Para sorpresa de nadie, las redes sociales se han convertido en un canal de difusión masivo que reafirma los roles tradicionales de género, sobre todo aquellos asociados con las labores domésticas y la procreación. Esta tendencia se intensificó tras la pandemia del COVID-19, cuando el estereotipo occidental de la tradwife -o esposa tradicional- cobró fuerza en plataformas como Tik Tok e Instagram.
En los videos de dichas redes, esta figura aparece rodeada de los hijos y el esposo, en hogares limpios y estéticos, donde cocina platillos caseros y laboriosos. Al final, la familia se reúne a disfrutar de la comida, y se cierra la escena con imágenes que reflejan unión y estabilidad.
El modelo de familia tradicional es el que inspira este tipo de contenidos, cuyas formas y narrativas se apegan a ideales conservadores y heteropatriarcales.
Estas representaciones son expresiones performativas de una “maternidad ideal”; es decir, de una serie de actos repetitivos ligados a los deberes domésticos, en los que el cuerpo femenino está disponible siempre para el embarazo, el cuidado infantil y la administración del hogar. Tanto Instagram como Tik Tok se han vuelto artefactos culturales desde los cuales se reproducen valores y mandatos de género. Sin embargo, el éxito de estos contenidos y su circulación, no es algo novedoso; remiten al pasado, tanto sus discursos como estética evocan la publicidad de 1950 y 1960, con ese ideal del American way of life. Si bien, el medio de comunicación se ha transformado, el mensaje permanece.
Revistas, recetas y maternidad durante el milagro mexicano
Desde mediados del siglo XX, la figura de la madre ha sido minuciosamente construida en distintos formatos masivos: en el cine, en las revistas femeninas y en los anuncios de los productos para el hogar. Las tradwives, en ese sentido, no son un estereotipo nuevo en el universo de las representaciones femeninas, sino una reedición de modelos pasados.
En México, durante el llamado “milagro mexicano”, publicaciones femeninas como Claudia y Kena, mostraron mensajes afines. Aunque estas revistas también abordaron conversaciones sobre el feminismo, muchas veces quedaron atrapadas en la disyuntiva entre abrir espacios de reflexión y continuar en la promoción de consejos para ser una buena madre.
Por ejemplo, en 1965, la revista Kena se reflexionaba sobre el “síndrome del ama de casa”, definido por médicos como un estado de cansancio físico que provocaba enojo y tristeza. Las imágenes de mujeres jóvenes con 5 o 6 hijos agotadas de cambiar pañales eran motivo de conversación sobre el tema de retorno o “vuelta al hogar”. A pesar de los logros de los feminismos en esa década, en un mundo marcado por las guerras y amenazas nucleares, se encontraba como mejor opción la “plenitud de la mujer como esposa y madre, en lugar de hallarla fuera del hogar”.
El retorno a lo doméstico se justificaba con la necesidad de “realización personal”, en la cual, la mayoría de las mujeres aparentemente perseguían el sueño de casarse, en lugar de su desarrollo individual. Si bien en la revista se reconocía el desgaste físico y emocional que implicaba la maternidad, no ofrecía alternativas claras a los estragos domésticos
A esta preocupación se sumaban consejos cotidianos que reforzaban la idea de que el bienestar familiar dependía exclusivamente de la eficiencia femenina en el hogar. Por ejemplo, en un número de Claudia en el mismo año, se ofrecían recomendaciones para realizar compras “inteligentes” en los mercados y supermercados de la ciudad de México. Hablaba sobre lo común que era intercambiar comentarios sobre precios y calidad de alimentos con amigas o parientes era narrada como parte de la experiencia frecuente.
Para ayudar a las amas de casa en el gasto familiar, la publicación presentaba lista de precios comparados entre mercados públicos como La Merced y cadenas, como Sumesa o la Comercial Mexicana. Incluso, se sugería acudir al mandado con un atuendo sencillo, pero con zapatos de tacón bajo que permitieran agilizar la compra sin descuidar la apariencia.
El cuerpo como instrumento en los medios
Estas representaciones del pasado dejan ver con claridad la instrumentalización del cuerpo femenino en una atmósfera que exaltaba el orden, la entrega y el cuidado como virtudes naturales de las mujeres. Aunque ha transcurrido el tiempo, los discursos que idealizan el rol doméstico siguen vigentes; ahora se refuerzan por los medios digitales. Si en los años sesenta las revistas femeninas dictaban cómo vestir para el mercado y cómo mantener el ánimo a pesar del cansancio, hoy los algoritmos digitales promueven representaciones de una feminidad domesticada y eficiente, pensada para el bienestar familiar.
El cuerpo de la mujer continúa siendo mediador simbólico, pero ahora bajo la lógica de la performatividad digital. Las tradwives no solo replican los mandatos de género, sino que también los actualizan mediante lenguajes visuales. No hay que olvidar, que, aunque muchas de estas representaciones reproducen discursos conservadores, también existen otras que los cuestionan desde las mismas plataformas.
Además, la dinámica propia de los medios digitales —con mayor velocidad de difusión que la de sus antecesores impresos— modifica la forma en que estos contenidos se difunden, reciben y replican. Así, el cuerpo femenino sigue siendo un soporte de valores tradicionales, moldeado por exigencias que insisten en ubicar su plenitud en la reproducción y el cuidado, más que la agencia personal. Esta persistencia histórica exige ser vista y problematizada, pues los discursos de lo doméstico y tradicional, no han desaparecido, solo se han adaptado al presente.