Yadiris Luis Fuentes está segura que si no hubiese tomado la decisión de hacer periodismo independiente no hubiera vivido toda la violencia que vivió entre el 2020 y el 2022. Ella pertenece a la última generación de periodistas cubanas que ha sido expulsada del país por ejercer su profesión al margen del oficialismo, pero asegura que solo cuenta una parte porque quiere ser ella misma, cuando esté preparada, quien escriba su propia historia.
Empieza por una de las primeras violencias institucionales que vivió desde que se graduó en el 2015.
“Yo fui de una generación que todavía creía en pasar el servicio social era una obligación para poder ser periodista”, y Luis Fuentes se refiere al pago a través del servicio que es impuesto a los estudiantes universitarios una vez terminados los estudios, “lo dejé a medias, pero después llegaron otros más listos y se dieron cuenta que para ser periodista no tenías ni que estudiar periodismo ni hacer el servicio social”
“Hay un manto negro sobre qué es el servicio social, qué significa perder o no perder el título o si esa es una de las consecuencias realmente de no hacer el servicio social”, la periodista habla de una de las tantas pesadillas de los recién graduados cubanos que quedan a total disposición del Estado, lo que si bien les garantiza un puesto de trabajo, no les permite decidir sobre sus vidas.
“Trabajé en el periódico 5 de septiembre y no me sentía cómoda, pero publicamos un texto que se llamaba ‘La ciudad inacabada’ que tenía que ver con las obras que iban a hacerse en la ciudad y que nunca se llegaron a hacer. Después de publicado el texto, de la nada, un sábado, la primera secretaria del Partido Comunista de Cienfuegos se reunió con los periodistas autores del texto”, para intimidar y humillar, o así lo percibió Luis Fuentes.
“Esta gente por lo general nunca saben nada de periodismo. No he tenido otros encuentros con otras secretarias de partidos, pero esta es una de las personas más desagradables que recuerdo”, quienes han trabajado en espacios de poder en Cuba saben la impotencia que generan estos llamados de atención.
“Se había graduado, dice ella, de lengua española, y nos dijo que los periodistas nos creíamos muy listos, muy inteligentes y metíamos cizaña en todo lo que escribíamos, pero que ella se daba cuenta. Nos dijo que éramos unos insensibles, porque no habíamos entrevistado a ningún directivo, que solo habíamos hablado con la gente en las obras, que el periodismo no se hacía así, y que nosotros nunca nos habíamos ensuciado, ni habíamos trabajado con cemento, ni sabíamos nada de la vida. Y me fui”, esa fue la gota que colmó su paciencia.
Me llamó desde un número privado para decirme que ellos me tenían ubicada, que sabían dónde yo estaba viviendo y que ellos querían hablar conmigo, que si me resultaba posible que ellos me pasaran a recoger
El primer interrogatorio
“Comencé en el periodismo independiente en 2020. Había tenido varias ofertas antes y no me había decidido porque sabía que hacer periodismo independiente en un país totalitario tendría consecuencias para quienes me rodeaban”, pero rompió con las dudas y comenzó a trabajar en ADN Cuba.
Se centró fundamentalmente en escribir sobre violaciones a derechos humanos y periodismo jurídico.
“Antes del primer interrogatorio sabía que sería algo inevitable. Viviendo en Cienfuegos ya le habían preguntado a personas cercanas por mí. A los meses de mudarme a La Habana y tras las protestas de julio de 2021 fue que comenzó el acoso y la represión”, la primera vez fue el día de su cumpleaños.
“Era un tal Pedro, de la seguridad del Estado. No recuerdo el rango militar. Me llamó desde un número privado para decirme que ellos me tenían ubicada, que sabían dónde yo estaba viviendo y que ellos querían hablar conmigo, que si me resultaba posible que ellos me pasaran a recoger”, pero Luis Fuentes exigió una citación oficial y colgó.
“Me pasé todo el almuerzo de mi cumpleaños hablando con amigos abogados sobre lo que acababa de pasar”, y estuvo recibiendo llamadas de números privados dos días más hasta que el 14 de octubre recibió la citación policial.
En ese primer interrogatorio hubo gritos, puñetazos encima de la mesa. Ella solo miraba a unos cuadros que tenía enfrente y que no recuerda si eran Fidel o Raúl Castro obligándose a pensar en otra cosa. Mientras Alberto, el alias de quien supone que era el jefe del agente que me acosaba todo el tiempo, que se hacía llamar Manuel, dio sobre la mesa, y le exigía que hablara, que respondiera a sus preguntas, que le mirara a los ojos.
Desnudos en las redes
Yadiris Luis tiene una relación con su cuerpo diferente al resto del gremio periodístico. Sus desnudos son públicos aun sabiendo que hubieran podido ser un arma contra ella.
“Ese exhibicionismo a mí me salvó de sentir todo el tiempo que estaba presa y que mi vida no era mía. Me había hecho unas fotos antes de que empezara todo esto. A mí me gustaban, pero no las había publicado ni nada”, recuerda.
