¿Has notado que los precios de ropa de segunda mano cada vez son más elevados, especialmente en bazares? El 78% de las personas que compran ropa de segunda mano prefieren hacerlo en espacios físicos como tianguis o bazares, reveló el estudio Plataformas de moda de segunda mano realizado por la Escuela de negocios del TEC de Monterrey. 

Sin embargo, con el paso del tiempo parece que es menos accesible comprar un pantalón o una playera en espacios de consumo supuestamente descentralizados que muchas veces prometen ser una opción más sustentable, y es que en ocasiones los precios son equiparables a aquellos de tiendas de ropa fast fashion

Esta transformación del mercado de ropa de segunda mano o ropa de paca refleja un cambio en las dinámicas de consumo impulsada a través de redes sociales. Esto ha hecho que comprar en estos espacios alternativos sea cada vez más inaccesible.

En promedio los mexicanos destinan alrededor del 3.8% del total de sus ingresos en ropa, según datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares 2020 del Inegi, es decir, las personas con un salario mínimo estarían gastando tan sólo 321.1 pesos.

En las tiendas de  fast fashion, el precio  de una blusa varía entre los 300 a 600 pesos mexicanos, y en casos más extremos, las prendas consideradas como “básicas” superan los mil pesos. Aunque comprar en bazares podría parecer una alternativa más accesible, la realidad es que los precios también son elevados, y es que hay sitios en donde las prendas alcanzan entre los 800 y mil pesos mexicanos.

Estos números reflejan la realidad de miles de mexicanos: la ropa y el calzado no es asequible para la mayoría de las personas. En entrevista con La Cadera de Eva, Joselyn Contreras, fundadora de Caja verde Bazar en 2020, explica que desde hace cinco años los precios de la reventa de ropa de paca han aumentado notoriamente, especialmente en bazares físicos y en línea. 

La pandemia cambió la forma de consumir ropa

Caja Verde Bazar inició como una alternativa de resistencia económica en 2020, pues después de la pandemia por Covid-19, los bazares de ropa de segunda se convirtieron en una oportunidad de emprendimiento para muchas mujeres. 

“Creo que el esfuerzo de ir al tianguis, caminar, buscar, examinar, hace que se encarezca la compra de ropa por el esfuerzo que requiere en ese momento”, explica Joselyn Contreras,  y es que detrás de los bazares también se tejen redes de trabajo muchas veces invisibles como el proceso de selección, lavado y entrega.

Los bazares han representado una forma de autonomía económica que conlleva horas de trabajo y atenciones especiales. 

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Aunque la ropa de segunda es una opción de reducir el consumo de prendas fast fashion, que se estima genera  alrededor del 10% de las emisiones de carbono y consume cerca de 93 mil millones de metros cúbicos de agua en producción textil, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema) del 2024, esta opción  está comenzando a convertirse en un modelo de consumo asociado al privilegio económico. Por eso, es importante cuestionarnos para quién realmente es una opción sustentable y para quién no lo es.

La ropa que antes estaba al alcance de las comunidades ahora es seleccionada, curada y vendida a sectores con mayor poder adquisitivo, y es que en la Ciudad de México los bazares de ropa de segunda mano generalmente están ubicados en zonas turísticas o en colonias con gran flujo de personas extranjeras como La Roma y La Condesa.

“Entre más en tendencia esté una prenda más cara se intenta vender”.

“Poco a poco los bazares incrementan sus precios con una mínima diferencia a una prenda ‘nueva’ en plataformas como shein, H&M, etc”, explica Joselyn. El aumento de los precios se debe a varios factores como la creciente demanda, la gentrificación del mercado de segunda mano, el incremento en costos de curaduría y la influencia de las redes sociales han elevado los precios de la ropa en bazares.

“Me alegra que exista visibilidad a una alternativa mucho más sustentable, sin embargo, me parece romantizado. Creo que parece más bien una moda que una verdadera opción al momento de comprar ropa, porque no siempre es fácil sacarle provecho a la creatividad de una prenda cuando no está en tendencia”, relata Joselyn. “Es importante cuestionar la necesidad de la compra y no caer en la manipulación”.

Experimentar la identidad propia a través de la ropa es posible de manera responsable, tanto en bazares como en ropa de segunda mano e incluso fast fashion. No se trata de satanizar una forma de consumo, si no de pensar en el beneficio de cada prenda

El estigma de la ropa de segunda mano

La ropa de segunda mano que llega a los tianguis de México, generalmente importada de Estados Unidos, también crea ambigüedad en el mercado, pues como tal, su venta no está regulada en el país por cuestión de sanitización. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) considera que la ropa usada en grandes cantidades representa un riesgo sanitario y oficialmente está prohibida en el país, ya que pueden ocasionar enfermedades de la piel.

A pesar de ello, el estigma  se ha dilucidado poco a poco con el paso del tiempo, cada vez es más frecuente ver nuevos bazares de ropa y artículos de segunda.

La popularidad de la ropa de segunda mano bajo la promesa de rebeldía alternativa y estética también ha generado consumismo, es por ello que Joselyn Contreras nos invita a pensar en cada prenda como un catalizador de la creatividad y personalidad individual. “Podemos pensar en qué tanto potencial puedo sacarle a una prenda, si realmente puedo llevarla con regularidad, si ya hay algo en mi closet muy similar y no lo utilizo, y si va con mi estilo personal", finaliza.