Mañana es el festejo del día de las madres en la guardería de mi hijo y estoy furiosa con la escuela por organizarlo entre semana a las nueve. Aunque puedo lograrlo, no me es fácil tomarme unas horas del día para esto, pues he estado en una saturación profesional, malabareando mi vida godín académica, con mi vida emprendedora y familiar, para poder salir avante con los gastos del mes.

Me pregunto si verdaderamente tenemos algo que celebrar el día de las madres en un país en el que no existe un reconocimiento hacia las tareas de cuidado y al trabajo no remunerado que realizamos las mujeres, y en específico, las que maternamos. Vaya, ni siquiera tenemos visibilidad del panorama completo.

Ser mujer en México implica tácitamente hacerse cargo de tareas de cuidado en el hogar alrededor de unas 42 horas semanales, de acuerdo con datos del INEGI, mientras que los hombres dedican menos de la mitad. 

Nuestras instituciones han fallado en proveernos de un sistema nacional de cuidados que nos permita elegir lo que nos es más conveniente y lo que nos conecte más con el deseo y con el gozo. Ser madre ya es algo complejo, con claroscuros tremendos, como para agregarle el factor de estar obligadas a trabajar muchas horas para obtener un ingreso económico y no poder equilibrarlo de manera adecuada con la crianza. 

Los desafíos que las madres enfrentamos en nuestra cotidianidad, sin importar la remuneración del trabajo que tengamos o no, son más profundos de lo que la misma sociedad permite manifestar. Para muchas mujeres, el 10 de mayo representa enfrentar luchas que se saben perdidas, porque al final del día, hay que seguir llevando el dinero a casa y sostener a las familias, mientras dedicamos cuatro horas al día más que los hombres a labores no remuneradas, según la ONG Oxfam México.

Yo voy a poder usar algunas horas de la mañana para asistir al evento escolar en honor al 10 de mayo, pero ¿cuántas mujeres podrán hacerlo? ¿A cuántas les descontarán el día? ¿Cuántas serán reprendidas o amenazadas en su lugar de trabajo? ¿Cuántas prefieren no festejar con sus hijes porque es demasiado complicado ausentarse de su espacio laboral? ¿En verdad tenemos la posibilidad de elegir nuestras actividades remuneradas o no tenemos de otra? 

¿Y qué pasa con las madres emprendedoras? Enfrentamos una carga adicional debido a la falta de servicios de cuidado infantil asequibles, de calidad y accesibles. Si bien contamos con mayor posibilidad de flexibilizar nuestro tiempo, nos toca hacer magia para intentar lograr un balance sin contar con redes de apoyo proveídas por instituciones y debemos hacernos cargo de nosotras mismas.

Cuando algunas levantamos la voz y mostramos desacuerdos con mandatos sociales que perpetúan estas condiciones de inequidad, entonces somos “malas madres”, fallamos en nuestra tarea y todo, por traicionar a la eterna buena imagen del sacrificio. Por eso protesto, porque aún con mis privilegios y la posibilidad de contratar a alguien que se haga cargo de mi hijo, tengo que seguir en un bucle productivo que no puedo detener tan fácilmente.

¿Qué podemos hacer? Necesitamos contar con un sistema integral de cuidados que nos permita descargar un poco de estas labores no remuneradas, para poderlas dedicar a algo más. Necesitamos mejores condiciones de trabajo con flexibilidad, para seguir aportando y desarrollándonos profesionalmente. Requerimos equidad en la distribución de las tareas del hogar con participación activa de otros. Debemos cambiar  el enfoque orientado a la excesiva productividad.

Este mes de mayo te invito a pensar en las madres con las que trabajas y en cómo puedes aportar a crear un piso más parejo para ellas. Si estás en una posición de poder, conecta desde la empatía y piensa en las presiones de otro tipo, más allá de las laborales, con las que muchas de ellas tienen que lidiar día a día. Desde mi trinchera, como madre líder de una empresa, sé que es mi obligación sentar un precedente para destacar que debemos cuestionar más, antes que celebrar.

Reconocer a las madres debe empezar por reconocer sus derechos y mejorar sus condiciones. Sin redes de apoyo y un sistema de cuidados adecuado, seguimos condenando a nuestras infancias a no desarrollar sus potenciales y a las madres, a padecer en vez de disfrutar.