En México, el trato que recibimos cambia según cómo nos vemos. Un tono de piel más claro abre puertas y uno más oscuro puede cerrarlas. Estas diferencias se repiten tan seguido que parecen “normales”. Pero no lo son.
Hay un sistema silencioso, heredado y aprendido generación tras generación, que decide quién tiene acceso a oportunidades y quién debe luchar el doble o el triple para llegar al mismo lugar. Ese sistema tiene nombre: pigmentocracia. Entenderlo es el primer paso para desmontarlo.
Y es aquí donde vale la pena cuestionar una frase que escuchamos con frecuencia: “En México no hay racismo, solo clasismo”. Detrás de esa idea se esconde un entramado de poder que determina quién asciende y quién se queda atrás. Para profundizar en esta realidad, conversamos con Karla Gutiérrez, adjunta de investigación de Racismo MX, una organización dedicada a visibilizar, denunciar y debatir el racismo en México.
¿Qué es la pigmentocracia?
El término pigmentocracia fue acuñado por el antropólogo chileno Alejandro Lipschutz en 1944 para explicar cómo la estratificación social en las colonias españolas de América se basaba principalmente en el color de la piel. Ese orden jerarquizaba a las personas según características étnicas y raciales, como el ser indígena, los rasgos faciales o los tonos de piel.
Karla Gutiérrez la define como “un sistema de poder que ha posicionado los privilegios en torno a tonos de piel mucho más blancos”. Es decir, en México y en gran parte de América Latina, el fenotipo blanco se asocia directamente con privilegios de clase.
¿Cuál es su origen?
Su raíz se encuentra en la época colonial y en los sistemas de castas: una clasificación sociorracial rígida impuesta por el dominio español para mantener un orden jerárquico basado en la ascendencia. Esta clasificación influía en el estatus social, los derechos y las oportunidades de las personas.
Gutiérrez recuerda que, aunque estas categorías —como mulato, hijo de padre español y madre africana— eran más diferencias legales que étnicas, abrían la puerta a una forma de movilidad social basada en el blanqueamiento fenotípico: parecerse lo más posible a los peninsulares, quienes ocupaban el nivel más alto en la jerarquía colonial.
Aunque el sistema de castas fue prohibido en México en 1824 durante el periodo independentista, impulsado por la búsqueda de justicia social y la necesidad de unificar a la nueva nación, las élites continuaron reproduciendo sus lógicas de manera informal. Así surgió lo que Gutiérrez llama emblanquecimiento: una aspiración social que privilegia lo blanco como sinónimo de estatus.
“El color de piel sí está asociado directamente a una clase social y a los privilegios que esta clase social tiene. Estos privilegios afectan tu vida diaria, determinando el acceso al trabajo y a la educación” (Karla Gutiérrez, Racismo MX)
El peso de ser mujer y morena
Los datos muestran que la pigmentocracia no es solo una teoría: es una realidad que afecta especialmente a las mujeres.
Según un informe del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) basado en la ESRU-EMOVI 2023, en México el género y el tono de piel limitan gravemente la movilidad social. Entre sus hallazgos:
De las mujeres que nacen en el grupo más bajo de recursos económicos, 62% permanecen ahí en la adultez si tienen un tono de piel oscuro.
En contraste, solo 34% de las mujeres con tono de piel más claro permanecen en esa condición.
El CEEY también muestra que, independientemente del origen económico, la desigualdad de género limita el "espacio de logro": 53% de las mujeres que nacen en hogares de altos ingresos caen de posición, frente a 47% de los hombres.
La Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022 refuerza esta realidad. A nivel nacional, 13.1% de la población de 18 años y más que reportó haber sido discriminada atribuyó la razón a su tono de piel.
- Hombres: 16.1%
- Mujeres: 10.7%
La pigmentocracia no opera sola: se entrelaza con el género, la clase y el territorio. Gutiérrez explica que la “feminidad hegemónica se ha construido a partir del ideal de las mujeres blancas”, lo que genera violencias diferenciadas.
Según la ENADIS 2022:
- 37.2% de las mujeres afrodescendientes reportaron haber sido discriminadas.
- Para los hombres afrodescendientes, el motivo más frecuente fue el tono de piel (29.1%).
- Para las mujeres afrodescendientes lo fueron el peso o estatura (40.5%) y ser mujer (35.2%).
- 28.1% de las mujeres indígenas reportaron discriminación.
- 34.6% de las trabajadoras del hogar han vivido discriminación en los últimos 12 meses.
- Y 48.4% reporta la falta de prestaciones laborales como su principal problemática.
El tono de piel es además un motivo legalmente reconocido de discriminación, según la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (LFPED).
Telenovelas y redes: los cómplices de la blanquitud
¿Qué papel juega la cultura pop? La representación mediática es crucial. Karla Gutiérrez señala que las telenovelas “son la escuela emocional de los mexicanos”. En ellas, las personas fenotípicamente blancas ocupan los protagónicos porque se consideran más “guapas”.
El problema no es solo la falta de inclusión, sino la hiperrepresentación distorsionada de identidades morenas que busca crear una figura de “latino internacional”: rasgos asociados a lo blanco con “cierto color de piel” que los hace exóticos.
El mensaje es claro: lo blanco es lo deseable. Esta presión mediática lleva a muchas personas a buscar el emblanquecimiento porque los medios transmiten que eso es “lo adecuado, lo bonito, lo que gusta”.

Foto: Cuartoscuro
¿Qué necesitamos para avanzar?
Para desmantelar la pigmentocracia y avanzar hacia la justicia racial, se necesitan cambios estructurales. Un punto de partida es cuestionar la lógica ultranacionalista de lo que se considera “mexicanidad” y generar conciencia desde la infancia sobre la diversidad multiétnica del país.
Para Gutiérrez, la escuela es “un gran primer paso para sembrar otros tipos de narrativas identitarias”. También es fundamental que los medios de comunicación produzcan representaciones honestas, sin caer en la exotización.
El trabajo es enorme, reconoce Gutiérrez, pero hablar de estos temas “abona al análisis, la reflexión y la discusión”.
La pigmentocracia sigue presente en muchos aspectos de nuestra vida diaria, desde el trabajo y la escuela hasta los medios de comunicación. Frente a esta realidad, surge una pregunta inevitable: ¿es justo que algunas personas tengan más oportunidades solo por el color de su piel?

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