Gabriela Wiener dice que es de esas personas aferradas que se quedan hasta el final en las fiestas. Ruega a sus amistades que no se vayan. Llora hasta las lágrimas cuando se van. Si se queda sola, tiene alucinaciones e imagina que aún convive con personas. En el fondo sabe que hay una inmensa melancolía que la invade. Quisiera capturar el presente. Que las cosas no terminen. Vivir en una fiesta eterna.
En Una pequeña fiesta llamada eternidad (Almadía, 2024) la periodista peruana compila una serie de poemas en los que nos habla de un mundo casi apocalíptico que está a punto de acabarse pero en donde aún habita la esperanza. Un libro que recupera los mejores momentos de la fiesta pero que también recoge lo peor de la resaca, ese encuentro atropellado con la realidad.
“La fiesta como el contraataque del cuerpo ante el sistema; un poema sobre la imposibilidad de lograr los deberes laborales; un ligue entre mujeres de países distintos; la imposible utopía en el presente; el lenguaje de lxs desterradxs que llamamos migrantes; el cuerpo en las redes sociales; las sustancias, el sexo, los deseos, el calor y el agotamiento”, se lee en la sinopsis del poemario.
“Bailo antes del postre.
Me tomo la cerveza antes de que se caliente.
Me salto los preámbulos del amor.
Pero no me doy prisa.
No corro.
Ya no quiero llegar a ningún lado.
Solo quiero que no se acaben las cosas,
quiero hacerle un agujero negro
a este instante
y meterme por ahí
y alargarlo lo máximo
como una mina secreta,
expandirlo como se expanden
las cosas que no sabíamos que eran profundas (..)”.
Un poemario sobre el fin de todo
Gabriela Wiener vive en Madrid y vino a la Ciudad México hace unas semanas para presentar este libro. En un encuentro con la difusora de la literatura, lesbiana, activista e internacionalista Dan Hernández, conversó sobre el fin de todo en el Centro Cultural España en México.
La mayoría de estos poemas nacieron en la pandemia por covid-19 aunque aclara que no es poemario pandémico, “ya estamos un poco cansadas de leer una y otra vez todo lo que nos pasó en la pandemia, y los poemas que escribimos y las galletas que cocinamos y todo eso. Pero sí, hablo de esa imagen que tuve de al final de las fiestas en Zoom, ese momento que pasó cuando empezamos a reencontrarnos con la gente, pero que ya era como si hubiéramos perdido algo, el hábito o la energía”.
Gabriela Wiener dice que por ir demasiado rápido al reencuentro de todo esto que creíamos haber perdido durante la pandemia, muchas personas nos estrellamos en ese aceleramiento. “Y este poemario es un poco de todos esos cristales que quedaron en el suelo”.
En este libro, Wiener explora temas como la identidad, la migración, el feminismo, la maternidad, el amor y la muerte. Sus poemas son como fragmentos de un diario personal, donde cada verso revela aspectos de su vida y sus pensamientos más oscuros y profundos.
“Durante la pandemia parecía que se nos acercábamos al fin del amor como lo habíamos conocido, el fin de la familia como lo habíamos construido, nos acercamos al fin del mundo en general, el fin de un tipo de lenguaje también, de un tipo de comunicación excluyente y a veces es difícil encajar. Cuando llega el fin de algo el capitalismo aparece ahí, queriéndote vender una cosa nueva con qué reemplazar".
Uno de los temas que la periodista ha explorado a lo largo de su carrera es la migración. Ella dice que moverse es aprender a dejar atrás parte de una misma. En este poemario Gabriela narra el inicio días como migrante latinoamericana que se mudó a una metrópoli europea, donde vivió el poliamor, la discriminación, ejerció un oficio precario y se convirtió en madre.
“Este libro está lleno de ese de ese estar corriendo hacia un destino. Una meta que al llegar solo encuentras desencanto en la realidad; una estafa amorosa, una estafa laboral, política. Incluso dentro de nuestros espacios seguros y nuestro feminismo, nos hemos encontrado toda la maldad, todo el patriarcado, toda la exclusión, todo el racismo, todas las cosas que pensamos que precisamente estamos tratando de acabar juntas. Y esa sensación es demoledora, esto te desarma y cada vez se vuelve más difícil encontrar esa trinchera, ¿no? O sea, tengo amigas que se han perdido en el camino por las luchas”, dice Gabriela.
En Una pequeña fiesta llamada eternidad Gabriela Wiener nos ofrece una ventana a su mundo, un mundo apocalíptico y real en donde también se dibuja esperanza, ironía, muerte y alegría.