El pasado 15 de marzo se convocó a una siesta colectiva en la explanada del Monumento a la Revolución, a propósito del Día Mundial del Sueño. Esto con el objetivo de reconocer la importancia del Derecho al Descanso para la Salud Global. Si bien, la iniciativa visibiliza su importancia, me parece que no tendría que quedarse en una acción aislada y tal vez sea necesario sumarlo realmente a los derechos.
Es decir, la acción podría pensarse como parte de una estrategia integral a corto, mediano y largo plazo, ya que el derecho al descanso no solo tiene que ver con 15 o 30 minutos de siesta al día, sino desde la política pública tendrían que crearse las condiciones de vida, traslados, infraestructura, derechos laborales y sociales, entre otros, para hacerlo efectivo y que realmente tenga un impacto.
Como sabemos, dentro de los diferentes rubros que integran la salud mental, está el buen dormir. Tener un sueño reparador de entre seis y ocho horas ayuda a nuestro sistema central nervioso y a nuestro cuerpo a recuperarse.
La ricura de dormir tiene diferentes funciones. Por ejemplo, después de hacer el amor placenteramente, dormir un poco, nos ayuda a relajarnos. En forma de siesta, después de comer, nos reactiva; cuando estamos enfermos le ayuda a nuestro sistema inmune a recuperarse un poco más rápido, a un bebé le ayuda a desarrollarse, crecer, y digerir sus alimentos, además de estar de buen humor. (Norma Escamilla)
Por otro lado, el presentar trastornos del sueño nos va indicando que algo no está bien en nuestro organismo, por ejemplo, tener insomnio, o, dormir demasiado puede ser un síntoma de depresión, un mecanismo de defensa para evadir lo doloroso de la realidad, un sin sentido a la vida, estrés, burnout, duelos y angustia, entre otros. Lo cual tiene un impacto en el contexto familiar, laboral, social y económico. De ahí, su importancia de hacerlo visible.
Ahora bien, ¿qué nos quita el sueño a las y los mexicanos?
En lo inmediato podemos pensar en la inseguridad en la que vivimos cotidianamente, en el alto índice de feminicidios, en los asesinatos recientes de los aspirantes a candidaturas, a las extorsiones, a los cobros de piso, al recrudecimiento del crimen organizado, a la violencia sexual infantil en casa; por el aumento de la canasta básica; por el miedo a enfermarse, ya que un gran número de población no cuenta con seguridad social; por problemas de pareja ocasionado por la situación económica; por las largas jornadas laborales de más de ocho horas, con ritmos estresantes, y con el miedo permanente a ser despedidos y un largo etcétera porque la lista es muy grande.
También hay que reconocer el cansancio de las personas que hacen recorridos de tres a cuatro horas diarias de viaje para llegar a sus trabajos por las condiciones desiguales que existe en nuestro país. De ahí que la población mexicana, por lo menos la más desprotegida y la que forma parte del 20.2% del trabajo informal, difícilmente tenga la oportunidad de pensar en una siesta porque sería “inmoral” y “pérdida de tiempo” tomársela, cuando hay tanto trabajo “urgente”.
Y si a esto le sumamos que el Congreso del país aún tiene pendiente la discusión y aprobación de la Ley Silla para que se mejoren las condiciones de miles de trabajadoras y trabajadores en nuestro país que trabajan de pie por largas horas, así como la reducción de la jornada semanal laboral, no me quiero imaginar en el tema del derecho al descanso y la siesta, propuestas que quedarían almacenadas como muchas otras.
En fin, mientras duren las campañas electorales seguiremos soñando en la posibilidad de un mundo de derechos, y ya que concluyan, volveremos a vivir la negación de lo prometido en campañas y el listado acumulado por años de invisibilizar todo aquello que tienen que ver con la problemática particular de nuestro país y de las urgencias planteadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde el sueño y el descanso no es prioridad.