Vivir un hecho violento en México no sólo deja una herida emocional: también empuja a las víctimas a un proceso profundamente deshumanizante. La declaración ministerial, pensada como un acto de justicia, termina muchas veces convirtiéndose en una máquina de borrar matices, sentimientos y memorias. En Comparecencia (in)voluntaria (Utópicas, 2025), Marisol García Walls plasma un duelo de más de 10 años. Tras un asalto en su hogar, la violencia les arrebató tranquilidad y dignidad.

 Al denunciar, Marisol jamás imaginó que el sistema de justicia sería doblemente violento, despojándola de su sentir, memoria y palabras, para transcribirlas a un lenguaje burocrático que enajena a las víctimas

En entrevista para La Cadera de Eva, Marisol García Walls narra su camino en busca de su voz: “Hubiera querido decir: “Esta no es mi historia”. Pero ni modo. Me tocó contarla”.

¿Cómo fue para ti el proceso de escribir "Comparecencia (Involuntaria)"?

Fue un proceso muy largo que empecé hace 10 u 11 años. Estaba trabajando en otro proyecto, pero obtuve las primeras páginas de este libro. Sabía lo que quería escribir, pero no tenía claras las herramientas.

El camino de Marisol fue un aprendizaje constante, convirtiendo su escritura en un acto de justicia contra el esfuerzo del Estado por silenciar la memoria de miles de víctimas. Su obra trasciende el crimen, retratando lo que ocurre después, cuando el Estado debería proteger, pero falla, enredado en impunidad y burocracia.

¿Consideras que el sistema de justicia está realmente diseñado para proteger a las víctimas?

El libro aborda cómo el Estado crea ficciones, como la de subordinación. Documentos como las escrituras de propiedad son ficciones que concretan esa subordinación. Decir que poseemos la tierra es una ficción.

La protección y la justicia son también ficción. Quería buscar ficciones correlativas para darle la vuelta. ¿Qué tan ficcional es hacer una comparecencia en su lado B? Volver a testimoniar y decirle al Estado todo lo que quiero, cómo esa protección misma es ficción.

¿Crees que la manera en que el sistema de justicia maneja los casos de violencia y abuso influye en que haya una alta cifra de casos que no se denuncien?

Sí, por supuesto. Al escribir Comparecencia me interesaba lo que pasaba después del crimen. Es decir, ¿qué ocurre cuando llegas a un ministerio público y te dicen: “Siéntate”? Te advierten que la comparecencia es “voluntaria”, que está penado falsear información y que tienes que hablar.

Quería relacionar memoria, testimonio y documentación de procesos de vida. Después de ir al Ministerio Público, entendí por qué existían esos prejuicios sobre no denunciar. Por qué es tan difícil, no solo emocionalmente, sino por los impedimentos físicos para llegar y ser atendidos. El libro explora estos ángulos y de cierta forma hace evidente el por qué la gente decide no denunciar.

En el libro mencionas que el Estado parece distorsionar la voz de las víctimas, ¿piensas que es a través del lenguaje que ocupa para hacer la comparecencia?

Sí, el lenguaje es una de las primeras barreras. Las ficciones se construyen en el lenguaje. El sistema legal es lenguaje en acción, y no todos hablamos esa lengua. Como víctimas, nuestro primer encuentro es con un lenguaje codificado que no entendemos, lo que media y aleja nuestra historia.

Otros países permiten narraciones libres, pero en México hay mediación. No es solo quién transcribe, sino cómo se hace la declaración. Te piden detalles específicos, dirigiendo tu narración y memoria.

Me parecía fascinante estudiar esa locura: no poder contar libremente lo que pasó, sino que alguien te diga cómo contárselo al Estado. Eso obstaculiza tu lenguaje y la forma natural de contar tu memoria.Además de ser violento, revela las violencias estatales. ¿Quién puede llegar al MP más cercano? ¿Qué tan violento es esperar horas para ser atendido? Esto evidencia fallas estructurales y la distribución de privilegios en nuestro país.

En tu libro mencionas el término "contra testimonio", ¿cómo fue tu acercamiento a este concepto?

Es una pregunta interesante. Me di cuenta de que usaba la palabra cuando Marina Zagua me preguntó por ella. No recordaba haberla sistematizado. Contra testimonio es un desdoble de “contra archivo”, mi trabajo académico. Estudio cómo el archivo puede ser leído a contrapelo de lo que normalmente dice. Los archivos están llenos de historias de vida de gente que se filtra a documentos oficiales contra su voluntad, como la venta de esclavizados o la posesión de tierras. Me interesa cómo una lectura contrachivística usa documentos para decir otras cosas.

El contra testimonio es usar los recursos del testimonio para devolver una lectura distinta. No quería que el Estado tuviera la última palabra sobre mi caso. Quería hacer un ejercicio de lectura y devolución, como en el performance.

¿Crees que retomar el "yo" puede ser un acto de rebelión política dentro de las narrativas?

Sí, es complejo y depende de la disciplina. En literatura, el “yo” suele estar mediado por la ficción. Puedes tener una novela en primera persona con un “yo” ficcional. Pero nos cuesta más pensar en el “yo” de una escritora mexicana que habla de su experiencia en primera persona sobre temas serios. Se admite en el ensayo (un “yo” lírico), pero en periodismo a veces está proscrito. En mi libro, se ven esos distintos “yo” según los géneros. Aprendí cómo ese “yo” se modula y sirve como herramienta.

Marisol García Walls no solo ha escrito un libro; ha forjado un arma. Comparecencia (in)voluntaria es un grito que desgarra el velo de la burocracia y la impunidad, revelando la violencia inherente a un sistema que promete justicia pero entrega despojo. 

Su "contra testimonio" no es solo una alternativa, es una declaración de guerra contra el silencio impuesto, una invitación a todas las voces silenciadas a reclamar su narrativa. Porque en cada palabra recuperada, en cada memoria reivindicada, reside la chispa de una revolución que el Estado, con todas sus ficciones, jamás podrá apagar.

La historia de Marisol es la nuestra, y al contarla, nos enseña que la verdadera justicia no se encuentra en los expedientes, sino en la inquebrantable voluntad de no dejar que nos roben la voz.