¿Qué sueños persiguen las niñas? ¿Cuántos obstáculos las alejan, no solo de lograrlos, sino de imaginarlos posibles?

Son muchos los datos que nos revelan un diagnóstico difícil de eludir: la agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas está todavía muy lejos de lograse y las niñas son de las poblaciones más vulnerables respeto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Visibilizar esta realidad es deber de todos los niveles de gobierno, organismos de la sociedad civil y personas adultas, en tanto responsables del cuidado de las nuevas generaciones, sea 30 de abril o cualquier otro día del año.

En el mundo, las niñas entre cinco y 14 años dedican cada año 160 millones de horas más que los niños de la misma edad a realizar tareas domésticas no remuneradas y recolección de agua y leña, de acuerdo con el informe "Harnessing the Power of Data for Girls: Taking stock and looking ahead to 2030" de la UNICEF. 

El informe “El Progreso en el Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de Género 2022” agrega una dimensión: solo el 11.5% de las niñas más pobres en las zonas rurales finaliza sus estudios, mientras que del total de las niñas más ricas en las zonas urbanas el 72.2% lo hace.

Incluso en el acceso a tecnología, algo que parece ya más que cotidiano en el lado del mundo donde nos tocó vivir, hay una brecha considerable: cerca de 90% de las niñas que viven en países en desarrollo no tiene acceso a internet, en tanto los niños tienen el doble de probabilidades de gozar de ese acceso, según alertó a finales del año pasado la UNICEF.

En nuestro propio país, el 29.3% de las niñas y adolescentes de 12 a 19 años que utilizaron internet en 2022 fueron víctima de ciberacoso, en contraste con el 20.1% de los hombres de la misma edad, según el Módulo de Ciberacoso del INEGI 2022, así que aún logrado la conectividad queda pendiente resolver la vulnerabilidad del habitar en cuerpo femenino en todas las realidades, incluso la virtual. 

La “adultización” es otro problema prevalente en México, donde viven 3 millones 731 mil 867 niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años que realizan alguna actividad económica y, como ocurre con las mujeres, hay un mayor el porcentaje de niñas que no recibe ingresos por su actividad, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil 2022 INEGI. 

Es decir, desde muy temprano millones de niñas juegan a la casita no sólo con muñecas sino con las responsabilidades económicas y de cuidado que les esperan también durante la edad adulta, cuando los roles y estereotipos de género marquen la expectativa social de sus vínculos, reacciones y, desde luego, oportunidades.

Ese “juego” incluye la sexualización de la infancia, uno de los factores que explica un dato escalofriante del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes: en México contraen matrimonio 30 veces más las niñas de 10 a 14 años que los niños de la misma edad. En tanto, las adolescentes de 15 a 17 contraen matrimonio seis veces más que los adolescentes de la misma edad.

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Con tantas obligaciones adquiridas por acuerdo social que normaliza diversas formas de violencia, las niñas en el mundo pierden la capacidad de soñar. Tienen sueño, pero es por el cansancio de dobles o triples jornadas que las alejan de un buen rendimiento escolar, espacios afectivos sanos y la protección del interés superior de la infancia, en todos los contextos. 

Nos toca defender su derecho al futuro, desde el presente.