Entre las calles de la alcaldía más poblada de la Ciudad de México se ondea una bandera de arcoíris en el segundo piso de Casa Frida, un refugio alojado en Iztapalapa que se ha convertido en un santuario para las personas migrantes de la comunidad LGBTQ+. Aquí esta población encuentra más que un techo y una cama.
“Amar es nuestra resistencia”, se lee en uno de los letreros que están a la entrada de este refugio. Casa Frida es un hogar temporal para quienes se ven obligados a huir de sus países de origen o de sus casos por la violencia o discriminación que enfrentan por ser parte de la diversidad sexual.
Originalmente se pensó como un albergue temporal para recibir a personas de la comunidad LGBT que necesitaban un espacio durante la pandemia por covid-19, pues en sus casas enfrentaban situaciones de riesgo y amenazas, explica Lizbeth Suárez, directora del Programa de Protección de Casa Frida, sentada en uno de los cuartos de este lugar.
La idea era que este espacio abriera sus puertas los 40 días que duraría la cuarentena que aplicó el gobierno mexicano en marzo de 2020 con la política del famoso “Quédate en Casa”, pero tanta fue la demanda que ya cumplieron cuatro años y han expandido el proyecto en Tapachula, Chiapas y Monterrey, Nuevo León. En todo este tiempo Casa Frida ha logrado acompañar a más de cuatro mil personas de la comunidad LGBTQ+.
Diversidad sexual y movilidad forzada
Actualmente el Instituto Nacional de Migración (INM) no cuenta con información oficial ni precisa sobre la situación de las personas migrantes que transitan por nuestro país. Sin embargo, espacios como este han podido documentar y detectar las condiciones a las que se enfrentan.
“Identificamos que al ser parte de la diversidad sexual, muchas de las violencias se agudizan aún más. Temas de persecución, crímenes y delitos de odio, terapias de conversión, personas que sobrevivieron o huyeron a estas violencias de sus propias casas”, cuenta Lizbeth Suárez.
Naciones Unidas ya ha advertido que las personas refugiadas, solicitantes de asilo migrantes y desplazadas internas que son parte de la diversidad sexual, corren más riesgo de sufrir abusos físicos y psicológicos, golpes, violaciones, torturas y asesinatos, ya que su expresión de género es rechazada en los países o zonas de origen, tránsito y destino donde predomina la LGBTfobia.
La población migrante también se enfrenta a la marginación de la economía formal, pues es común que se les discrimine y se les cierren las puertas al mercado de trabajo, lo cual también aumenta el riesgo a que sean víctimas de otros delitos como la explotación sexual o trata de personas.
A Casa Frida normalmente llegan personas principalmente de entre 20 y 30 años de países como Honduras, Guatemala, Venezuela, aunque también han tenido solicitantes de países como Rusia, Argentina o España, nos explica Suárez.
Y es que la amenaza para esta comunidad a nivel mundial no es menor. Actualmente hay 64 países cuyas leyes tipifican la homosexualidad como delito. En lugares como Arabia Saudí, Yemen o Uganda y en los estados del norte de Nigeria, puede condenarse a pena de muerte a una persona por participar en actos sexuales consentidos entre personas del mismo sexo, como ha documentado Amnistía Internacional.
El estudio “Diversidad sexual y movilidad forzada en la Frontera Sur de México 2016”, realizado por el Colegio de la Frontera Sur, documentó que la movilidad de las personas de la comunidad LGBT no es un hecho aislado, sino parte de un proceso de marginación social, donde la violencia es un elemento común en las historias de vida de estas personas, específicamente la violencia sexual. De acuerdo al estudio, una de cada tres personas LGBTI centroamericanas encuestadas dijo haber sido víctima de una violación.
Este informe también reveló que la movilidad de la población LGBT no sólo se relaciona con la migración, es común que exista una movilidad más local, que empieza con la salida de casa a temprana edad debido al rechazo familiar, y luego por la dificultad de encontrar un espacio mínimamente seguro donde construir una vida digna.
Un espacio para reconstruir vidas
Jorge* —a quien nombramos así para proteger su identidad— está sentado afuera de una de las habitaciones de Casa Frida. Llegó aquí hace un mes y medio gracias a que un amigo suyo le contó de este espacio. Él es un estilista originario de Venezuela y llegó a México hace seis años. En este lugar ha encontrado un hogar y el apoyo de una comunidad que lo acompaña.
Antes de llegar a Casa Frida, Jorge vivía en Oaxaca, donde también ya había encontrado una comunidad. Está en Casa Frida porque actualmente requiere de atención médica debido a una enfermedad grave que padece. A través de Casa Frida, Jorge ha logrado acercarse a centros de salud donde lo atienden sin ningún estigma y también ha encontrado aquí el acompañamiento terapéutico que requiere en esta etapa de su vida.
Él anhela poder recuperarse pronto y poder regresar a Puerto Escondido, donde lo esperan sus amigos. “En (Casa Frida) nos ayudan mucho a personas que estamos un poco, quizás abrumados, a veces no sabemos cómo tomar un camino, cómo restablecer nuestra vida y reintegrarnos. Por lo menos a mí me ha ayudado bastante porque después de haber pasado por un tema delicado en donde tengo que dejar por un tiempo en donde estaba viviendo había sido un poco difícil. Y realmente aquí te brindan, el apoyo y la oportunidad para poder volver”.
Retomar los proyectos de vida
Lizbeth Suárez explica que la idea es que en Casa Frida las personas que llegan aquí encuentren un espacio que les impulse a reconstruir sus vidas e ir retomando su proyecto de vida poco a poco. Para esto les brindan acompañamiento legal, psicológico y consular también, pues también tienen colaboración con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) y con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
“Tratamos de que con este acompañamiento ellas, ellos y elles puedan ganar autonomía y en dependencia en cortos plazos, la estancia promedio de las personas que llegan aquí es de dos a tres meses máximo”, dice Suárez.
Lo más satisfactorio siempre —nos dice Lizbeth— es verles marchar de Casa Frida totalmente diferentes de cómo llegaron “porque siempre les comparto que me gustaría mostrarles el antes y el después, porque los veo muy fortalecidos, fortalecidas fortalecides, con mayores redes de apoyo con independencia con seguridad y creo que eso es lo más bonito. El verles salir con nuevas oportunidades o saber que de pronto también pudieron retomar estos sueños y estos proyectos de vida y que también han sabido crear redes entre elles”.
“ ¿Creo que de pronto el sueño es que no existieran espacios como estos, no? Sin embargo, la realidad en nuestro país y la realidad social es otra, todavía hay muchísimo por hacer y parte de lo que también buscamos y queremos lograr es que todas aquellas personas que en algún momento se vieron en la necesidad de desplazarse, cuenten, conozcan y sepan que existen estos lugares seguros como este”.
Casa Frida busca que la Ciudad de México se convierta en una ciudad santuario para las personas LGBT que han migrado y que puedan ver la capital del país como un espacio seguro.
Si conoces a alguien que pueda requerir de este espacio puedes hacerlo a través de sus redes sociales.