“Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo”. Como cada año, este 17 de abril se conmemora el aniversario luctuoso de la escritora y poetisa, Sor Juana Inés de la Cruz, conocida como la “Décima musa” o la “Primera feminista de América”.

La virtuosa de la pluma, originaria de San Miguel Nepantla, Estado de México, nació un 12 de noviembre de 1648, y dedicó más de 27 años a la vida eclesiástica, lo que le dio la libertad para escribir, y no sólo sobre el poder, la injusticia, los derechos de las mujeres, pero también sobre el amor, el cuerpo y el deseo

Sublime y espiritual, o tortuoso y contradictorio, Sor Juana Inés de la Cruz exploró a través de sus poemas la complejidad del deseo, especialmente para la época (aunque muchos versos cobran vida en la actualidad), pues a lo largo de la historia, la poetisa ha sido vinculada románticamente con Leonor María de Carreto, esposa del Virrey Antonio Sebastián de Trejo y de la condesa de la entonces Nueva España, María Luisa Manrique de Lara Gonzaga, a quien se le atribuye algunos de los versos más apasionados.

¿Qué escribió Sor Juana sobre el deseo y el  cuerpo?

La figura de Lysi como destinataria de los versos de la poetisa es recurrente. En un contexto religiosos y patriarcal del siglo XVII, Sor Juana destinó varios sonetos y versos que se han interpretado como expresiones de amor romántico o erótico hacia otras mujeres, y es que en su obra hay sombras deseadas, cuerpos ausentes y amores amargos y prohibidos. 

En la redondilla Hombres necios que acusáis, Sor Juana escribe sobre cómo los hombres utilizan el deseo para provocar a las mujeres, aprovecharse de él, y después culpar a las mujeres por sus actos. “Dan vuestras amantes penas, a sus libertades alas, y después de hacerlas malas, las queréis hallar muy buenas”.

Sor Juana finaliza con la estrofa: “Bien con muchas armas fundo, que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo”, en donde se representa la tentación terrenal y el deseo vulnerable del cuerpo humano que es representado por la palabra “carne”.

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Y es que para Sor Juana, el deseo está relacionado en gran parte con el cuerpo femenino, pues en Este que ves, engaño colorido, la poetisa retrata la belleza de la mujer como un artefacto de deseo fabricado a los ojos de los hombres. Detrás de los rostros adornados de las mujeres, de la fantasía y del deseo por los cuerpos ornamentados se halla la realidad de los cuerpos. "Este que ves, engaño colorido, que del arte ostentando los primores, con falsos silogismos de colores, es cauteloso engaño del sentido".

En el soneto Detente, sombra de mi bien esquivo, Sor Juana explora al deseo como una figura inalcanzable, ambigua y sensual. "Detente, sombra de mi bien esquivo, imagen del hechizo que más quiero, bella ilusión por quien alegre muero, dulce ficción por quien penosa vivo”, aquí la sombra representa el carácter fugitivo y furtivo de un amante ausente.

El deseo más allá del cuerpo

Su carácter intelectual llevó a Sor Juana a desafiar el orden patriarcal de la época, y es que en muchos de sus textos escribe sobre el cuerpo, la mente y el conocimiento de las mujeres para trascender el deseo por los cuerpos, como se demuestra en la famosa frase: "... Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más se habría escrito", en Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. 

El deseo es en tanto físico, romántico y pasional como un impulso vital y casi espiritual que trasciende la carne, pues Sor Juana expresa deseo por la libertad, por el saber y el deseo de simplemente ser como mujer,

“...no estudio para enseñar, sino por parecerme menos malo estudiar que ignorar.” (Respuesta a Sor Filotea de la Cruz)