¿Cuál es la realidad en torno a la democratización, la paridad de género y los espacios libres de violencia en los sindicatos de nuestro país? Los desafíos para alcanzar esta triada son múltiples y, con ello, las consecuencias también; en el marco del Día Internacional de las y los Trabajadores una de las interrogantes sobre la mesa es, ¿quiénes se encuentran a la defensa de las millones de mujeres en situación de violencia y explotación laboral? ¿Los charros, figura masculina que hace alusión a los líderes sindicales que lucran con su posición, se alinean a los intereses del Estado y ejercen violencia?

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La lucha feminista y la lucha obrera, históricamente han ido de la mano en nombre de la emancipación de las mujeres, los derechos laborales, la erradicación de la explotación y el cierre de la brecha salarial. La perspectiva de género, en este sentido, se vuelve la herramienta idónea para generar los espacios propicios para todas las trabajadoras en nuestro país; sin embargo, si desde las posiciones de poder hay una ausencia de este conocimiento, de manera escalonada se favorece la perpetuación de la violencia y la invisibilización del trabajo de las mujeres obreras.

“Los sindicatos se van a fortalecer siempre y cuando reconozcan que la participación de las mujeres es fundamental, ninguna sociedad se puede desarrollar de manera sostenible si no cambia y aumenta la distribución de oportunidades” (Inés González, Coordinadora de Diálogo Sindical y de Género de la Fundación Friedrich Ebert en México).

¿Cuál es el panorama para las mujeres sindicalistas?

Para entender este fenómeno, La Cadera de Eva entrevistó a Inés González coordinadora colegiada de la Red de Mujeres Sindicalistas quien señaló que históricamente existe un reconocimiento de que las mujeres pueden ser dirigentes sindicales, especialmente, si se observa que existe una participación femenina del 8%.

“El que no exista este reconocimiento y que no se le brinde la oportunidad a las mujeres a participar es algo que todavía tenemos que trabajar porque no hay resultados reales”, explicó la sindicalista.

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Y es que, desde su perspectiva, no sólo se trata de que exista la paridad de género de la que se habla en las reformas a la Ley del Trabajo de 2019, sino que queda aún un camino por recorrer; en primera instancia, no debería de ser una ley la participación de las mujeres, por el contrario, se trata de un derecho humano y, en segundo lugar, es necesario generar espacios propicios libres de violencia para el libre ejercicio sindical, explica Inés González.

Con frecuencia se aborda el tema del 50/50 en las instituciones gubernamentales y, si bien, esto representa un gran acierto para la política, las mujeres deben de gozar de la misma libertad de participación. Por ejemplo, al interior de los sindicatos la postura de una mujer no es tomada con la seriedad suficiente, además de que viven acoso sexual, estigmatización, discriminación y exclusión. La mujer, aunque esté presente, se mantiene subordinada a un sistema patriarcal que obstaculiza su ejercer, como lo explica la coordinadora colegiada de la Red de Mujeres Sindicalistas:

“Las mujeres tienen que estar ahí para imprimirle otro enfoque a la lucha sindical de nuestro país, es una discriminación inminente la que viven las mujeres, porque se tiene un pensamiento androcéntrico de que la política es por y para hombres y claro que cuando las mujeres se atreven (a participar) pues les pasa de todo, burlas, acoso, hostigamiento, descalificaciones, les piden que se vayan a sus casas, cuando una mujer sube a tomar el micrófono empiezan los chiflidos de que está bonita y no entienden el aporte de su discurso”, menciona Inés González.

La violencia que viven las mujeres sindicalistas no es mas que el espejo de una sociedad violenta que posee una profunda carga patriarcal y que se refleja en la vida cotidiana de otras mujeres. En entrevista para La Cadera de Eva, Olga, una enfermera afiliada al sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social y que desempeña su labor al norte de la capital señala que una práctica común como defensora de los derechos del trabajador es que no la consideren lo suficientemente capaz. 

Desempeñándose en el turno nocturno, comparte que a veces se encuentra sola en ese turno y, cuando es requerida para mediar una situación, sus compañeros le exigen tratar con un hombre, pues no desean tratar con ella, la cuestionan y excluyen

“Siento que no tenemos el apoyo de los demás delegados hombres, muchas veces en el turno nocturno estamos solas en caso de agresiones. ¿Nos protegen?: no lo creo. Te piden hablar con otros hombres porque creen que tú no vas a luchar y no es así, las mujeres también luchamos y les buscamos soluciones a sus problemas, algo que nuestros compañeros no hacen”, explica en entrevista.

