La tendencia actual en redes sociales parece ser la misma: ser delgada, tener un marido que resuelva, ser una mujer de “alto valor” y estar conectada con tu “energía femenina”.
Un cóctel de lujo silencioso, la estética demure, clean look, las trad wives y el boom del Ozempic han marcado el rumbo de los últimos tiempos, reflejando un creciente clima político conservador que ya ha llegado hasta nuestra ropa.
Desde los primeros años de esta década, la moda ha evolucionado de manera significativa. Durante la década de 2010, los programas de competencia de drag queens comenzaron a tomar protagonismo, celebrando la creatividad y la ruptura de estereotipos. Las tendencias neón en maquillaje, el body painting y series como Euphoria exploraban la identidad de maneras nunca antes vistas, y el público no dudó en replicar estos estilos.
Sin embargo, con la llegada de la derecha al poder en varios países como Estados Unidos, Corea del Sur, Argentina y Alemania, esta tendencia ha cambiado de rumbo, y en su lugar han cobrado dominio la idea de la dama bien vestida, recatada, pulcra y refinada, reforzando así el estereotipo tradicional y machista de la “buena mujer”.
Y no solo eso, la tendencia de la delgadez extrema también ha cobrado fuerza en la industria del wellness. La reciente ola de celebridades que repentinamente ha perdido peso dejó de sostener el estandarte del movimiento body positive.
La modelo británica Kate Moss ya lo decía hace ya varios años: “Nada sabe mejor que estar delgada” . Ser delgada en realidad nunca ha dejado de ser un estándar de belleza, pero con la llegada de medicamentos como el Ozempic se ha desenmarañado lo evidente: la corporalidad también es una tendencia.
Lo conservador está de moda, y los valores de una familia heteronormada regida por la tradición del hombre proveedor y la mujer cuidadora se ven reflejados en la forma de vestimenta y maquillaje, propias de la estética asociada con la clase alta y elitista.
Incluso los candidatos a color del año que la empresa Pantone proyecta como tendencia el 2025 son, en su mayoría, colores sombríos como kashmir, cocoon, crema limón y granito azul, pero ¿es esto coincidencia?
En el libro, El imperio de lo efímero el sociólogo y filósofo francés Gilles Lipovetsky observaba que la relación entre sociedad y moda se acelera y petrifica al mismo tiempo que las tendencias de la movilidad social “paradójicamente, impulsa tanto el modernismo como el conservadurismo”.
¡La política conservadora también es fashionista!
Clásico, femenino, sobrio, elegante, totalmente un estilo para una dama. ¡Es el estilo que ama la gente de Florida y Washington! Así describen medios de comunicación los atuendos de Ivanka Trump, y es que, al ser la moda una herramienta política e ideológica, promueve estándares de la imagen de la mujer que es o no es aceptada.
Tan sólo hay que ver a las mujeres que forman parte del gabinete presidencial de Donald Trump para su segundo periodo electoral: Pam Bondi, ex fiscal en Florida es la propuesta de Trump para la Secretaria de Justicia de los Estados Unidos; Kristi Noem, gobernadora de Carolina del Sur será la Secretaría de Seguridad Nacional, y Susan Wiles será la jefa de Gabinete de la Casa Blanca, un puesto sumamente importante en la política estadounidense.
¿Qué tienen en común estás mujeres? Todas son mujeres blancas, conservadoras, pero no sólo eso, sino que, sin contar a Susan Wiles, la mayoría de las mujeres junto a Donald Trump son delgadas, altas y se presentan ante el público en prendas colores pastel, oxford, crema, grises, negros y blancos. Sus hijas, Ivanka Trump y Tiffany Trump, no son la excepción, dibujan la figura tradicional y conservadora de la mujer ideal estadounidense.
Sería impreciso decir que Melania Trump no forma parte de este estándar, pero lo cierto es que, aunque utilice en ocasiones colores más vibrantes, las siluetas de la sus prendas siguen siendo las mismas: rígidas, con la cintura entallada y el corte del vestido por debajo de la rodilla. La aceptación de su relativa diferenciación entre las mujeres blancas de Estados Unidos no podría considerarse más que una fetichización y exotización de su nacionalidad eslovena, propia de la migración que sí es acogida por una sociedad xenófoba.
“No hay moda sin prestigio y superioridad atribuidos a los nuevos modelos y, por tanto, sin cierto menosprecio por el orden antiguo”, si bien Lipovetsky se refería en esta oración a las comunidades hiperconservadoras, como las menonitas, e incluso pueblos indígenas, en las que la existencia del concepto de la moda es casi imposible en las tradiciones inamovibles, el auge de la tendencia conservadora y minimalista en la moda no es más que el reflejo del cambio político cíclico de ultraderecha.
¿El estilo personal ha muerto?
¡Limpia de clósets! El tiempo del maximalismo se terminó, las redes sociales inhiben la imbricación de nuevas propuestas en la moda. todos utilizan las mismas prendas excéntricas en una búsqueda fallida de personalidad.
Esto es lo que varios usuarios en redes sociales han descrito como la muerte del estilo personal, e incluso se ha popularizado la frase "Puedes saber cuánto tiempo pasa una persona en internet por la ropa que usa”.
La discusión maximalismo vs minimalismo no es para nada nueva y se extiende por todos los rincones; en el diseño de interiores se ve en las recamaras que apuestan por la simplicidad, las que la contradicen son excéntricas, llenas de tiliches que ornamentan cada rincón del espacio.
En la moda sucede algo parecido y trae consigo connotaciones sociales; a las personas que gustan del maximalismo se les ve muchas veces como renegados de la sociedad, estigmatizados por supuestamente pertenecer a un estatus social bajo, a quienes optan por un estilo minimalista se les asocia con un estatus elevado, son aquellas personas que forman parte de una elite, o pretenden hacerlo, como en las tendencias de old money y clean look.
El twist aquí está en la idea reciente de que el maximalismo es un síntoma del capitalismo, cuando en realidad, toda aproximación a la moda es propia del sistema.
¿Acaso el maximalismo es sinónimo de consumismo, y por el contrario, el minimalismo promueve la conciencia de la cantidad de ropa que se consume? Bajo una lógica capital, la ropa, por muy rosa fosforescente o muy gris, seguirá vendiendo. Según datos de Statista, la industria de la moda genera mundialmente aproximadamente un billón de dólares estadounidenses al año, y tan sólo en 2023 se duplicó el consumo de prendas masculinas.
El estilo personal tampoco es sinónimo de piezas extravagantes, es más bien un privilegio entre las personas que tienen formación en el sector de la moda.
No queremos decir que esto sea malo, por el contrario, como todo tipo de arte, es una forma de expresión y descubrimiento de la identidad, sirve para plasmar quienes somos, sin embargo, quienes buscan su identidad a través de la ropa muchas veces poseen privilegios que otras personas no, por el simple hecho de tener el tiempo y recursos, limitados o no, para dicha exploración.
Por ejemplo, la comunidad alternativa punk no se vestía como “punk”, simplemente lo eran; fue un movimiento social y cultural enraizado en la autogestión y la lucha en contra de la sociedad de masas.
Así que no, el estilo personal no ha muerto, sin importar que este se vea de colores y plumas o de un negro sólido. Es más una búsqueda personal que se ve influenciada por la sobreoferta en el mercado textil que viene con el privilegio de tan sólo pensarlo.
Con esto no queremos decir que el archivo de moda es banal, por el contrario, compone un panorama sociológico de la estética y el vestido, y tienen un significado político enorme, sólo que algunas personas tienen la posibilidad de elegir que quieren usar, y otras no.