¿Señora o señorita?, este es uno de los cuestionamientos más comunes que se escuchan en la cotidianidad para diferenciar a dos tipos de mujeres, las que están casadas y las que no. Sin importar el cristal por el que se observe, en ambos casos, hablamos de un sexismo en el lenguaje, no porque la palabra sea por sí misma excluyente sino que el uso que se le da es una discriminación directa en contra de ciertos grupos poblacionales, explica la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
En ese sentido, este discurso no se trata de no poder decir nada, sino de dar una lectura a profundidad sobre las expresiones sexistas que rodean el lenguaje y cómo podemos modificarlo para construir, no sólo espacios más incluyentes, sino equitativos.
En la obra Galería de títeres escrito por Guadalupe “Pita” Teresa Amor se encuentra “Raquel Rivadeneira”, el cuento de una mujer que toda su vida permaneció en soltería y al llegar a mediados de sus cuarenta años, el temor a envejecer comienza a acecharla, ninguno de sus amantes la visita a excepción de un par que se han comenzado a referir a ella como “señora” (pese a que ambos oscilan la misma edad) y se acercan a ella para platicar sobre sus nuevos intereses amorosos; mujeres más jóvenes. Para la sociedad, no quedan vestigios de la feminidad de la Raquel Rivadeneira de 20 años, la connotación “señora” se convierte en un ancla que la ata a conceptos como fealdad, intolerancia, vejez y torpeza. Con este ejemplo, queda preguntarse, ¿por qué acongoja tanto la semiótica de la palabra “señora”?
La respuesta es sencilla y es que, el proceso de envejecimiento posee una fuerte carga de género, algo que el artículo académico The International Journal of Aging and Human Development señala como un edadismo que se aúna al sexismo donde las mujeres adultas mayores se enfrentan a una sociedad que privilegia y cosifica a la mujer por su belleza y juventud. En contraste, los hombres en el mismo rango de edad son más valorados socialmente, en virtud del aumento de sus ingresos. sabiduría y logros.
¿Cuántas veces se escucha en la cotidianidad referirse a una persona como “señora” con el objetivo de atacar su físico o poner en duda sus acciones?; ¿has escuchado un “qué mal se ve la señora” o tal vez, “ya siéntese señora”?
La dicotomía entre ser señora o señorita, encasilla a la mujer a dos posibilidades, por un lado, la infantilización de la mujer “señorita” que está soltera y sólo alcanzará la plenitud cuando contraiga nupcias y se convierta en “señora de…”
Entonces… ¿señorita?
Desde hace una década un grupo de mujeres feministas en Francia exigió a las instituciones más importantes de la lengua eliminar todo formulario que incluyera la palabra “señorita”, pues atenta contra la vida privada de las mujeres. El argumento es sólido: ninguna persona tiene ni debe explicar su estado civil de manera innecesaria a menos que sea requerido en algún trámite.
Aunque de unos años a la fecha se ha colocado bajo el lente la importancia de dejar de exigir el estado civil o nombrar a las mujeres por su soltería / matrimonio, las instituciones como la RAE continúan señalando oficialmente que todo se trata de “una cortesía aplicada a la mujer soltera”, una distinción social que, en nuestro lenguaje, no se produce en varones.
“Señorita enfermera, ¿puede venir…?”
La guía “¿Piensas como hablas” publicada por el Gobierno de España señala que en el idioma, se ha quedado la costumbre de referirse como “señorita” a toda mujer económicamente activa, pues apela a una costumbre donde se asumía que la mujer joven que trabajaba era por su soltería, mientras que cuando contraía matrimonio, debía dejar su empleo para dedicarse al trabajo del hogar. De esta costumbre, viene que asumamos que las trabajadoras o personas que ofrecen un servicio son “señoritas”, una práctica clara de micromachismo.
No se trata de que el término “señorita” sea discriminatorio, sino que posee una fuerte carga de machismo y que apela al “deber” de ser mujer, por ejemplo, comportarse como una señorita, actuar como una señorita e incluso, gesticular como una señorita. Sobre esto, Araceli López Serena, maestra de Lengua Española comparte en entrevista para El Español que la palabra “señorita” corresponde directamente a la actitud servicial de feminidad; una palabra violenta que debemos dejar de utilizar cuando nos referimos a quienes están ofreciendo un bien o servicio.
La especialista señala que, aunque algunas instituciones de la lengua se resisten a esta lectura, la solución está en cada uno de nosotros, pues a través del poder de la palabra, de cuestionar el porqué hablamos así y deconstruirlo, podemos dejar de utilizar las expresiones que hacen distinciones por género.
El lenguaje como arma poderosa para visibilizar
Una de las formas primarias en las que se discrimina a la mujer es a través de lo simbólico, por ello, nombrar a las mujeres desde el respeto y la equidad es un derecho, no tanto una corrección política o un "hecho ocioso", explica la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, es más bien, estar acorde con una realidad de paridad de género donde todas y todos debemos ser personas nombradas.
El primer paso para este trabajo colectivo de arrancar las expresiones machistas heredadas, es reconocerlo y posteriormente, dar lectura a cómo utilizar el lenguaje de manera incluyente. Estas son algunas recomendaciones para deshacerse del “señorita /señora”:
- Omitir el sujeto: Hay ocasiones y situaciones donde se puede omitir la palabra y sustituirse por una manera impersonal que no genera ambigüedad. Por ejemplo, en lugar de un “Señorita, ¿le puedo ordenar?” / “Disculpe, ¿puedo ordenar?”
- Persona / Personas: En muchos casos, utilizar la palabra “persona” permite generar un espacio incluyente sin necesidad de caer en el uso de palabras o lenguaje sexista. Por ejemplo: “La señora X llegó al tribunal para iniciar el proceso” / “La persona agraviada llegó al tribunal para iniciar el proceso”
- Distinción por edad: Una alternativa importante es referirnos a esa persona por su nombre, “la mujer”, “la joven” o en su defecto, hacer uso de la omisión de sujeto que se abordó en el punto 1.
Otras correcciones importantes se encuentran en la Guía para el uso de un lenguaje incluyente y no sexista que se puede consultar aquí.
Hacer uso de estas herramientas y eliminar de nuestro lenguaje cotidiano esta clase de expresiones visibiliza a las mujeres y abona para la erradicación del sexismo. ¿Señora casada o señorita soltera?: Ninguna, mujer.