En esta entrega me gustaría partir de la siguiente pregunta: ¿Por qué y para qué es importante un debate presidencial?
Recordemos que estos debates están a cargo del Instituto Nacional Electoral (INE), el cual ha organizado otros tres debates entre las candidaturas presidenciales para la actual contienda electoral. Alterno a esto, también tiene programado diversos debates para las candidaturas a senadurías y diputaciones federales.
En México, el primer debate presidencial se llevó a cabo en 1994 y a partir de ahí, se quedó establecido como parte del proceso de las elecciones federales. Quien modero el evento en aquella ocasión fue la periodista Mayté Noriega, reconocida por su trabajo periodístico en diferentes televisoras, programas de radio y prensa, además de su compromiso cultural, educativo y literario. Su participación posicionó el protagonismo de la prensa y las mujeres en dichos debates.
La importancia de los debates presidenciales tiene que ver con el proceso de corresponsabilidad entre la propuesta presidenciable y la ciudadanía para que pueda emitir un voto libre e informado. Es decir, a través de este espacio las y los votantes tendrán un panorama general de cada precandidatura y su propuesta política, confrontando sus posiciones, propuestas y los temas más relevantes para nuestra sociedad, a fin de promover la participación ciudadana como parte del proceso electoral.
Echando un vistazo al debate pasado del pasado 7 de abril entre Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, vimos a tres personas que no fueron presentadas, dando por hecho que les conocemos perfectamente y sabemos de su trayectoria y agendas.Luego se habló de la metodología del tiempo, el protagonista despiadado y castrante del debate.
Si bien fue algo consensuado, me parece que metodológicamente considerar dos horas para seis temas, que además conllevan otros subtemas, se hace complicado y confuso, ya que además, tenían que contestar 30 preguntas realizadas por la ciudadanía.
El diseño acartonado, poco interactivo, con formato de examen tradicional de preguntas y respuestas, le quitó riqueza a las propuestas. Lo cual me lleva a pensar sobre la necesidad de crear nuevos formatos, más interactivos, que inviten realmente a la ciudadanía a participar y a mirar un debate al cual le encuentren el sentido cívico-político desde el pensamiento crítico y no que sea algo tan aburrido que provoque desinterés ya no solo televisivo, sino en el ejercicio de su derecho a votar.
Una vez, ya iniciado el debate, nos encontramos con la posible responsabilidad de dos candidatas y un candidato para llevar a mejor puerto a nuestro país, tarea nada fácil para quién quede, ya que existen rezagos históricos en diversos temas, retrocesos en el caso de los derechos de las mujeres, el incremento de las violencias, la violencia política entre los partidos, pero también la ejercida por el crimen organizado, y una larga lista de pendientes que esperan a ser resueltos en el Congreso.
Y con todo esto, lo que relució en los medios de difusión y las redes, fue lo referente al lenguaje corporal, la vestimenta, el nerviosismo, el color de piel, el tipo de cabello, las frases estigmatizantes, sus pulseritas rojas para la protección, la falta de contacto visual, entre otros, con lo cual, se desdibujaron las propuestas y posicionamientos frente a la problemática nacional. (Norma Escamilla)
Lo que me lleva a reflexionar sobre todo aquello que nos falta por seguir construyendo, desde el tema de la ciudadanía corresponsable, la creación de nuevas estrategias metodológicas para los debates, la formación y sensibilización de candidaturas que no sigan reproduciendo en su discurso la discriminación, estigmatización, falta de escucha, dificultad para conciliar, poca argumentación y que el respeto sea un valor importante.
Finalmente, para los siguientes debates podemos observar más que su corporalidad y vestimenta, algunas cosas que tal vez debería tener quien esté al frente de la política pública de nuestro país, como la forma de resolver problemas, la disposición de escucha, la integración de diferentes perspectivas, su postura ideológica, la cual no necesariamente coincide con la de su partido, si tiene perspectiva de derechos, perspectiva de género, cuál es su concepto de democracia y cuáles considera los grandes desafíos del país, entre muchos otros.