Empezamos Río que suena como una nueva etapa de mi estancia en La Cadera de Eva. Lo hacemos convencidas de lo que dice Nellie Bly
El acto de pensar conscientemente es el más valioso y peligroso de todos los placeres.
Y agregamos: pensarlo juntas lo vuelve el doble de placentero y peligroso. Y a nosotras, doble o nada...
Río que suena, agua lleva, reza el refrán del que tomamos el nombre y eso es justo lo que queremos: llevar agua, seguir sus cauces, ver el modo en el que desemboca en otros ríos o en el mar.
Sabemos de la interseccionalidad que determina las vivencias, sabemos de la importancia de hablar desde vivencias situadas que den la dimensión exacta de lo que nos atraviesa y lo que atravesamos/transitamos, en afán de su transformación.
Esta nueva columna la estuve pensando mientras convalecía de la enfermedad que me tiene en cama.
¡Era (es) tanto de lo que quería hablar! Tantas violencias capacitistas, patriarcales y productivistas las que hay que señalar en todos los ámbitos: médicos, familiares, sociales, laborales, y de espacios de lucha -sí, incluso desde las mismas luchas que deberían acompañarnos se generan violencias-.
Y además, está el mundo con sus desgarradores sucesos, el mundo que no se detiene aunque a una la detengan enfermedad y discapacidad. Ahí está girando sobre su enloquecido y patriarcal eje. Gaza, Camila, el Congo, las balaceras en Culiacán, la trata infantil, la lucha de María Elena Ríos, se suman a lo que hay que hablar, enunciar, hacerle frente.
Me sentía impotente e inútil postrada aquí, teniendo a mano sólo mis notas del celular y mis palabras. Sin poder 'hacer' nada, sólo escribir.
Me queda claro que 'sólo' es una palabra casi despectiva después de haber constatado que las palabras de las mujeres son un arma, que el testimonio es autodefensa que protege a otras, que enunciarnos le arrebata nuestras vivencias al estado y nos permite situarnos en nuevos lugares.
Yo en ese momento estaba escribiendo de todo y sentía lo inabarcable de ese todo, además me perseguía ese "deber ser" que ha inoculado tan bien el patriarcado en nuestros quehaceres y oficios, así que me preguntaba: ¿Cómo contener mis temas? ¿Cómo acotar mis formas? Yo que gusto de escribir de tantísimos asuntos y que dependiendo de lo que escribo soy llamada por formas (géneros/formatos) tan disímbolas entre sí: entrevista, crónica, columna de opinión, fragmentos autobiográficos.
¿Cómo contenerme? Me preguntaba, intentando entrar en el cajón de un periodismo dictado desde anquilosadas formas.
La respuesta fue llegando desde mi multiplicidad, desde mi necesidad multitemática, desde la absoluta libertad que me ha dado La Cadera de Eva: No te contengas, se río, agua movible, que te habiten los peces, que de tu cauce se beneficien los árboles que pueblan las orillas, que en ti viajen de un tema a otro quienes necesiten.
Estando postrada en cama, mi pluma es mi resistencia, mi modo de (gracias, querida Hedva) romper el cristal del banco. Así que abracé la idea de esta columna que tiene en su génesis este intento de ser una cajita china.
Al inicio me daba miedo que ante esa libertad Río que suena, al poder hablar de todo desde cualquier lugar/formato/forma se convirtiera en 'nada'; pero perdí ese miedo porque no todo tiene cualidad de convertirse en río, y no todo río suena como nosotras queremos hacer sonar a este: Un sonido que entreteja tramas y vivencias, que muestre la madeja de los vasos comunicantes, que haga de nuestras palabras y experiencias un arma colectiva para desgajar la realidad con miras a su transformación y a la apuesta del cuidado colectivo.
Sobre el cuidado visto desde la mirada neoliberal, la muy atinada Daniela Rea dice:
Son discursos que tienen en su génesis al individuo y no una reciprocidad, continuidad y compromiso con las vidas; un entendimiento de que no podemos ser solos, ni solas, ni soles en el mundo. Creo que lo que nos enseñan las historias de estas mujeres [en Fruto] es que los cuidados generan vínculos.
Yo coincido con ella, el cuidado pensado aisladamente sólo genera enajenaciones egoístas que no abonan a la comunalidad, y me atrevería a decir que lo mismo sucede con las historias propias y ajenas que elegimos contar. Aisladas, sin tejer su trama, no alcanzan su potencia de develar el mundo para rebelársele. Es menester pensar, sentir, disentir, jalar el hilo de cada vivencia, darle espacio para que se convierta desde su emocionalidad más íntima en acto político.
Y la forma también es política, de sobra lo sabemos, si justo es mediante el cumplimiento de las formas que han intentado dominarnos. Así que Río que suena es una columna que elegirá sus formas según lo que necesitemos contar, según la fuerza de lo que nos ha llovido encima o la crudeza de ciertas sequías.
Río que suena busca su potencia en ese saber que ningún tema es aislado, que las vivencias que nos atraviesan siempre están entretejidas y, de modo importante, en dar espacio a la expertise por experiencia de muchas de nosotras.
Queremos transitar las tramas, armar un espacio de reflexión colectiva donde lo mismo quepa la carta de despedida a mi mejor amigo, que un ensayo sobre enfermedad y género; porque, si queremos cambiar el mundo, si así de alta es nuestra apuesta, debemos cambiar también el modo en el que nos aproximamos a él, el modo en el que lo pensamos, el modo de escribirlo.
Así que lo platicamos y elegimos ser éstas, las que abren en lugar de cerrar, las que saben que otro periodismo es posible si lo hacemos lejos de los patriarcales dogmas que lo fundaron, las que creen en lo híbrido y lo harán crecer, las que nunca dirán 'no son formas' y eso incluye las escritas.
Éstas, que queremos ser río y llevar agua y que suene y resuene.
Bienvenidas, escríbanse junto a nosotras, repensemos juntas las partes y el todo. Hagamos nuestra, sin cajones, la palabra. Esa que vale porque es nuestra y porque juntas será lo que necesitemos que sea: río bravo y furioso o calma corriente de la cual abrevar.