Tengo que confesarles algo: cuando vi a Tulio Triviño, Juan Carlos Bodoque y Patana aparecer en el Tiny Desk, sentí que mi yo de niña —esa que corría a la televisión en 2003 cuando el programa se estrenó— estaba recibiendo un abrazo.
Pero antes de contarles por qué este concierto me pareció tan poderoso, necesito hablarles de cómo 31 Minutos llegó a mi vida.
Como muchas niñas y niños mexicanos, lo descubrí en Canal 11, en una de esas visitas a casa de una prima que vivía en la Gustavo A. Madero, en la Ciudad de México.
En mi casa, en Ecatepec, Estado de México, la señal de Canal 11 apenas se veía: estábamos tan cerca de las antenas de Televisa que el televisor parecía resistirse a captar cualquier otra frecuencia. Pero aún así, la antena hacía contorsiones y malabares para que yo pudiera ver, entre interferencias, el noticiero conducido por el famoso Tulio Triviño.
Desde entonces, 31 Minutos se volvió parte de mi niñez. Me fascinaba la manera en que Juan Carlos Bodoque reportaba en su “Nota Verde”; quizá desde ahí me enamoré del periodismo: de esa mirada creativa, irónica y sensible para entender el mundo. Recuerdo especialmente su reportaje sobre la contaminación acústica y el de los perros callejeros: detrás del humor había una conciencia social profunda.
Y claro, estaban las canciones. El Ranking Top de Policarpo Avendaño era mi ritual favorito. Mi canción favorita de todos los tiempos es Mi castillo de blanca arena con vista al mar, pero también La señora interesante, con su letra absurda y curiosa que celebraba el asombro ante lo cotidiano.
Quizá por eso, cuando me enteré de que 31 Minutos se presentaría en el Tiny Desk, lo sentí como un reencuentro. No solo con un programa de televisión, sino con esa parte de mí que entendió, por primera vez, que el humor también puede ser una forma de pensar el mundo.
Un Tiny Desk para la nostalgia y la identidad
31 Minutos no es solo un programa infantil; para muchas de nosotras fue la primera dosis de humor ingenioso y sátira. Por eso, el Tiny Desk de NPR (grabado como parte del Mes de la Herencia Hispana) no fue solo un hito musical: fue una reunión cargada de risas, memoria y orgullo latino.
Ver a estos personajes de trapo, que han crecido con nosotrxs, pararse en el corazón de la política estadounidense junto a 16 músicos para darnos una lección de identidad, ¡fue algo épico!
El concierto, que duró 21 minutos, comenzó justo donde la nostalgia se encuentra con el rock: con la canción Mi equilibrio espiritual de Freddy Turbina, un himno a superar la vergüenza y los obstáculos.
Después llegó LLUEHHHB (Latidos Latinos Urbanos Emergentes Hip-Hop Hermano Brother) con su éxito Baila sin César. La ironía es que, en la versión original, se baila hasta que César aparezca y lo arruine todo. Pero en el Tiny Desk, César sí apareció y bailó, “alegrándolo todo”. Hasta la sátira se dio vuelta.
Sátira y crítica migratoria
Entre risas y canciones, 31 Minutos no dejó de lado su aguda crítica social. Esta vez usó la sátira para hablar de algo profundamente latinoamericano: la política migratoria de Estados Unidos, que entre enero y abril de 2025 ha deportado a más de 142 mil personas, según el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.
Tulio Triviño, con su habitual ego y seriedad, abrió el tema con una broma cargada de verdad: “Soy Tulio Triviño y esta es la presentación de 31 Minutos en Washington, que es exactamente el tiempo que expiran nuestras visas de trabajo”.
Luego vino una escena clásica de absurdo: Bodoque, agachado, señaló a un “amable señor” —el Cocodrilo— que estaba ahí para asegurar que volvieran “sanos y salvos a casa”. Y, ante cualquier problema, claro, la única solución era llamar al abogado.
Entonces apareció Juan Pablo Sopa con Objeción Denegada, precedida por la intro de Better Call Saul. En la letra, un abogado que se fue “a otro país” buscando respeto ironiza sobre la precariedad migrante:
“Alza la mano si se te venció la waiver, alza la mano si tú eres ilegal”.
La sátira fue tan directa como necesaria. Entre risas, recordaron que el humor también puede ser denuncia.
Un espectáculo de calidad (y resistencia cultural)
El show fue también un viaje de regreso a la niñez, con temas icónicos como Mi muñeca me habló, interpretada por Flor Bovina. Lo más poderoso de esta canción es su historia reciente: en 2020, un grupo de mujeres en Concepción, Chile, la reversionó como himno feminista.
Aquella versión gritaba frente a la catedral:
“Mi muñeca me habló, me dijo ‘lucha’, que no se puede repetir lo que pasa en el país”.
Una muestra de cómo 31 Minutos sigue inspirando rebeldías y lecturas nuevas desde su ternura original.
Antes de cantar Calurosa Navidad, Patana —haciendo contacto en vivo desde Washington D.C.— explicó a Tulio Triviño que estaba muy abrigada porque hacía “mucho frío”.
Ese contraste fue clave: mientras en Titirilquén la Navidad es el día más caluroso del año, en Estados Unidos representa todo lo contrario. Y entonces sonó “Calurosa Navidad”:
“Arriba el sol quemando nuestras calles
Calurosa Navidad
Es el sudor que moja nuestros trajes...”
Cantar esta canción en Washington fue un acto simbólicamente transgresor: frente a la “blanca Navidad” hollywoodense de nieve, chimeneas y renos, 31 Minutos reivindicó la navidad tropical de América Latina. Porque, aunque en México también hace frío, nuestro invierno no es blanco: es dorado, seco, lleno de luces cálidas y frutas frescas como la naranja y mandarina.
El concierto cerró con Yo Nunca Vi Televisión, esa canción que resume la transición de la infancia a la adultez, del asombro ingenuo a la mirada crítica. Es la metáfora perfecta de crecer con 31 Minutos: nos dio humor e inteligencia cuando éramos niñas, y hoy nos da sátira y pensamiento crítico.
El Tiny Desk superó el millón de reproducciones en menos de 12 horas y llegó a 1.4 millones en 24, confirmando que la nostalgia y la crítica social pueden coexistir.
Y como diría Calcetín con Rombos Man —quien lamentablemente no apareció en el Tiny Desk—:
“Todo niño tiene derecho a disfrutar de un espectáculo de calidad y no las porquerías que dan en la televisión”
Ese es el legado de 31 Minutos: nos dio calidad cuando éramos niñas y nos da resistencia cultural ahora que somos adultas. Su debut en el Tiny Desk no es solo un triunfo chileno, sino un triunfo latino, un recordatorio de que la risa también puede ser una forma de lucha.
Cuéntanos ¿cuál es tu canción favorita de 31 minutos?