“No nos alcanzan las manos para esta enorme producción capitalista”, me dijo Dance, una tarde fría de domingo mientras platicábamos en su puesto de lectura del tarot, de venta de pan y de ropa usada. Dance forma parte de una de las colectivas que se tienden en las inmediaciones de la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México. A pesar de la gran afluencia de puestos ambulantes en la zona, el caso de Dance es una protesta feminista. ¿Por qué? Aquí te lo cuento.
Analizar la autogestión y el activismo desde la academia
Uno de mis objetivos al investigar estas manifestaciones en un espacio universitario como el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM fue mostrar la complejidad de la organización de las mercaditas, que trasciende por mucho el momento de la protesta misma. A un nivel más personal, me interesaron porque llevo varios años realizando trueques entre grupos de amigas, conocidas y desconocidas. Así que, al ver carteles de trueque en algunos puestos, me identifico y quiero saber más. Me gusta este tipo de organización y conozco –de primera mano– lo difícil que resulta su gestión porque se antepone el valor de uso al valor de cambio. Nada fácil dentro de este sistema.
Para entender estas manifestaciones es necesario prestar atención a las prácticas que realizan y a la densidad del vocabulario con que se nombran. Algunas se denominan “mercaditas” para enfatizar la presencia femenina en la organización y todas se posicionan frente a la violencia económica. Esta demanda va más allá de la definición formal estipulada en la Ley, referida a las limitaciones sobre el ingreso, el desarrollo laboral y la autonomía financiera.
Las protestas añaden una crítica estructural de la violencia económica y proponen la autogestión feminista como solución. Por esto, el caso de Dance y de otras compañeras no se trata de una demanda hacia el Estado sino un llamado a la auto-organización entre mujeres para la construcción de alternativas. De este modo, las mujeres autogestionan el espacio que ocupan, la producción artesanal que llevan a cabo y el aprendizaje de artes y oficios necesarios para seguir produciendo.
Las protagonistas
Una de las prácticas que realizan en estos espacios son eventos políticos-culturales que incluyen exposiciones gráficas, performance, música, talleres y charlas donde convergen personas de otras colectivas. Gracias a esto y a la difusión en sus redes sociales pude conocer y conversar posteriormente con algunas representantes de proyectos autogestivos como Mercadita Vassincelos Hijas de la luna-gráfica, Vendaval cooperativa panadera y Talachas girl.
Al acercarme a ellas para preguntarles sobre la autogestión, sus respuestas dieron pauta a reflexiones:
“Es un modo de vida”, “es el camino a la autonomía”, “no tiene que ver con el sistema capitalista, pero sí puede vivir dentro de él o a un lado ”, “la autogestión es sostener nuestra organización colectiva sin depender del dinero del Estado ni del privado”, “hacer visible otras formas de vivir en comunidad, lo que nos hace diferentes es que nosotres estamos creando talleres con herramientas necesarias para estos oficios”
Orígenes de la autogestión
La herencia anarcopunk
En las décadas de 1970 y 1980, la herencia anarcopunk reivindicaba la autogestión en los términos del “hazlo tú mismo” (Do It Yourself) como una forma de vida frente a los valores que promueve la sociedad de consumo.
En las redes que tejen las mercaditas construyen espacios como la Laboratoria Autogestiva y el Festival de Tequias que fomentan el aprendizaje de producción editorial, plomería, reparación de ropa y bicicletas. También comparten con el anarcopunk la crítica antiespecista y promueven el veganismo.
La antropóloga Rossana Reguillo ha dicho que en el “punk” la presencia de mujeres ha sido constante, incluso mayoritaria, respecto de otras “culturas juveniles”. En los últimos años, los niveles de discriminación y de violencia hacia este sector han contribuido a que en el movimiento anarcopunk no solo aumente la presencia de mujeres, sino que se diversifique su participación a través de talleres autogestionados de autodefensa personal.
Economías populares
Hablar de economías populares es una apuesta tanto teórica como política, ya que busca interrumpir la cadena de sentidos negativos que remiten el trabajo informal con prácticas desorganizadas, fuera de marcos legales, ejecutadas por sectores marginales que aspiran a estar dentro de la formalidad laboral, y da cuenta de la complejidad de prácticas que desarrollan los sectores populares para la subsistencia.
Las estrategias propias de la economía popular las hemos puesto en práctica cuando al ser estudiantes tuvimos que vender dulces, o cuando mi salario de profesora de asignatura no alcanzaba y tuve que vender algunos libros o ropa. Las tandas, las rifas, los trueques, la colectivización del trabajo de cuidados, todo esto forma parte de las estrategias para la subsistencia que sostienen la vida. Estas prácticas no sólo coexisten con el trabajo asalariado sino que muchas veces generan las condiciones para que se realice.
El patriarcado del salario
Al imperar la lógica del “patriarcado del salario”, según la propuesta de la filósofa Silvia Federici, todas las prácticas no asalariadas han sido negadas, invisibilizadas y señaladas como un obstáculo para el “progreso”, muchas de ellas han sido realizadas históricamente por mujeres. En el mejor de los casos se considera que son actividades “mientras” se encuentra un trabajo formal, como si el mercado laboral fuera capaz de absorber a todas las personas, y como si ésta fuera la aspiración de todas, a pesar de sus malas condiciones laborales.
Apuntes finales
Creo que gracias a todas estas prácticas económicas el sistema se mantiene a flote porque hacen contrapeso a la exclusión sistemática de personas en el capitalismo. Estas constituyen formas de autoorganización que los sectores, “desde abajo”, ponen en práctica, dentro de los cuales el trabajo de las mujeres ha sido particularmente relevante.
En este sentido, si nuestras manos son insuficientes contra las opresiones patriarcales y capitalistas, los espacios de las protestas contra la violencia económica permiten el encuentro de muchas manos, que en conjunto tejen redes de cooperación y formas de hacer la vida más vivible.