Barbie la muñeca fue lanzada al mercado en 1959 en Nueva York, y según las propias palabras de Mattel, la empresa que la creó, es una muñeca hecha para inspirar a las niñas del mundo a ser mujeres independientes, fuertes, con una personalidad propia, y profesionistas.
Pero los hechos y el tiempo demuestran lo contrario. Durante décadas Barbie ha reproducido el modelo patriarcal de belleza: Mujer de piel blanca, cabello rubio, estilizada, femenina, delgada, ojos claros, brazos suaves, piernas de modelo, etc. Además de marcar una orientación sexual única: La mujer heterosexual en busca del príncipe azul. Por decir lo menos.
En ese sentido, no es ningún secreto para nosotras las feministas, o para cualquier persona que sepa algo de género y derechos humanos, que la muñeca refuerza estereotipos que dañan, al mismo tiempo que sin hacerlo directamente, exalta violencias y opresiones como la supremacía, el clasismo, la gordofobia, la lesbofobia… y la lista es larga.
Para muchas mujeres, Barbie podrá representar recuerdos lindos o divertidos de infancia, pero hoy siendo adultas, y críticas, podemos ver claramente que la muñeca era un juguete de clases. No cualquier familia -en México sobretodo, que es de donde escribo- podía comprar a sus hijas una Barbie Mattel. Así, los tianguis, tiendas de autoservicio, o jugueterías del país, imitaron pronto al juguete dando acceso a una muñeca muy parecida, pero cuya cara se despintaba en unos meses, con cabello de hule no tan suave, que se rompía al peinar o se desgastaba fácilmente. El material era de plástico rasposo, duro, no tenían la flexibilidad de rodillas, manos, brazos, y cuello, que sí portaba la original Barbie de Mattel. Y al jugar con ellas las manos nos olían a petróleo. Éramos niñas de bajo poder adquisitivo “que también crecimos con Barbi”, la imitación.
Barbie Mattel entonces era, y es, un regalo para aspiraburgueses o familias de cierto estrato social. Uno alto. Las pobres atesorábamos solamente la imitación, la copia barata, y le poníamos ropa de papel, o que confeccionábamos con trapitos de segundo uso en casa imaginando diseños coquetos, y que llegábamos a coser como dios daba a entender, o simplemente pegábamos con resistol, mientras que a la Barbie de Mattel le diseñaban ropa (para venderse por separado), marcas corporativas como Oscar de la Renta, Dior, y Versace. Además de tacones de aguja con brillantes, zapatos exclusivos, y demás exuberancias de prestigio. Barbie nunca fue pobre como los 60 millones de pobres que somos en este país. Barbie tenía carro, viajaba, estaba siempre en el top de la moda, tenía accesorios y ropa costosos. Barbie nunca fuimos tú y yo. Lamento romper el recuerdo infantil.
Más aún, Mattel quiso con el paso de los años, pasar de la dama fina que era su producto, con el mejor de los buen gusto, y los modales perfectos del Manual de Carreño, a una serie de colección donde homenajeaba a las grandes mujeres del mundo, “más reales”, y editó una línea donde había escritoras, pintoras, científicas, atletas, de acuerdo a cada país donde lanzó las colecciones. En 2019 para México sacó una Barbie Frida Kahlo, que parece más Belinda en un cosplay, que la famosa pintora en silla de ruedas con bigotes y de baja de estatura que todos conocemos, porque la discapacidad y medir 1.50 no es fashion, se sabe.
Y más antes, editó una línea con una Barbie negra, de pelo afro, o la Barbie embarazada, la Barbie pelirroja, para ser “más diversa o inclusiva”.
