas, y 461 hombres y niños. Siendo los estados de mayor incidencia según la Red por los Derechos de la Infancia (REDIM) el Estado de México, Guanajuato, Chihuahua, Puebla y Ciudad de México.
Algunos factores que podrían poner en riesgo a la niñez y adolescencia pueden ser, los cambios de humor drásticos, depresión no tratada, deserción escolar, entornos violentos, maltrato, baja autoestima, dificultad para afrontar dificultades, retraimiento, cambios en hábitos alimenticios y de sueño, perdida del interés por actividades, descuido en el arreglo personal, aburrimiento, dificultades para la socialización, poco contacto con su emocionalidad, poca tolerancia a la frustración, ideación constante de morir, entre otros. Al respecto el DSMIV considera que existe un mayor riesgo de suicidio cuando existen desordenes psicóticos, intentos previos, historia familiar de suicidios, o bien, cercanía o dependencia de sustancias psicoactivas.
De igual forma, algunos factores protectores serian, la creación de vínculos sociales, redes de apoyo, hablar del tema, crear alternativas de atención y apoyo, dejar de estigmatizar el suicidio, contar con un ambiente y entorno suficientemente sano y seguro, promover su autonomía, fortalecer su autoestima, promover la valoración del autocuidado, promover su desarrollo y bienestar social, entre otros.
Para su atención existen diversas propuestas y estas dependerán del grado y riesgo de cada caso, de entrada, se recomienda algún tipo de psicoterapia, tal vez sea necesaria la intervención psiquiátrica, y desde otras perspectivas esta la terapia a través del arte, la biodanza, terapia asistida con animales, actividades físicas, entre otras.
En el caso de requerir algún apoyo puedes contactar a algún tipo de psicoterapia privada, o bien, llamar a la línea de la vida del CONADIC 800 911 2000 y/o a la Unidad de Inteligencia Epidemiológica Sanitaria 800 00 44 800, al chat de CONFIANZA del Consejo Ciudadano del programa ¿Sí a la Vida! El cual ofrece servicio psicológico gratuito las 24 horas de los 365 días del año a nivel nacional al número telefónico 5555335533, también puedes consultar el micrositio de salud mental de la secretaria de Salud.
Calibrar los miedos, las angustian y sentirse en soledad y con vacíos, no es algo fácil de transitar, se requiere no sólo de amor y preocupación, sino de un acompañamiento profesional.
Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.
@EscamillaBarr