Los resultados de las elecciones del 2 de junio arrojaron resultados significativos para el país. No solo porque México tendrá a su primera mujer presidenta, lo que romperá con uno de los techos de cristal después de 200 años de gobiernos liderados por hombres. El triunfo de Claudia Sheinbaum es relevante, entre otros motivos, por su impacto a nivel de representación política paritaria, sin embargo, también reveló el clasismo, racismo y misoginia que está presente en un país atravesado por la desigualdad social.
Morena arrasó con siete de las nueve gubernaturas que estaban en juego en la jornada electoral, obtuvo nuevamente la mayoría en el Congreso del país y lo más importante: otra vez le arrebató el poder a los partidos de oposición del país, quienes no han logrado recuperarse después de haber perdido en las elecciones de 2018.
El partido del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido percibido por muchos como un movimiento que representa a las clases trabajadoras y marginadas, contrario a los partidos tradicionales que históricamente han sido asociadas con las élites empresariales y económicas.
Tras los resultados electorales, se ha evidenciado una polarización importante, expresada claramente en redes sociales. Un bloque representativo de la llamada clase alta y ciertos sectores de una amplísima clase media, ellos opositores a Morena, han expresado una respuesta particular hacia lo que perciben como una "amenaza" a sus intereses y estilos de vida. Este temor se refleja en discursos clasistas contra las personas que votaron por Morena.
En estos días circuló una campaña en redes sociales con el hashtag #QueLesAyudeMorena, en donde se invita a la población a no apoyar a distintos sectores de la sociedad, porque, de acuerdo a estos discursos, son ellos quienes pudieron darle el triunfo a Morena, señalándoles como ignorantes, de “bajo nivel de estudios” o vendidos. Y es que consideran que este triunfo está relacionado con la amplia cobertura que tienen los programas sociales impulsados por Morena, como la Pensión del Bienestar para Adultos Mayores o bien, la Beca Benito Juárez.
“A partir de hoy ya no le dará propina al ‘viene viene’, ya no le daré 10% al mesero, ya no le daré al ‘limpiaparabrisas’, ya no voy a donar cuando haya un desastre natural o terremoto, ya no le voy a dar $10 pesos al ‘cerillo’ del super, aunque sea adulto mayor. Ellos votaron por Morena #QueLesAyudeMorena”, dice esta campaña. La cual ha sido reproducida miles de veces, acompañada de comentarios violentos, hostiles y clasistas que no consideramos necesario reproducir en esta Editorial.
Por otro lado, la victoria de Morena ha sido celebrada por muchos quienes ven en el partido una esperanza de cambio y mejora de sus condiciones de vida, muchos quienes no se sienten representados por una oposición que —consideran— está alejada de la realidad que viven muchas de las personas en el día a día. A quienes los programas sociales les representan una fuente importante para sus ingresos en un país marcado por la falta de oportunidades laborales y económicas por la pobreza en muchas zonas marginadas en el país. Una oposición que no ha podido entender ni atender las necesidades de millones de personas en este país.
Algunos medios de comunicación también han jugado un papel importante en la reproducción de estas narrativas. Algunos de estos medios, abiertamente confrontativos con la Presidencia, han adoptado un tono ya no crítico sino alarmista respecto a las políticas de Morena. Algunas personas consideradas líderes de opinión han lamentado incluso que las y los mexicanos no hayan salido a las urnas a defender “la democracia del país”. Esta cobertura ha contribuido a la profundización de una narrativa polarizada que exacerba el clasismo y la violencia social.
La realidad es que los primeros resultados muestran que entre los votantes que llevaron al triunfo a Claudia Sheinbaum se encuentran personas de todas las edades, niveles socioeconómicos, grado de estudios y profesiones, y no sólo grupos de pocos ingresos beneficiarios de políticas asistencialistas.
Por ejemplo, alguna encuestas de salida muestran que el 49% de la clase social media-alta dio su voto a Claudia Sheinbaum, frente a la candidata de la coalición PRI, PAN, PRD, Xóchitl Gálvez Ruíz, quien obtuvo el 41% de votos de las personas que se identificaron en esta condición.
“Creer que los mexicanos votaron así sólo por el dinero regalado de los programas sociales es un mito, es estigmatizante y reproduce la narrativa meritocrática”, señala la iniciativa Gatitos contra la Desigualdad, donde documenta que estos programas sociales han representado un 14% del aumento total de los ingresos de las y los mexicanos: 17% en el caso de los más pobres y 24% en el caso de los más ricos.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) se sumó a esta alerta por los comentarios clasistas y emitió un comunicado donde mostró su preocupación por los comentarios “abiertamente racistas, clasistas y profundamente discriminatorias, así como la aporofobia, es decir fobia a las personas pobres o desfavorecidas”.
Así, la presidenta enfrenta no solo la ardua tarea de gobernar un país dividido, sino también la resistencia y los prejuicios que provienen de una sociedad patriarcal. Mientras el país celebra la elección de su primera presidenta mujer, también enfrenta la realidad de los prejuicios y desigualdades que aún persisten.
Nuestro país necesita implementar políticas públicas inclusivas y fomentar un cambio cultural profundo. Desde La Cadera de Eva resaltamos la importancia de los medios de comunicación en ese compromiso para promover narrativas respetuosas e inclusivas. Así como reiterar la responsabilidad de que el mensaje desde el poder y las instituciones sea uno de sensatez y conciliación.
El camino hacia la erradicación del clasismo en México es largo y complejo, pero los resultados de las elecciones del 2 de junio son un recordatorio de la urgente necesidad de abordar estas desigualdades de forma directa y construir un país más justo para todas, todos y todes.