Pero volvió a fallar, y sigue fallando, porque la independencia y autonomía de la que se jacta, no puede darse a través del príncipe azul que es Ken, su pareja, ni a través de la hegemonía que representa este “inocente” juguete, y su personalidad de élite. Lo que quiero decir, es que Mattel en aras de hacer muñecas, más reales, “como tú y yo”, lo que hace es tomar el modelo eurocéntrico, de clase, lo que precisamente criticamos tanto dentro del feminismo interseccional o los feminismos de calle, o comunitarios. Su mirada es europeizada, heteronormal, de empoderamiento burgués, de una idea de la mujer exitosa basado en las pautas y estándares de la economía capitalista, la política neoliberal, y la cultura misógina/patriarcal. Nunca habrá Barbies que aborten, que sean bisexuales, trans, trabajadoras sexuales, indígenas, gordas, fisicoculturistas, masculinizadas, yonkis, tatuadas, amas de casa, parteras, abuelas, discapacitadas sin una pierna o brazo. Su división de mujeres siegue siendo como en el patriarcado, las mujeres moralmente buenas, jóvenes, y las inmorales “que ensucian la imagen”, o viejas, que hacen cosas “malas”. Que “no aportan” al mundo. Pero fue así siempre, desde su origen, su modelo de muñeca se basó en Bild Lilli la muñeca alemana. Barbie no es latina, ni americana, ni centroamericana, ni caribeña, ni africana. No lo será nunca. Barbie no se hace la europea como dijera Niurka, Barbie es europea, aunque se haya creado en USA.
Para este 2023, sale Barbie la película, dirigida por una mujer, y que rompe con muchas cosas, según el tráiler. El público ha enloquecido y hasta los hombres quieren ir a verla. No se trata de que haya cambiado algo en la vida cotidiana para este fenómeno, se trata de la mercadotecnia política que le hicieron a la cinta. La misma que le han hecho a candidatos y partidos en el mundo. No hacer ya la típica propaganda sino combinar publicidad con marketing. Se trata de hacer un producto “nuevo” con lo que ya existe, lo viejo, pero creando una imagen oportunista con los temas y tendencias actuales. Lavarle pues la imagen, la cara. Embellecer tales cosas y hacerlas no sólo atractivas sino fascinantes. Así, para muchas mujeres, jóvenes y adultas, Barbie ya es una cinta “hasta feminista”, sin haberla visto, sólo por el tráiler. Para un gran público, ahora en redes sociales, es una muñeca que representa todo lo positivo, atractivo, historias de vida “reales”, “como tú”. Es, repito, vil mercadotecnia política. Nada nuevo.
Como si le lavaran la cara a la iglesia, que quemaba mujeres vivas en la hoguera a través de la inquisición, y que toda la vida ha sido misógina y antiderechos. Si hoy día la mercadotecnia política pusiera una Papa mujer con un gran marketing, la gente adoraría la iglesia olvidando todos los crímenes, despojos, pedofilia, y abusos. Eso hicieron con Barbie la película. Como si el marido antes golpeador fuera ahora el caballero que te lleva serenata y es amable, y ya no tiene un pasado. Como si el patriarcado, las violencias, opresiones, y estereotipos, nunca fueron también a raíz de muñecas, y sólo fueron culpa de tu mamá en casa, o sólo de Televisa con sus telenovelas. La mercadotecnia política es eficaz y eficiente. Podrían hacer de un narco o un político que ya estuvo en prisión, un candidato ejemplar de izquierda, hasta simpático, y el más honesto. No es exagerar, es publicidad y marketing.
No es mi intención juzgar a nadie que la vea, o tenga emoción por su estreno o realización, finalmente es cine, y el cine es libre, como el arte, y libre es la gente para ver o consumir lo que quiera. En este breve texto sólo expongo una crítica válida, del por qué a mí, como a muchas mujeres que llevamos una praxis por los derechos y la no violencia hacia las mujeres, desde un enfoque feminista y una perspectiva de género, no nos interesa ver una cinta, con la mejor de las estrategias publicitarias sí, pero que ha simbolizado y reproducido todo contra lo que hemos luchado, y seguimos luchando. Decida usted.