“Era como una especie de ejercicio de sanación de otras vivencias. Mis amistades, las que sabían, estaban muy preocupadas con que salieran a la luz porque la seguridad parece que lo controla y lo gobierna todo en Cuba, aunque no lo haga, pero en la narrativa que meten dentro de la gente está que todo a tu alrededor es vigilado y controlado”, y describe un sentir general.
“También tenía amistades muy preocupadas de que su vida privada, fotos que envié a parejas que tenía o personas con las que tenía algún tipo de romance, salieran publicadas en redes, porque también es una práctica muy habitual de la Seguridad del Estado ventilar tu vida privada en redes sociales. Y me dije: ‘al menos ese pedacito va a ser mío’”, empezó a publicar sus desnudos en redes sociales, en estados de Whatsapp, en donde se le ocurriera.
Y se dijo: “Tú podrás usar todo lo que tú quieras, tú podrás joderme de todas las maneras que tú quieras, tú podrás dinamitar todo a mi alrededor, pero mi cuerpo es mío. Y eso se quedó como una especie de terapia para mí”, fue como un antídoto porque aunque el acoso en los interrogatorios tuvo tintes sexuales nunca hicieron alusión directa a las fotografía eróticas.
Lo demás era mucha paranoia. Nunca publicaba qué estaba haciendo ni qué ni con quién porque a Leonardo Negrín, otro activista, la teniente coronel de la seguridad del Estado Kenia Ledesma había dicho que a esa generación no hacía falta vigilarla, que con lo que publicaban en las redes era más que suficiente.
Más interrogatorios y el exilio
“Recuerdo un interrogatorio en febrero del 2022, uno que estaba vestido de verde y que acompañaba al tal Manuel, me preguntó: ‘¿por qué tú siempre te vistes tan provocativo?’, y toda la calma que había tenido durante el interrogatorio se me fue”.
Ese mismo año recuerda otros dos interrogatorios que fueron también agresivos.
“En uno en la estación de policías de Zapata y C llegaron a decirme que se había olvidado llevarme el uniforme del Guatao para que fuera viendo cómo me quedaba” y se referían a la prisión occidental de mujeres, “y que ese pelo bonito que yo tenía no iba a poder mantenerlo en la prisión, que fuera pensando si me quería quedar calva”
En otro interrogatorio recuerda que le dijeron que si quería bajar a los calabozos para que me fuera familiarizando con la que le esperaba.
“En enero la Seguridad del Estado presionó a quien era mi casero para que me desalojara. Me sentí indefensa, poco resolutiva, cuando realmente de nada servía que yo fuera resolutiva porque te estás enfrentando a un régimen que tiene todos los recursos para aniquilarte y ponerte la vida muy difícil”, le fue imposible encontrar alquiler.
“Me inundó la paranoia. No quería decirle a nadie hacia dónde me iba. Fui a ver una renta por el Cerro y parecía que me iría a vivir ahí, lo siguiente a eso fue que di una entrevista para Radio Televisión Martí y unos vecinos de los caseros lo oyeron y entonces me dieron una excusa para no alquilarme la casa”, luego un amigo le ofreció su casa, de la que la Seguridad no podría sacarla. En estos casos las redes de apoyo puede llegar a ser la única salida.
Los meses antes de salir al exilio Luis Fuentes los considera ‘nefastos’.
“Me sentía vigilada todo el rato y era angustiante. Sabía que podía ir presa, pero lo que me aturdía más era pensar que me podía volver loca, que esa situación podría llevarme a ese límite”
“La policía política me dijo: o te vas o vas presa. Me lo habían dicho muchas veces, pero en julio fueron más insistentes. Fue casi un año de tortura psicológica constante, hasta cinco interrogatorios en un mes, el acoso despiadado del agente “Manuel” que me decía que me levantaría cada día con miedo a que estuviera frente a mi puerta. Es como una gota cayendo sobre una roca, conoces la sensación, hará mella en algún momento. Pensé que me volvería loca. No confiaba en nadie” y todo fue tan desgastante que no está muy segura si encontrará quien la comprenda porque por mucho que lo diga, no hay palabras que logren describir la sensación de indefensión.
La sanación
El exilio duele. Yadiris Luis Fuentes vive en España y trata de en su tiempo libre sacar a Cuba de su vida.
“No hablar sobre Cuba es imposible porque cada persona que conoces en este país te pregunta. Así que es casi imposible no hablar de Cuba o no sentir a Cuba, no acordarte de Cuba en algún momento”, pero hace el intento y ha logrado librarse un poco de la paranoia.
“Hay cosas que todavía no han aflorado y que van a aflorar. No había tenido pesadillas con Cuba hasta hace unos meses que soñé con la seguridad del Estado vestida de verde en España, en Madrid”, pero a modo general se siente más segura, más tranquila aunque aun alguna llamada de número desconocido o privado le activan todos los miedos.
“El exilio me ha librado de poder decir dónde estoy, de poder compartir si estoy viviendo algo que quiero o con alguien que quiero, de poder tener relaciones con hombres sin pensar que esos hombres van a sufrir por tener una relación conmigo”, era una de las cosas que más le perturbaba en Cuba, nadie le dice: “no puedo estar contigo poque me puedo quedar sin trabajo o no me van a dejar salir del país”, se le quitó la sensación de que todo a su alrededor puede ser aniquilado.