Una de las máximas neonazis que las feministas terfs te espetan, es esa de que: “ser mujer no es un sentimiento”, al mismo tiempo que vemos que todas las luchas violetas tanto radicales, liberales, marxistas, académicas, institucionales, interseccionales, europeas, americanas, como latinoafrocaribeñas, etcétera, están plagadas de emociones, discursos de empatía, salud psicoemocional, y sororidad. Cosas que en mayor o medida, son pues, sentimientos de las mujeres.

Por ejemplo, te hablan de amor propio, de auto-perdonarte y dejar la culpa, de exigir responsabilidad afectiva a quienes te rodean o con quienes te relacionas, de pelear por derechos pero con ternura radical, de hermanarse sorora e idealistamente como en la Atalaya de los Testigos de Jehová, de ser empáticas, de creerle a todas así ciegamente como en el catolicismo y hasta extender el victimismo, o revictimizarlas… de considerarse seres de luz sin maldad sólo por el hecho de ser mujeres (y en este sentido sólo los hombres pueden ser violentos u oprimir), de amarse mucho mucho mucho entre mujeres (como si entre mujeres no pudiera darse una enemistad política o de colectivas). De construir el equivalente de la Aldea de los Pitufos, pero en vez de gorros azules, pañuelos verdes, y todas cantando y viviendo felices para siempre, en espacios cerrados.

¿Entonces por qué siguen diciendo que ser mujer no es un sentimiento? Si es claro que cuando reclaman justicia, lo primero que echan en cara es que los hombres no han sido sensibles ni empáticos, igual que la sociedad y el mundo, y no les han cumplido todas sus necesidades amorosas y afectivas.

Y en el caso de las lesbianas es lo mismo, todas los dramas lésbicos y denuncias, van en el sentido de lesbianas que agreden y no han cumplido las necesidades amorosas y afectivas, de la otra.

Entonces… ser mujer sí es un sentimiento. Y más que uno son un montón de sentimientos. Es cultura. Es simbolismo. Es identidad. Es praxis. Son normas. Es lenguaje. Porque aunque la biología es ciencia, también lo son la antropología, la sociología, la lingüística, la psicología, la teoría política, y la teoría social. Les guste o no. También la cultura. Y la biología no hace cuerpos “biológicos” como insisten en decirnos, sino se usa para biologizar cuerpos (que no es lo mismo), con fines económicos y político globales. Y no voy a explicarlo aquí porque creo que mis lectores son inteligentes y saben a qué me refiero.

Les guste o no, vivimos en sociedad. Y los espacios son simbólicos y sociales. No vivimos dentro de un quirófano, ni de un laboratorio químico farmacobiólogo, o dentro del estómago de alguien. La sociedad es un laboratorio social, valga la redundancia, donde hay identidad y lenguaje, no ADN ni cromosomas. Hay lecturas sociales y patrones, funciones sociales y roles. Hay por desgracia punitivismo, leyes y castigos.

Y para quien crea que decirles neonazis, es una exageración, porque “no han matado a nadie”, les diré, como decimos en México: que tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata, y las terfs con su acoso cibernético, sus burlas, sus escraches, y sus estupideces, han contribuido en el suicidio tras el escarnio, de personas trans. Además hablan desde una supremacía donde la mujer es un título nobiliario, una propiedad privada, una raza pura aria, y exigen como Hitler, que haya derechos de sangre y cromosomas, para que no se contamine “ser mujer” ni la raza de las mujeres. Son neonazis. Renovadas que no nos harán jabón pero sí quieren extinguirnos a las personas trans, por un esencialismo y una comunión ideológica con la derecha mundial y el ultraconservadurismo.

Por lo mientras, soy una mujer orgullosamente llena de intensidades, pasiones, emociones, sentimientos, que sí lloro y no facturo, porque llorar no tiene nada de vergonzoso ni es motivo de pena, y facturan las burguesas y las blancas, y a duras penas me dan ticket en el Aurrera. Soy una mujer chillona pero chingona. ¡Y arriba todos los sentimientos de las mujeres, sí señoras!