En el Estado de México, denunciar violencia feminicida puede tomar hasta 17 horas.

No es que las mujeres no quieran denunciar. Es que el sistema nos obliga a rendirnos. No importa cuántas paredes rosas y moradas tengan los Centros de Justicia para las Mujeres: la justicia sigue siendo patriarcal, revictimizante e inaccesible.

Hace unas semanas estuve en un Centro de Justicia para Mujeres. Entré con la esperanza de quién cree que la justicia se ha convertido en algo accesible, ingresé a aquel edificio rosa creyendo que los tiempos habían cambiado, que ahora habían leyes que nos respaldaban, sin embargo, salí con el corazón roto y la moral destrozada. Lo que había leído, lo que había estudiado estaba alejado de la realidad. 

Lo que vi no debería ser cotidiano, pero las personas que atendían el Centro de Justicia parecían haber perdido la sensibilidad y el aprecio por dignidad humana. Durante las primeras horas ahí pude observar el ingreso de mujeres con el rostro marcado por los golpes, algunas aún tenían rastros de sangre en sus heridas, otras no lograban caminar sin hacer gestos de dolor. Todas esperando. Todas resistiendo. Atrapadas en un sistema que dice proteger, pero que somete, violenta y oprime. 

Después de más de seis horas de espera, nos informaron que aún faltaban 14 expedientes antes de poder iniciar la denuncia. El cálculo era claro: otras 14 horas más. Para muchas mujeres, eso implica dejar a sus hijas e hijos en casa, faltar al trabajo, no comer, no dormir, esperar justicia en condiciones de absoluta indignidad.

El sistema está diseñado por el patriarcado que busca proteger a los agresores,obstaculizar a las víctimas para hacerlas desistir. Mientras tanto, se reparten discursos institucionales que presumen avances y protocolos, como si el papel pudiera esconder la violencia cotidiana que enfrentan las mujeres. 

Denunciar es un proceso tortuoso y violento para aquellas valientes que han decido romper el silencio, aunado a ello deben enfrentar la impunidad

La impunidad no es solo la falta de sanciones jurídicas, también es sentenciar a una mujer a revivir su dolor una y otra vez frente a personal insensible; es obligarles a esperar más de 14 horas en oficinas colapsadas; Es ignorar su miedo, minimizar su historia.

Nos dicen que la justicia está de nuestro lado. Pero ¿qué clase de justicia exige más de 14 horas para comenzar a ser escuchadas? La violencia institucional también mata.

Y aunque este sistema busque quebrarnos, seguimos de pie, existiendo y resistiendo. ¡Nunca más silenciarán nuestras voces!