Mi tía se practicó 17 abortos. Yo la acompañé a casi todos y siempre me dije: “No quiero pasar por esto”. Yo tenía 15 años cuando empezó mi desfile en las salas de espera del materno Hija de Galicia, en La Habana, Cuba. Verla salir atolondrada, con la lengua tropelosa, caminando como borracha por la anestesia, luego verla tirada en la cama y el olor a hierro de la sangre en toda la habitación, hicieron que me cuidara más de los embarazos que de las enfermedades de transmisión sexual.
Hasta que a los 32 años tuve un descuido. En mis planes no estaba tener hijos. En Cuba el aborto está despenalizado desde la década del 60 del siglo pasado. En apariencias, es muy fácil acceder a este servicio médico por lo que acudí a mi médico de la familia, pero allí no encontré respuestas.
La principal razón fue que yo era una mujer “añosa” y que me podía arrepentir. Así que quedaba cerrada para mí esa posibilidad.
No pude entrar en el sistema hasta que una prima que estaba especializándose en ginecología me consiguió una consulta con un ginecobstetra en un hospital reconocido de la ciudad. Solo debía llevar algún “regalito” para que fuera bien atendida.
"Cuando se enteró que no lo tendría subió el volumen de los latidos"
No recuerdo qué tiempo tenía, pero sí que me hicieron volver a la oncena semana. Fue una espera eterna. Entre la ansiedad y los síntomas del embarazo no tenía vida.
Una semana antes empecé a tener un sangramiento. Fui a un cuerpo de guardia. La médica de turno me hizo un ultrasonido para ver las condiciones del feto. Cuando se enteró que no lo tendría subió el volumen de los latidos y me dijo: “Esta oportunidad no la volverás a tener”, y lo sentí como la agresión que fue. Me hizo bajarme de la camilla y agregó que no entendía para qué me preocupaba si de todas formas no lo vería nacer.
Llegó el día. El misoprostol debía tomarlo cada ciertas horas hasta que comenzara el trabajo de abortar. Fue una noche larga. En mi casa, de la mano de mi madre lo intenté todo. Al día siguiente tuve que acudir al hospital que me había proporcionado las pastillas.
Pero el médico que me había atendido desde el primer día, el que había recibido mi “regalito” no había ido a trabajar. Recuerdo en una nebulosa de dolores a la enfermera diciéndome que no me podrían atender y a mi mamá negociando un “regalito” para ella también.
Apareció mi prima. Me llevaron a hacerme un ultrasonido intra vaginal. En la habitación había, al menos cuatro estudiantes de medicina, más el técnico y mi prima. Ya no latía el feto. Nadie pudo subirme el volumen para martirizarme, pero aún no sabían si me harían el procedimiento de sacarme los restos porque el médico del “regalito” no estaba en el hospital.
El calvario duró aún más. Logré localizar a la amante del médico. Supe que era ella porque otra doctora que me vio desesperada me pasó el dato. Ella lo llamó a su teléfono privado. Él llamó a la enfermera y me pusieron finalmente en una larga fila.
Fui la última en acceder al salón. Me dijeron que tenía que ser así porque podría contaminarlo todo. En la sala de espera, casi desnuda, apareció otra enfermera. Me miró de arriba abajo con desprecio. Me preguntó qué edad yo tenía. Quiso saber quién era la “conflictiva”, así me llamó. Me contó sin ninguna empatía que le había jodido el turno a una amiga que ella le había conseguido hacerse el legrado ese día.
Entré a un salón donde me pondrían anestesia general rodeada de gente que ya había decidido que yo era la “conflictiva” solo por reclamar mi derecho.
¿Qué sucede tras la despenalización del aborto?
En Cuba entre 1961 y 1965 se creó una base legal dentro de la Ley 62 del Código Penal vigente en ese momento que autorizaba a practicar el aborto o la interrupción del embarazo voluntario hasta las 12 semanas de gestación.
En el 2022 entró en vigor un nuevo Código Penal que no contempla el aborto como un derecho, aunque sí aparece en el Anteproyecto de Ley de Salud Pública, aún por aprobar. El artículo 139 dice que “La mujer, en ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, tiene el derecho de decidir sobre la terminación voluntaria del embarazo, mediante la realización de un proceder médico preventivo y terapéutico, en instituciones certificadas para esta atención y por personal calificado, cumpliendo las regulaciones técnicas, éticas y jurídicas aprobadas por el Ministerio de Salud Pública”1, y listo. No dice más.
No se habla de a dónde se debe acudir en caso de la mala praxis. No se habla de sensibilizar al personal médico. No se habla de especializar al personal médico. No se habla de las infraestructuras deterioradas ni de priorizar material y suministros médicos para este tipo de práctica. Ni de un protocolo sanitario aunque normalmente te prescriben análisis de sangre y exudados.
Tampoco se habla de educación sexual para que el acceso a la interrupción no sea un método anticonceptivo. Ni de los sobornos ni del negocio en que se ha convertido hacerse una legrado ni de la anestesia que no te ponen si te portas mal o si consideran que no es necesario.
Los reportajes que ha estado publicando el medio independiente Cubanet News bajo la autoría de Annery Rivera Velasco2 y Yadira Serrano Díaz3 tienen mucho dolor detrás. Más que el mío en la sala de recuperación cuando la enfermera que exigía un “regalito” no quiso administrarme un analgésico. Esas mujeres cuentan sus vivencias de un sistema que aprueba pero no legisla; de un infraestructura de salud miserable y no entrenada en no revictimizar, en no ser más violento de lo que es la sociedad en sí misma ya.
No es solo tener derechos. Es no permitir que nuestros cuerpos se conviertan en el saco de las frustraciones de médicos y enfermeras; que no sean objeto de violencia mientras estamos sobre una camilla indefensas. En que cualquiera que sea nuestra decisión, porque es nuestro derecho, no nos cueste la vida ni el futuro.
1 https://salud.msp.gob.cu/wp-content/Documentos/Anteproyecto%20de%20Ley%20de%20Salud.pdf