La Ciudad de México volvió a marchar y celebrar con orgullo, pero también con rabia. Este 28 de junio, la XLVII Marcha del Orgullo LGBTIQ++ tomó Paseo de la Reforma para recordar que la diversidad no es una moda ni un eslogan publicitario si no una lucha por sobrevivir

Miles salieron a las calles en nuestro país para exigir justicia ante las desapariciones, denunciar el capacitismo, abrazar a quienes migran y resistir frente a un sistema que insiste en excluir. El orgullo fue fiesta, sí, pero también fue trinchera.

Foto: Raúl Estrella
Foto: Raúl Estrella

Desde temprano, distintos contingentes de personas migrantes, refugiadas y desplazadas encabezaron la movilización con una consigna poderosa: “Migrante, hermana, aquí está tu manada”. 

Para Adrian y Dionis, marchar el Día del Orgullo como personas migrantes y parte de la comunidad LGBT++ fue una “experiencia única”. En entrevista para La Cadera de Eva, Dionis compartió que, aunque en Cuba había visto marchas, nunca se había animado a participar. Hacerlo por primera vez en la Ciudad de México fue un acto de orgullo y valentía: “Significa gritar por los derechos de la comunidad LGBTIQ+ y pedir inclusión”.

Adrian y Dionis / Foto: Sandra Rojas
Adrian y Dionis / Foto: Sandra Rojas

Esa petición de inclusión tiene un peso especial en sus vidas, marcadas por el desplazamiento forzado. Ambos han recibido apoyo de Casa Frida, organización que los ha acompañado desde su llegada a Tapachula, Chiapas.

“Nosotros queremos ser libres, no queremos ser apartados ni excluidos, sino más bien que haya unidad, que haya mucho amor. Todos somos iguales y esa es la idea: la igualdad”, dice Adrian.

El mensaje fue claro, las fronteras también matan, y el orgullo debe ser refugio. Durante la marcha, colectivos que buscan a seres queridos desaparecidos, pegaron fichas de búsqueda de personas LGBT+ desaparecidas en la Glorieta de las y los Desaparecidos, haciendo visible la otra gran herida que cae sobre la comunidad: la impunidad.

Minutos después, avanzó el bloque de personas con discapacidad, visibilizando la urgencia de una marcha accesible, y una ciudad que no violente sus cuerpas. Entre ellas estaba Poli, quien llegó tras un recorrido difícil: antes de integrarse, vivió un episodio de violencia en el Metro por la falta de accesibilidad.

“Tuve que bajarme de la silla de ruedas y caminar, con todo el dolor que eso implica, por la disautonomía que tengo. Sentí odio de parte de la ciudad", contó en entrevista para La Cadera de Eva.

Pero en la marcha, encontró otra cosa: “Fue un abrazo del universo. Encontré una esperanza que no tenía antes. Creo que ahorita estamos viendo cómo sube otra vez el odio hacia la comunidad LGBT++ y hacia las personas con discapacidad. El mundo está en llamas, pero venir a marchar es decir: ‘no vamos a dejar que nos venzan’. Venimos y marchamos”, dijo

La Glorieta de las Mujeres que Luchan fue otro punto clave. Al llegar, cientos levantaron el puño y guardaron silencio para recordar a quienes han sido asesinades, desaparecides o violentades por su orientación sexual o identidad de género. Fue un momento colectivo de duelo, memoria y justicia.

Foto: Raúl Estrella
Foto: Raúl Estrella

La contramarcha de la rabia: cuando el orgullo incomoda

A cuatro kilómetros del Ángel de la Independencia, epicentro tradicional de la Marcha del Orgullo LGBT+ en la Ciudad de México, cientos de personas se reunieron a un costado del Metro Auditorio Nacional. Fueron disidencias sexuales, cuerpos migrantes, racializados, hartos del pinkwashing y del orgullo institucionalizado.

A las 10:30 de la mañana arrancaron su propia marcha: la Contramarcha de la Rabia, un recorrido hacia la Embajada de Israel para denunciar el genocidio que ha cobrado la vida de más de 44 mil personas palestinas a manos del régimen ocupacionista de Benjamin Netanyahu.

Foto: Wanda Pacheco
Foto: Wanda Pacheco

El grupo fue diverso y colorido, pero también furioso. La rabia no sólo se sintió en el ambiente, también se escuchó: “El que no brinque es sionista”, “Claudia, carajo, rompe con Netanyahu”. Fueron gritos que interpelaron a gobiernos, empresas y partidos que celebran el orgullo con banderas arcoíris, pero guardan silencio ante la masacre.

“¿Por qué saliste hoy a la Contramarcha?”, preguntamos. Una persona con los colores de la bandera no binarie pintados en el rostro respondió sin titubear: “Porque el país está manchado por el pinkwashing. Porque las empresas y el Estado quieren lucrar con la diversidad queer. Porque no hay orgullo con genocidio. Fue urgente mirar a Palestina, al Congo, a Irán, y acuerpar a nuestrxs hermanxs en Medio Oriente”.

El contingente avanzó en calma, en orden, sin caer en provocaciones, pese a estar vigilado en todo momento. A lo largo de la calle Sierra Madre, decenas de policías de la Ciudad de México observaron tras más de veinte vallas metálicas. Con celulares en mano, permanecieron quietos, en apariencia desinteresados, pero atentos.

Foto: Wanda Pacheco
Foto: Wanda Pacheco

Frente a ellos, la activista trans Mikaelah Drullard alzó la voz:
“Esta marcha fue una motivación para sentir orgullo, porque no vamos a aceptar ninguna forma de colonialismo ni de genocidio. Israel está asesinando al pueblo palestino. Lo último que hizo fue drogar a la población que resiste. Drogar a un pueblo para aniquilarlo es una forma de exterminio, y se llama genocidio”.

A su alrededor, las vallas colocadas por el Estado dejaron un mensaje claro: con el pueblo, nada; con el autoritarismo, todo.

“Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá”, gritaron al unísono trans, travestis, lesbianas, bisexuales, gays y personas no binaries. Unidas por la rabia de habitar y la hermandad que nació en las luchas periféricas. Porque el orgullo que no incomoda al poder no es orgullo. Porque no bastó con pintar de arcoíris las calles si siguieron expulsándonos del sistema. Porque, en 2025, el orgullo siguió siendo —como siempre lo fue— un acto radical de resistencia.

Entre glitter, pancartas, abrazos y consignas, la Marcha del Orgullo 2025 dejó claro que no hay orgullo sin justicia, sin accesibilidad, sin refugio, sin verdad. Que no basta con pintarlo todo de arcoíris si seguimos siendo expulsades del sistema. Que el orgullo sigue siendo, ante todo, un acto de resistencia.

Foto: Wanda Pacheco
Foto: Wanda Pacheco