El concepto de lenguaje incluyente ha generado múltiples discursos y tergiversaciones que satanizan el uso de herramientas lingüísticas que tienen por objetivo evitar sesgos de género, estereotipos, exclusión y la desvalorización de grupos históricamente oprimidos. El lenguaje tiene el poder de generar construcciones abstractas que inciden en juicios, valores y prejuicios que conforman la manera en que percibimos la realidad, de esto deviene que el lenguaje incluyente es vital en todo espacio político, pero también cotidiano.
Normalmente se percibe que el lenguaje es una cuestión ajena a la vida de cada persona, que es banal y que no tiene la importancia suficiente para transformar los espacios, sin embargo, el Manual de Comunicación No Sexista escrito por Claudia Guichard Bello, descarta completamente este postulado señalando que existe un estrecho vínculo entre poder y lenguaje.
¿Qué quiere decir esto?, de acuerdo con el Claudia Guichard, el lenguaje es la herramienta más poderosa en la socialización y su función es dar legitimidad a los poderes patriarcales.
“El lenguaje es sexista y se convierte en un campo de disputa en el que tienen lugar luchas entre quieren acabar con la desigualdad de género y quienes, alentados por el patriarcado, saben que el lenguaje es un instrumento de inferiorización de las mujeres”.
Con esta última parte, se hace hincapié en una lucha revolucionaria en el que las mujeres y grupos invisibilizados se emancipan a través de nombrarse. A través del lenguaje reivindicador y crítico todas las personas somos capaces de devolvernos en palabras una imagen exacta de la realidad. Lo demás, es sexismo, explica la lingüista.
Con ello, estos son algunos puntos clave para entender el lenguaje incluyente y también, el impacto que tiene en la vida de diversos grupos, desde el escalón social, hasta la obtención de la justicia.
El masculino no es universal
¿Por qué utilizamos el masculino como neutro en el español?, de acuerdo con el Manual Incluyente del Instituto Nacional Electoral, realizamos esta práctica por la mera convención social que hemos aprendido desde hace cientos de años, normalizamos cómo debe de ser el lenguaje androcéntrico sin incluir a las mujeres, nacionalidades, géneros, etnias, discapacidades, preferencias sexuales, estado civil y a todo grupo y cambio social que debe ser nombrado por el simple hecho de existir.
De manera aprendida, se considera que no es necesario nombrar femenino y masculino, sin embargo, no es incorrecto y mucho menos redundante nombrar a las mujeres en todo discurso, por el contrario, apela al respeto a la inclusión y abre la posibilidad de cuestionar el sexismo naturalizado de la sociedad mexicana, explica el Instituto Nacional de Mujeres.
Utilizar únicamente el sexo masculino para representar lo femenino es enviar un subtexto a la sociedad sobre la secundariedad de las mujeres en el lenguaje y la vida social, algo que el Instituto Nacional de las Mujeres acota de la siguiente manera:
“La exclusión de las mujeres del lenguaje es el correlativo de su exclusión de espacios de la vida social. Y aún más, se envía otro mensaje asociado a que el varón es la medida de lo humano. Por eso, lo humano se nombra en masculino”.
Visibiliza el trabajo de las mujeres y reconoce su autonomía
El trabajo de las mujeres por ser visibilizadas en el mercado profesional ha sido una lucha constante y prolongada. Apropiarse de los espacios, desempeñarse, el acceso a la educación universitaria y ocupar cargos de alto rango son victorias que deben ser nombradas, por ello, el lenguaje incluyente contempla hacer mención de las profesiones en femenino.
De manera tradicional, existen resistencias para no utilizar el lenguaje incluyente al considerarlo redundante o incluso, desacertado, sin embargo, es un necesario para derribar el sexismo y los estereotipos de género. Acá un listado que puede ser guía.
- La jueza
- La docente
- La abogada
- La diseñadora
- La presidenta
Otra de las cuestiones más importantes del lenguaje incluyente es que evita el trato sexista disfrazado de cortesía, esto quiere decir que, con frecuencia, hacemos uso de formas peyorativas para referirse a las mujeres, por ejemplo, infantilizándolas, atribuyéndoles ciertas actitudes y subordinándolas. En este sentido, el lenguaje incluyente recomienda jamás utilizar el “señora de…”, denotar posesión de las mujeres e infancias, ni utilizar diminutivos no consensuados, por el contrario, la manera correcta de referirse a cualquier mujer es por su nombre y apellidos.
El lenguaje incluyente en las leyes mexicanas
El lenguaje incluyente y no sexista, es una apuesta relativamente reciente que está siendo colocada en los órganos más importantes del país. Por ejemplo, en febrero de este año se propuso realizar las modificaciones correspondientes a la Ley Federal del Trabajo con el objetivo de propiciar la inclusión y erradicar términos peyorativos o excluyentes. Esta iniciativa continúa a discusión y fue enviada a la comisión de Trabajo y Previsión Social para determinar su validez.
Por otra parte, la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres señala que es una obligación para todo el sector público hacer uso del lenguaje incluyente en sus discursos, protocolos y manuales.
En este sentido, el lenguaje incluyente tiene una importante repercusión que también atraviesa a la jurisprudencia de nuestro país y permite que todas las personas tengan acceso a una justicia sin sesgos y con perspectiva de género.
“El lenguaje inclusivo no pretende ser correcto. Todo lo contrario, pretende cambiar la realidad, desafiarla y transformarla.Si el lenguaje inclusivo incomoda, es porque nos confronta con nuestro propio sexismo; nos obliga a cuestionar el mundo tal como lo conocemos, nos obliga a ver lo que siempre ha sido invisible” (Ministro Arturo Zaldívar)
Cuando nuestro sistema de justicia no posee esta perspectiva, entonces, el lenguaje puede ser utilizado de manera discriminatoria basándose en prejuicios y estereotipos, por ello, utilizar el lenguaje incluyente no sólo desmantela desigualdades, sino también, cambia las asimetrías del poder y se convierte en una obligación para todas las personas que imparten justicia en nuestro país, explica la Suprema Corte de Justicia.
Hacer uso del lenguaje incluyente, más que tratar de apelar al “uso correcto y neutral”, es evitar que el masculino sea considerado la forma estándar de ser, y luchar contra la imposición de una visión masculina del mundo, a expensas de otras visiones, señala la escritora feminista Teresa Moure. Por ello, el lenguaje incluyente en el sistema de jurisprudencia de nuestro país, garantiza que toda persona tiene los mismos derechos y nos reafirma como actores sociales con las mismas garantías, derechos y libertades sin importar sexo, género, discapacidad, raza, etnia o edad.
“No podemos comunicarnos eficientemente con otra persona si no la reconocemos como igual ante la ley y ante la comunidad, igual en sus derechos. El primer derecho de cualquier persona es existir como ser humano, y eso implica el derecho a ser nombrada. Tenemos que seguir pugnando porque el lenguaje sea un instrumento para la igualdad” (Instituto Nacional de las Mujeres)