Viene el 8M y con ello, la actitud corporativa invita a hacer algo para las mujeres. Atrás han quedado, gracias a la universa, los tiempos de equiparar la conmemoración del Día Internacional de la Mujer con el Día de las Madres. Al parecer, lo de hoy es invitar a activistas, feministas o a alguna mujer con credenciales aceptables para el mundo empresarial mexicano a dar una conferencia o taller para sensibilizar y concientizar a sus colaboradores sobre la realidad de las mujeres en México.

Entonces, llegan las propuestas solicitadas y con ello, reluce la verdadera personalidad de algunas instituciones que se mueren por acercarse más a la responsabilidad social que a la vergüenza y escrutinio digital posterior ante prácticas fuera de lugar como regalar rosas o mandar tarjetas de felicitación digital. 

Hace unos días platiqué con una especialista en género sobre cómo una empresa se había sorprendido porque, cuando solicitaron una capacitación para estas fechas, ella presentó una propuesta técnica y económica. ¿Cómo que no son gratis estos espacios? Si es el día de la mujer

Días más tardes, una fabulosa activista me compartió cómo una empresa pretendía pagarle una miseria por una consultoría de género. ¿A poco hay que pagar lo justo por hacerle saber a las personas tomadoras de decisiones en una organización cómo abordar estos temas? 

Esta semana, me dieron respuesta a una propuesta para impartir un curso. Toda la retroalimentación fue sobre su contenido. Me pidieron corregir términos como “violencia económica” y “posiciones de poder” porque se sentían con incomodidad. También me solicitaron no incluir nada sobre “acoso laboral” para “no desviarnos del tema”. Aun no me han dicho qué les pareció mi cotización. 

Como feminista que está navegando en el mundo de los negocios celebro las iniciativas empresariales ponen sobre la mesa temas de desigualdad. No concibo la decisión de dialogar, pero desde zonas cómodas en las que nada va a cambiar.  Las organizaciones viven gracias a personas que son atravesadas por las problemáticas sociales, especialmente, por las mujeres. ¿Por qué negar la realidad?

Las mexicanas vivimos desigualdades salariales, violencia de género en el lugar de trabajo, discriminación por el simple hecho de existir; tenemos baja participación laboral que se reduce si somos madres y no tenemos acceso a la educación. Lo mínimo que las empresas que quieren hacer algo el 8M deberían hacer es nombrarlo y remunerar adecuadamente a quienes se sumen a ayudar. 

La práctica de empresas y organizaciones públicas y privadas de presentarse como defensores de los derechos de las personas y de la igualdad, para después demostrar  lo opuesto se conoce como purple washing. Debería también llamarse “cinismo” y eso no cabe en nuestro espacio bonito de diamantina rosa y aerosoles de colores. 

¿Qué podemos hacer? Hablemos de esto. Sigamos cobrando bien y esperemos a que los espacios continúen. Si tienes una empresa o eres persona que toma decisiones, capacítate y paga lo justo cuando invites a alguien a darte su tiempo. Demostremos la precariedad de las diferentes industrias cuando se trata de hablar sobre las mujeres y vamos combatiéndola juntas.