Es común que, en muchos estudios sobre género, medio ambiente y sustentabilidad-sostenibilidad, el concepto/categoría de género se emplee para develar desigualdades e inequidades que padecen las mujeres por su condición no sólo de sexo sino de género a partir de sus relaciones con el medio ambiente y su entorno, ya sea en temas relevantes como el cambio climático, la escasez de agua e incluso el cuidado de otros bienes naturales (luz, jardines, composta, gas, leña), por ejemplo, el ecofeminismo tiene un importante número de estudios en este sentido.
Es importante subrayar lo que en muchos estudios socioambientales se dice: que las mujeres son las más afectadas por las problemáticas que se derivan y relacionan con un medio ambiente precario, además de su condición de sexo y género, las mujeres en esta imposición de roles tradicionales también se ven afectadas por su ubicación geográfica, etnia, edad, estado civil, o clase social: si trabaja de manera remunerada o no. Es por ello necesario hacer un análisis interseccional cuando se habla de las mujeres, ¿de qué mujeres se está hablando? Ya que, no todas las mujeres estarán en el mismo nivel de opresión. Las mujeres que presenten mayores niveles de desigualdad estarán con mayores desventajas frente a otras mujeres. El ser mujer no es una categoría homogénea.
Cuando las mujeres se incorporan al trabajo productivo, pero siguen padeciendo dobles o triples jornadas de trabajo (ya que, además, del trabajo remunerado, les sigue el trabajo del hogar) y prevalece la brecha laboral (por el mismo trabajo realizado que los hombres, ellas ganan menos) no podremos decir que estamos en un modelo económico de desarrollo sustentable, ya que, el desarrollo sustentable no sólo busca una armonía con el medio ambiente o la economía sino que busca también la justicia social, la equidad y la corresponsabilidad, inclusive en el hogar.
La importancia de la aplicación de una perspectiva de género en los estudios sobre medio ambiente y sustentabilidad nos puede dar luz, inclusive, sobre el papel que tienen los hombres en relación a los cuidados ambientales, por ejemplo. Un estudio que ejemplifica mejor lo anterior es el de Zazueta, Pérez y Serna (2018), este trabajo es realizado en las comunidades pesqueras, y en el estudio se resalta el trabajo de los pescadores como algo inherente a los hombres, esto es debido a imperativos físicos, ligados al sexo biológico que provienen de una tradición histórica (Pérez y Canizales, 2014).
El estudio tiene como objetivo explorar la presencia de esas actitudes y otras similares, en las rutinas de los pescadores, esas actitudes además de considerarse inherentes al logro de una mayor productividad, son también aspectos que propician un cuidado no sustentable de los bienes pesqueros. Esta falta de cuidado podría construirse a partir de lo que Kaufman (1993) llama la tríada de la violencia masculina, la cual se manifiesta en el ejercicio de la violencia de hombres hacia mujeres, de hombres hacia sí mismos y de hombres hacia otros hombres (Kaufman, 1993).
En un intento por ampliar este concepto, las concepciones y conductas de los pescadores contrarias al aprovechamiento sustentable de los bienes pesqueros podrían interpretarse como una forma de abuso y de violencia también hacia el medio ambiente y sus bienes comunes naturales, en detrimento del mejor aprovechamiento de estos por parte de las generaciones venideras. Este tipo de violencia se suma a una expresión más de dominación masculina y conformaría el modelo de masculinidad hegemónica al que hacemos referencia.
Para exponer mejor la idea de desarrollo sustentable que quiero reflejar pondré un ejemplo: si los servicios y productos que salen al mercado efectivamente son amigables con el medio ambiente, pero son imposibles de pagar o ni siquiera se tiene el mínimo acceso a ellos por los más pobres o si dichos productos (orgánicos, ecológicos) están producidos en condiciones de injusticia social por la clase obrera que los produce y de quienes se violan sus derechos laborales entonces, no podríamos hablar de un desarrollo sustentable, sino que seguimos hablando de un estilo de desarrollo que favorece mayormente a la economía sobre cualquier otra esfera como la social (derechos laborales, accesibilidad del producto).
No podremos hablar de las bondades de un producto environmental friendly si éste es caro para los más pobres (generalmente las mujeres) y facturado en condiciones de violación de derechos laborales (en donde justamente las mujeres serán las más explotadas), eso no, no es sustentable. Un desarrollo sustentable busca no sólo un equilibrio entre lo ambiental y lo económico (sostenible), o entre lo social (equidad de género y corresponsabilidad) y lo ambientalmente responsable, sino que, en el desarrollo sustentable se trata de armonizar las tres dimensiones (social, ambiental, económica) no sólo una o dos dimensiones, un reto para nuestra sociedad del consumo y la política pública, definitivamente.
Dr. Edgar Iván Zazueta Luzanilla, es Doctor en Ciencias, con especialidad en Desarrollo Regional por el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C., pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y a la Red Conacyt “Género, Sociedad y Medio Ambiente (GESMA). @Edgarivanzaz