La lucha por un México independiente no sería posible sin la participación de las mujeres como lideresas, insurgentas, conspiradoras, combatientes, curanderas y estrategas.
Aunque la historia oficial ha invisibilizado el protagonismo y las aportaciones de las mujeres durante la independencia del país, el papel de las mujeres fue determinante para sostener, cuidar y proteger las redes de comunicación y la resistencia que reforzaron la insurgencia.
Ese es el caso de Gertrudis Bocanegra, una mujer insurgenta indígena que desafió las normas de género y desempeñó un papel crucial en la causa independentista.
¿Quién es Gertrudis Bocanegra?
Gertrudis Bocanegra, nacida en 11 de abril de 1762 en Pátzcuaro, Michoacán, —lugar conocido como la antigua alcaldía mayor de Michoacán en la Nueva España— creció viviendo de primera mano la discriminación del sistema colonial de castas, pues en el siglo XVIII, la condiciones de las mujeres dependían estrictamente de su estatus social y origen étnico.
Bocanegra era hija de Pedro Xavier Bocanegra, un comerciante español, y de María Feliciana Mendoza, una mujer “mestiza”, hija de un cacique indígena.
A pesar de que la familia Bocanegra no pertenecía a una élite, pudieron costear la educación de Gertrudis, un caso poco peculiar de la época. Esto le permitió acceder a la educación elemental para “señoritas”.
En 1874, Gertrudis Bocanegra contrajo matrimonio con Pedro Advíncula, después de que su padre de negará a consensuar la unión, pues Advíncula pertenecía a la casta de los mulatos —el mestizaje entre personas blancas y africanas—. Sin desistir de su voluntad, lograron superar el peso en las estructuras sociopolíticas y económicas novohispanas.
¿Qué papel desempeñó en la Independencia de México?
El papel de Gertrudis Bocanegra en la insurgencia fue tan estratégico como decisivo. Si bien la vida política de las mujeres parecía inexistente en la Nueva España, la realidad es que la semilla de la resistencia germinaba en los espacios cotidianos: las conversaciones en los mercados, las reuniones familiares y las tertulias literarias.
Escenarios diseñados para lo privado se convirtieron en trincheras invisibles desde donde las mujeres sostuvieron y fortalecieron el movimiento de independencia.
En ese contexto surgió la Conspiración de Valladolid de 1809, en la actual Morelia, Michoacán. Tras ser descubierta y estallar la independencia en 1810, Gertrudis Bocanegra alentó a su marido y a su hijo de 17 años de edad a integrarse a las tropas comandadas por el insurgente Manuel Muñiz Villa.
Después de un año, en 1811, Gertrudis perdió a su esposo e hijo en el combate, sin embargo, eso no le impidió ser una aliada activa del movimiento independentista por más de siete años, en donde participó como mensajera, suministro víveres y recursos económicos a la resistencia, espió e enemigos del movimiento para informar a los insurgentes y contribuyó a la organización de un levantamiento en Pátzcuaro, donde fue descubierta y sometida a un interrogatorio.
Gertrudis Bocanegra fue fiel a la causa insurgente, por lo que fue condenada por los delitos de sedición —levantamiento colectivo contra la autoridad— y por conspiración contra el Rey de España. Fue fusilada el 11 de octubre de 1817 a los 52 años de edad.
Mujeres y la Independencia de México
A pesar de que en la actualidad el Estado ha promovido la participación de las mujeres en el movimiento de independencia, como en 2020, proclamado Año de Leona Vicario, durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, las mujeres continúan sin tener el reconocimiento que merecen, en su lugar, se continúa forjando la figura del “héroe patriota”, esa figura de bronce masculina que encarna en solitario la gesta de la nación.
A esto se suma la vilificación histórica que han sufrido las llamadas “madres de la patria”. La mayoría fueron acusadas de sedición, conspiración e incluso de seducción, como si su participación política debiera leerse únicamente a través de su moral sexual.
Se les castigó no sólo por desafiar al orden colonial, sino también por cuestionar los mandatos de género, juzgándolas bajo la etiqueta de “buenas” o “malas” mujeres.
Reconocer a figuras como Gertrudis Bocanegra implica desmontar esa narrativa patriarcal que redujo su legado. Rescatarlas del olvido no es un gesto simbólico, sino un acto de justicia histórica.