Lo que no se nombra, no existe. ¿Y lo que se prohíbe?
El presidente Argentina, Javier Milei, retrocedió varias décadas de un plumazo: el martes pasado prohibió usar el lenguaje inclusivo y con perspectiva de género a toda la administración nacional. La medida incluye también al Ministerio de Defensa, las Fuerzas Armadas y los organismos descentralizados.
Por si quedara alguna duda de la necesidad de nombrar la diversidad, el portavoz presidencial, Manuel Adorni, declaró que “el lenguaje que contempla a todos los sectores es la lengua castellana, no veo por qué tener estructuras. No vamos a participar en ese debate porque consideramos que las perspectivas de género se han utilizado como negocio de la política”. ¡Un negocio de la política! Vaya tango…
Han quedado prohibidas la letra “e”, el arroba, la “x” y cualquier "inclusión innecesaria del femenino" —sí, se atrevieron a calificarnos de innecesarias en pleno siglo 21 y con la agenda 2030 de la ONU a menos de un paso— en todos los documentos de la administración pública. Por ejemplo, en las Fuerzas Armadas, fórmulas como “sargenta” o “soldadxs” para identidades no binarias, están fuera de discusión: fusiladas.
Junto con la apertura al lenguaje inclusivo murió el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo dado que “no sirve para nada”. Tenía dependencias en todo el país sudamericano y según su último informe, de 2022, recibía en promedio 2 mil 500 denuncias al año; la mayoría relacionadas con discapacidad y orientación sexo-genérica.
Desde que llegó al poder, el ultraderechista Milei eliminó el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad y, poco después, su partido presentó un proyecto de ley para penalizar el aborto en un país donde había sido legalizado apenas en 2020. Lloramos por ti, Argentina, aunque eres solo una isla más de la renuencia global a nombrar la diversidad.
La propia Real Academia Española ha rechazado la implementación del lenguaje inclusivo porque argumenta que el uso del masculino gramatical “no supone discriminación sexista alguna”, aunque el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, matiza la regla afirmando que la Academia no pretende condenar a nadie ni mucho menos dar instrucciones: “Si hay gente que prefiere entenderse con un lenguaje inclusivo, adelante. Y si ganan la batalla los felicitaremos”. Lo que el director de la RAE quiso decir es que lEs felicitaremos.
Recientemente, la ONU publicó una guía para crear conciencia sobre la relevancia del lenguaje como un determinante de actitudes culturales y sociales. En otras palabras: las palabras importan y modelan la sociedad; nombrar es una forma de combatir prejuicios e impulsar la igualdad; una manera de visibilizar.
Las decisiones de Milei no son solo ocurrencias de un mandatario que juega a excéntrico y radical para aprovecharse de su pueblo afectado por una severa crisis económica, tampoco son solo estrategias para ganar popularidad ante la sociedad polarizada. Lo que pasa en Argentina es un deliberado ataque contra los derechos que tanta lucha y tantos años han costado ganar a las mujeres en términos sociales, culturales, sexuales y políticos.
Pueden prohibirnos algunas vocales, pero jamás podrán borrar su existencia. Cuidado, Milei, que como decía CríCrí: ahí viene la E… y el #8M.