En los últimos años hemos sido testigas de un preocupante resurgimiento de movimientos de extrema derecha y antiderechos en todo el mundo. Estos grupos que se presentan con la bandera de defensa de la tradición, la familia y la religión, están poniendo en riesgo los avances no únicamente del feminismo, sino de la democracia y los derechos humanos.
No es una exageración. Alrededor del mundo, grupos enlazados a la ultraderecha han promovido, por ejemplo, bloqueos en planes educativos que incluyan educación sexual en el nivel básico, perspectiva de género o decolonial, entre otras, argumentando que son formas de "adoctrinamiento" que amenazan la estructura familiar tradicional o los valores fundacionales de las sociedades.
Esta semana se habló mucho del concepto de las “tradwifes” en redes sociales gracias a Roro, una influencer española que tiene más de tres millones de seguidores en Tik Tok, donde se dedica a cocinar lo que se le antoje a Pablo, su novio. Aunque no es la única, ni la primera, su alcance reactivó una conversación que desde hace años llevan señalando quienes estudian las tendencias sociales. El embate del discurso ultra tradicionalista.
Su contenido entró a debate porque muchas voces críticas —sí, sobre todo feministas— alertaron sobre un movimiento que está en tendencia y creciendo en redes, dirigido particularmente a las y los jóvenes, sobre las mujeres que como el personaje que promueve Roro, fomentan el regreso de las mujeres a los roles de género tradicionales. Impulsando la creencia de que la mujer debe dedicarse únicamente al hogar. Lo cual también fue defendido por muchas al asegurar que las mujeres tienen total libertad para asumirse en estos roles tradicionales sí así lo deciden.
Pero en un análisis más profundo del fenómeno donde nos toca ver el bosque completo (el contexto) y no solo el árbol (la tendencia), vemos que este tipo de movimientos y discursos le han caído bien a los grupos de ultraderecha, pues este ideal se alinea con las ideologías que rechazan el feminismo y la igualdad de género, promoviendo un retorno a estructuras familiares y “valores tradicionales”.
La investigadora y periodista brasileña Andrea Dip se ha dedicado a estudiar en los últimos años el auge que están teniendo los grupos de ultraderecha y cómo han representado una amenaza para los derechos de las mujeres y los grupos LGBT.
En una entrevista con elDiario.es, alertó que en los últimos años la ultraderecha está resultando atractiva para los grupos jóvenes porque al parecer hoy ser conservador de derecha significa ser rebelde, “estar en contra del statu quo, ser políticamente incorrecto, ser subversivo”.
Es decir, para algunos, estar en contra de las libertades asociadas a la izquierda, como el feminismo o el reconocimiento de los derechos de los grupos minoritarios, pareciera ser un posicionamiento contestatario y rebelde y las redes sociales han resultado sumamente efectivas para replicar estos discursos.
“A este caldero se suma la forma en que circula la información y las vidas en las redes sociales y cómo la derecha ofrece certezas absolutas, rápidas, ruidosas y conspirativas sobre el mundo frente a las crisis climática, económica y sanitaria”. (Andrea Dip)
Y es que estos grupos son adeptos a crear contenido atractivo, memes y campañas virales que resuenan con las experiencias y preocupaciones de los jóvenes, y no tan jóvenes; asociando crisis sociales actuales con el avance en la equidad de derechos. Incluso, han encontrado en los activismos feministas una forma de replicar la expansión del movimiento.
Un informe de la Fundación Jean-Jaures y citado por Green European Journal señala que los movimientos antiderechos están imitando estrategias de las organizaciones feministas, “tales como decidir una línea de actuación en respuesta al discurso feminista, obtener financiación a través de fundaciones y gobiernos, y firmar comunicados y declaraciones conjuntas”.
Esta semana, Verificado MX publicó una investigación en donde analiza cómo los grupos nacionalistas de derecha en México están utilizando las redes sociales para difundir desinformación y discurso de odio contra inmigrantes y la comunidad LGBTIQ+. Precisamente estos discursos se basan en teorías de conspiración, como el "Gran Reemplazo," para justificar su ideología excluyente y antiinmigrante.
En este contexto, durante los últimos días ha habido una reactivación importante de los grupos de antiderechos también en Estados Unidos en redes sociales, los cuáles se han lanzado contra Kamala Harris, como lo documentamos esta semana, con discursos racistas, sexistas contra su origen y capacidades como política ahora que su figura cobra relevancia como potencial candidata a la presidencia y principal rival de Donald Trump.
Estados Unidos es el ejemplo perfecto de cómo el auge de la ultraderecha tuvo un papel importante en el retroceso de los derechos de las mujeres con la anulación de la sentencia histórica Roe vs Wade en 2022, lo cual hizo que varios estados de ese país volvieran a criminalizar el aborto e impulsaran campañas y financiaran grupos antiabortistas.
La semana pasada hablábamos de que en nuestro país también ha habido una creciente expansión de los grupos antiderechos que poco a poco se han ido metiendo en la política, impulsando agendas LGBTfóbicas y antiabortistas, incluso el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) alertó que de aprobarse la reforma al Poder Judicial, estos grupos podrían encontrar más espacios de representación en los juzgados mexicanos, lo que también podría en riesgo la despenalización del aborto en México.
Un informe reciente del Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo (GPAHE, por sus siglas en inglés) recientemente publicó un informe en donde se detallan los orígenes de los grupos de extrema derecha en México y enlistó 12 que siguen vigentes, los cuales son conocidos por sus agendas provida y LGBTfóbicas.
El resurgimiento de los grupos de derecha y antiderechos representa una amenaza significativa para los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT. Sin embargo, la resistencia y el activismo continúan siendo una fuente de esperanza y cambio.
Desde la bandera del periodismo feminista nos toca alertar del riesgo del auge de estos grupos desde la investigación, información y la visibilización de los derechos que aún están pendientes en la agenda.