Primero de octubre de 2024, un día nublado y algo frío por las lluvias en la Ciudad de México, lo cual no mermó la movilidad de las personas que acudieron al zócalo capitalino para festejar la toma de posesión de la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo.
Evento que se tiñó de color y calorcito humano ante un hecho relevante en la historia, por el hecho de ser mujer en un país patriarcal y machista, de ser la primera mujer presidenta en América del Norte, y por sumarse con el numero 27 a nivel mundial.
Desde la madrugada, el bullicio fue mayor que en otros días por el desplazamiento de los medios de comunicación masiva nacionales e internacionales, con cuatrocientas acreditaciones, los cuales cubrieron dicho acto histórico, mismos que se desplegaron en las diferentes sedes donde se llevarían a cabo los actos protocolarios.
Al mismo tiempo, los medios televisivos preparaban sus mesas de diálogo, en tanto pasaban pequeños spots de la trayectoria de la nueva presidenta de México, y de cómo, poco a poco iban llegando al zócalo las colectivas, las batucadas, contingentes de los estados de la República y alcaldías, y la vendimia de su muñeca icónica.
De igual forma, hacían paneos breves del recorrido de la presidenta al salir de su casa con dirección al Congreso de la Unión, a la par, que el equipo organizador trasladaba a mandatarias y mandatarios de 105 países, invitados especiales y representantes de 23 organismos internacionales.
Algunos de los momentos destacados fueron: el recibimiento en el Senado por parte de una comisión de mujeres diputadas y senadoras de diversos partidos, la entrega de la banda presidencial a cargo de una mujer icónica, Ifigenia Martínez, economista, activista, representante de la izquierda y presidenta de la Cámara de Diputados.
Destacable también, la evidencia participativa de las mujeres en la historia de México, al hablar de los resultados que posicionan a México, al invitar a que “pensemos con cabeza fría”.
Al enunciar las prioridades en torno a las energías renovables, el agua, y la disminución de la contaminación del valle de Hidalgo, así como, cuando nos exhorta a enunciar la "A" como símbolo lingüístico de visibilización de las mujeres en sus profesiones, oficios, y actividades cotidianas.
Así también, sus comentarios graciosos y poco solemnes, le dieron un toque más humano a su discurso, además de la fluidez, serenidad y su racionalidad característica. También fue relevante el programa cultural en el zócalo y la entrega del bastón de mando que estuvo a cargo de 133 mujeres indígenas y afrodescendientes.
A la par, en mi monitoreo televisivo me encantó escuchar las voz de niñas y adolescentes entrevistadas en canal 11, las cuales daban su opinión referente al acto de tener una presidenta mujer, destacando su sentir, sus peticiones y mostrando conciencia de su entorno social nada favorable a través las siguientes expresiones: “le pediría más seguridad para las niñas que son secuestradas y violadas”, “que en las escuela nos pongan bancas”, “que sea una buena presidenta”, “que vean los hombres, que no solo ellos pueden ser presidentes”, “que pongan más escuelas”, “yo le tengo respeto porque es una mujer que nos esta enseñando a las niñas, que sí podemos ser presidentas”.
Al mismo tiempo, el primero de octubre a primera hora apareció en el buscador de Google el nombre de Claudia Sheinbaum Pardo, acompañado de un texto que dice: cargo “Presidenta de México desde 2024”, además de toda su trayectoria política; en tanto en Wikipedia además de toda su información, comienza con la frase “siendo la primera mujer en la historia de su país en ejercer el cargo”.
Finalmente, como en toda fiesta, hay gente emocionada, disgustada, e indiferente, pero esperemos que este discurso que escuchamos realmente venga a contribuir no a la buena voluntad de una mujer presidenta y su equipo, sino al reconocimiento y el ejercicio real de los derechos de las mujeres y las niñas, lo cual no excluye al total de actores sociales, y a los temas pendientes como los cuidados, la reforma laboral, la Ley oropéndola, y la dignificación de las madres buscadoras, entre muchos más.
Muchos son los pendientes, nada fácil el camino, pero si no se nos coarta la voz a la ciudadanía, puede que sea posible una nueva historia.