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Su testimonio es uno de tantos que muestran cómo la violencia de género se instaura desde los altos puestos de los sindicatos, atraviesa a las mujeres afiliadas en sus centros de trabajo y finalmente, trastoca a quienes deben ser defendidas y tomadas en cuenta: las obreras mexicanas.

En ese sentido, Inés González acota que se trata de múltiples luchas pues, al interior del Comité Ejecutivo de los sindicatos no toman en cuenta las propuestas de las mujeres y cuando se logra convencer de impulsar un proyecto, los líderes lo postergan señalando que no hay presupuesto suficiente. Posteriormente, se libra otra lucha contra otros compañeros, incluso de la misma bancada, quienes carecen de perspectiva de género y ejercen sus funciones sin considerar la interseccionalidad, es decir, las condiciones que atraviesan a cada persona de manera particular.

Con tanto qué trabajar y con un registro tan amplio de la violencia patriarcal que vive la mujer sindicalista, se podría pensar que existe un órgano especializado en género que sirva como refugio para ellas, protección, de acompañamiento y ponga un freno importante, sin embargo la respuesta es no, no existe una comisión de este corte. 

Durante la conversación con Olga se le cuestionó si sabía quién la protegía, cuál era el protocolo o con quiénes podría acercarse en caso de violencia de género, hostigamiento o acoso sexual; no sabía y reconoció que no había órgano que velara por ella y sus compañeras enfermeras sindicales.

“No existe un órgano que proteja a las sindicalistas, por eso es tan importante que también los sindicatos creen estos protocolos para atender la discriminación para todas las personas, pero principalmente, para las mujeres. Estamos muy atrasados en ese sentido de no tener instancias para la atención de la violencia (…) creo que tiene qué ver con muchas cosas, entre ello, la falta de presupuestos”, explica Inés González al abordar la misma pregunta.

Generar protocolos es una cuestión prioritaria para Inés González, pero no sólo se debe atender en papel o dejar una queja, sino que se debe de ofrecer una resolución contundente al problema pero no existe experiencia en los sindicatos para abordar estas cuestiones, por lo que, desde la perspectiva de la sindicalista, "se cierran los ojos para no ver la realidad". 

Abriendo el panorama: mujeres costureras

El 57% de las personas que trabajan en la industria textil son mujeres y son precisamente ellas quienes se enfrentan a la mayor precarización laboral, no poseen contratos fijos, vacaciones establecidas y viven situaciones de violencia con su empleador, por ejemplo, amenazas y castigos. 

Trabajando hasta 18 horas consecutivas en las maquilas, las mujeres presentan altos niveles de estrés, ansiedad, insomnio y enfermedades derivadas del sedentarismo al pasar la mayoría del día sentadas, algunas veces, sin poder levantarse de su silla. 

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Desempeñan sus labores en fábricas insalubres, zonas altamente inseguras, sin equipo de protección suficiente, acceso a espacios verdes e incluso, sin servicios básicos como el agua. En ese sentido, es importante destacar que 3 de cada 10 mujeres trabajadoras en nuestro país no cuenta con un baño limpio, agua, jabón ni productos de gestión menstrual de libre acceso, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Gestión Menstrual (ENGM).

A pesar del Nuevo Modelo Laboral del 2019, las violencias sistémicas se mantienen vigentes en la vida de las trabajadoras mexicanas: se desconoce su experiencia, vivencias, violencias y cómo se enfrentan a una opresión que las mantiene sujetas a jornadas de casi 24 horas y abuso de los jefes de producción. 

“El cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo”. (Filósofa Silvia Federici).

Finalmente, es necesario hacer hincapié en que mientras exista una participación mínima de mujeres en los sindicatos de trabajadores, la lucha obrera continuará desconociendo que las mujeres trabajadoras también existen y resisten a una precarización laboral inconcebible. La mirada de las mujeres sindicales y de la disidencia sexo genérica permite quitarse la ginopia y comenzar a poner el foco en cuestiones prioritarias como la violencia de género, la salud menstrual digna o visibilizar el trabajo no remunerado y de cuidados

“Las mujeres necesitamos tener espacios libres y armónicos, lejos de la violencia laboral y sexual porque no habrán mejores condiciones laborales ni una democracia completa si las mujeres no estamos ahí. Es momento de que tomemos en nuestras manos la reforma laboral del 2019 y la hagamos cumplir, sé que no es fácil, pero hay que atrevernos a apropiarnos de los espacios y transformar la realidad” (Inés González, Coordinadora de Diálogo Sindical y de Género de la Fundación Friedrich Ebert en México).

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