¿Te ha pasado que ves una injusticia y te arde algo adentro, como si te la hicieran a ti? Esa sensación ha encendido a miles de personas que hoy ponen su tiempo y energía al servicio de causas que buscan cambiar lo que duele.
Este 5 de diciembre, Día Internacional de las y los Voluntarios, quisimos entender cómo se transforma esa incomodidad en acción. Y para eso hablamos con dos mujeres que lo viven todos los días dentro de uno de los movimientos de derechos humanos más grandes del mundo: el voluntariado de Amnistía Internacional México.
A través de las voces de Oriana Trejo y María José Trejo Rosales —voluntarias de generaciones y trayectorias distintas— descubrimos cómo el activismo cotidiano, el acompañamiento y la empatía pueden mover estructuras completas.
¿Qué hace Amnistía Internacional y por qué importa hablar con sus voluntarias?
Amnistía Internacional México no es solo una organización: es una red de más de cuatro mil personas que, desde distintos contextos y ritmos de vida, deciden involucrarse. Hay quienes investigan, quienes protestan, quienes escriben cartas, quienes acompañan casos o quienes simplemente levantan la mano cuando se necesita.
Algunas forman parte de la membresía —personas que también ayudan a decidir el rumbo del movimiento— y otras participan desde el activismo o el voluntariado. Todas sostienen la misma convicción: que defender derechos humanos no es un lujo, sino una urgencia construida colectivamente.
Fundada en 1961, Amnistía ha demostrado que la organización de miles de personas puede mover sistemas completos. Sus integrantes han liberado activistas, cambiado leyes discriminatorias, acompañado luchas y logrado transformaciones que parecían imposibles.
Algunos ejemplos recientes en México:
- En Chiapas y Zacatepec, se frenaron procesos judiciales injustos contra defensores de tierra y territorio.
- En el Estado de México, la campaña #HastaSerEscuchadas impulsó una disculpa pública a familias víctimas de feminicidio precedido de desaparición.
- En Guanajuato, más de 21 mil firmas respaldaron la exigencia de reconocer la legitimidad de las protestas feministas.
- En San Luis Potosí se creó una fiscalía especializada en feminicidios.
Todo eso ocurre gracias a miles de personas que, como Oriana y María José, entienden que defender derechos humanos no es responsabilidad de “alguien más”: es algo que hacemos juntas.
Cuando la injusticia se vuelve personal
Oriana Trejo, de 36 años forma parte del Comité Directivo de Amnistía Internacional México. Aunque ya tenía experiencia en voluntariado —especialmente con los scouts— buscaba algo más profundo que las actividades asistencialistas. Quería involucrarse en acciones con impacto real.
Su motivación conectó con uno de los lemas más potentes de Amnistía: “tomarnos la injusticia como algo personal”. Para ella era fundamental que su trabajo contribuyera a transformar la vida de otras personas, y en Amnistía encontró ese espacio donde muchas personas comparten esa inquietud.
Uno de los momentos más significativos de su camino fue acompañar a colectivas de buscadoras en Guanajuato, durante una búsqueda en Irapuato, como parte del Día Internacional contra la Desaparición Forzada.
“Es imposible que no te muevas, es imposible que este momento no haga que valores la importancia del voluntariado, de acompañarlas y de querer seguir ahí” (Oriana Trejo, activista)
Para Oriana, las personas voluntarias son el corazón y la columna vertebral del movimiento: llevan los derechos humanos a las calles, al territorio y a la vida cotidiana. Son quienes impulsan campañas, sostienen exigencias y construyen comunidad.
“Es un estilo de vida basado en la empatía, la acción colectiva y la convicción de que la realidad es transformable” (Oriana Trejo, activista)

Foto: Especial
¿Quién dijo que no había lugar para ti?
La historia de María José Trejo Rosales, de 25 años, también muestra el poder del voluntariado. Egresada de Relaciones Internacionales, conoció el trabajo de Amnistía a través de redes sociales y su entrada fue la campaña Vivan las Mujeres.
Para ella, formar parte del voluntariado tiene un significado aún más profundo: demuestra que las mujeres jóvenes con discapacidad también son parte esencial de este movimiento. Su presencia inspira a otras mujeres en su misma condición a ocupar espacios, alzar la voz y reclamar sus derechos.
Ha colaborado en la difusión de informes clave, como Hasta Encontrarte, sobre violencia de género y la lucha de las madres buscadoras. Su trabajo la ha transformado, pero también la ha vuelto más crítica del entorno.
“Lo discapacitante es el entorno, no mi condición” (María José Trejo, activista)
María José enfrenta —y desafía— las barreras sociales, especialmente la falta de conciencia sobre las mujeres con discapacidad. Su activismo sostiene una consigna viva: nada sobre nosotras sin nosotras.

Foto: Especial
El impacto real del voluntariado
Las historias de Oriana y María José muestran que el voluntariado nace de temas que nos atraviesan no solo el cuerpo, sino también el alma. Las personas voluntarias donan tiempo, energía y convicción para defender los derechos humanos.
Como dice Oriana, este camino te hace más crítica, más empática y más consciente del poder de la ciudadanía organizada. Y ambas coinciden en algo esencial: no hace falta ser experta ni haber sufrido una injusticia para empezar a actuar.
Si tienes curiosidad por involucrarte, ellas lo explican muy claro:
* Oriana invita a que “no lo duden, hay que mantener la llama encendida”.
* María José anima a “cuestionar todo; si algo no les hace sentir bien, es por una razón”.
Nunca somos suficientes para defender los derechos humanos: se requiere de todas y todos. La defensa de derechos se construye con acciones pequeñas, constantes y colectivas.
¿Quieres sumarte?
Hay muchas maneras de empezar:
- Infórmate y actúa: acércate a Amnistía Internacional y conoce la campaña Escribe por los Derechos.
- Alza la voz: firma una petición, participa en un grupo local o comparte información.
- Apoya la causa: si el activismo en la calle no es lo tuyo, puedes contribuir con una donación.
Recordemos que nuestras voces importan y que los cambios se construyen en comunidad. Solo juntas podremos seguir defendiendo a quienes lo arriesgan todo para hacerse oír.

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