Las peleas por los terrenos son clásicas en la cena navideñas o de fin de año, tanto que hasta nos reímos de ello en redes sociales, las discusiones familiares, la incomodidad y la ansiedad que provocan se han normalizado, sobre todo en estas fechas de congregación pero ¿sabías que este tipo de discusiones también son violencia?
La violencia familiar es todo acto de poder u omisión intencional que tiene como propósito dominar, someter, controlar, agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a un integrante de la familia, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Este tipo de violencia se da dentro o fuera del hogar por quienes tienen algún tipo de parentesco. Durante las reuniones familiares la violencia psicoemocional es común, y es que este tipo de violencia abarca desde los condicionamientos, los insultos, las amenazas, las humillaciones, las comparaciones destructivas, hasta el abandono que atentan en contra de la salud mental de las personas.
Platicamos con Diana Julieth Triviño Ocampo, maestra y psicóloga egresada de la Universidad Autónoma de Madrid, con un enfoque especializado en derechos humanos y prevención de violencia de géneros, quien explica que la violencia familiar en este contexto, no solo implica actos físicos, sino también dinámicas psicológicas verbales, como las discusiones familiares, y simbólicas que perpetúan las desigualdades de poder en el ámbito familiar.
Violencia familiar en Navidad
La idealización de la armonía familiar durante las fiestas amplifica la violencia, especialmente porque se hace un énfasis en las jerarquías dentro del contexto familiar como el del padre proveedor y la madre cuidadora y el de los hijos como sujetos sin credibilidad que no pueden hacer uso de la opinión. Esto sirve como justificación de ciertos actos de violencia o de legitimación de las palabras de unos y de otros dentro de las relaciones familiares, explica Diana Treviño.
Los patrones o formas repetitivas de control, humillación, desvalorización y silenciamiento en el espacio familiar son formas de violencia que no deben ser minimizadas bajo la etiqueta de conflictos familiares.
Estos patrones se normalizan a través de la reproducción de narrativas que minimizan o justifican la violencia, por ejemplo, en el uso de frases como “sólo una discusión", “esto es normal en la familia”, “en los amigos en los amigos no puedes confiar, pero la familia siempre va a estar para ti a pesar de todo” o “ a pesar de todo, yo siempre voy a hacer tu padre”. Estas frases se utilizan para justificar cualquier acto de violencia que pueda suceder y se convierte en una norma tener que permanecer y habitar espacios con dinámicas violentas.
“Estas situaciones tienden a intensificarse durante las fiestas por la presión de cumplir con los ideales familiares, de armonía, de bienestar, de solidaridad”.
La violencia también se intensifica por una especie de presión capitalista por cumplir con las expectativas del gasto de fin de año, lo que hace de las fechas una temporada compleja en la que las dinámicas familiares y de género se ven marcadas por la violencia.
“El estrés financiero y emocional que se produce durante la temporada exacerba tensiones preexistentes que se alían con las expectativas de gastar, de dar regalos, de vivir estas imágenes y ficciones de felicidad donde todas las personas cierran el año con una especie de bienestar y recuento de del año”.
Estrategias de autocuidado
Para procurar nuestra salud mental, no normalizar la violencia familiar y hacer un cambio cultural durante las reuniones de fin de año, Diana Triviño propone tener un enfoque y postura crítica de las estructuras que han configurado la manera en la que vemos las relaciones.
Hay que entender que la violencia proviene de todo un modelo más amplio que se transmite y replica en todos los espacios, desde lo público hasta lo privado.
Si bien la posibilidad de realizar este análisis en sí también es un privilegio atravesado por otros factores, te dejamos algunas recomendaciones que podrías implementar en tus próximas reuniones para cuidarte de las discusiones familiares:
Generar un diálogo: para redistribuir las responsabilidades emocionales y organizativas.
Promover la comunicación no violenta: cuestionar las normas familiares que perpetúan la desigualdad.
Legitimar y dar el lugar a las estrategias para cuidado propio: dentro de estos espacios familiares en los que hemos vivido injusticias respecto a la carga de trabajo para procurar el bienestar individual.
Legitimar y validar lo que nuestro cuerpo siente: no normalizar las reacciones de ansiedad, angustia, miedo, dolor, incomodidad. No estamos exentas de sentir, de incomodarnos frente a esas violencias.
Contacto cero con familiares tóxicos: si una persona te provoca incomodidad lo recomendable es mantener tu distancia y marcar límites. Habitar espacios en común no significa que es necesario forzar la convivencia.
Evita idealizar la temporada: muchas veces la magia de la celebración nubla la realidad y nos hace someternos ante discursos violentos en pro de convivir pero es importante reconocer que la violencia familiar a través del discurso ocurre en estas fechas.
Poner límites: expresa qué es lo que está generando incomodidad y mantén distancia física de las personas que generan conflicto.
Buscar alianzas: dentro de nuestros espacios familiares, como nuestras madres, nuestras abuelas o inclusive algunas figuras masculinas que pudieran estar ahí como aliados respecto a la importancia de retribuir estas responsabilidades efectivas y organizativa.
Efectos emocionales por discusiones familiares
Diana Triviño cuenta que las mujeres experimentamos mayores estrés, mayor ansiedad y sentimientos de aislamiento, que se agravan por la expectativa de mantener esta cohesión en familia a costa del bienestar.
“Tener sentimientos de incomodidad, dolor, preocupación y angustia puede llevarnos a vivir situaciones de riesgo, esa transgresión ya es una señal de que algo está pasando y que se está cruzando un límite. Para detectar los efectos es recomendable observar las señales que produce el cuerpo ya que se pueden dar problemas de salud física como problemas en el sistema digestivo”.
“Si tú no te sientes bien, si te duele esa dinámica que está pasando, si te incomoda, si te sientes transgredide o transgredida por estas dinámicas, esa ya es una señal. El cuerpo es una una clave muy importante para a partir de ahí cuestionar y desnaturalizar algo que en nuestra familia puede ser legítimo".
Asimetrías de género
La estructura de las relaciones familiares ha asignado a las mujeres una carga emocional, y organizativa muy grande que aumenta la vulnerabilidad que las mujeres vivimos dentro de los espacios familiares. Se espera que las mujeres, además de ser proveedoras, también naturalicemos las expectativas del sacrificio, de los trabajos de cuidado y de la carga emocional que se produce en estas fechas con el fin de sostener y mantener el bienestar emocional, la felicidad, la alegría.
En México, las mujeres realizan 6 horas más de trabajo no remunerado que los hombres, según datos de la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo del INEGI, esta desigualdad aumenta durante la temporada navideña, lo que provoca cansancio y agotamiento mental en las mujeres.
"La presión de cerrar con armonía, de vivir en paz estas navidades o de estar tranquilos y de sentirse unidos, perpetúa dinámicas de poder y control en estas fiestas atravesadas por la exigencia de estereotipos".
Además, en la carga de cuidados se nos estigmatiza a las mujeres por preocuparnos demasiado y no se reconocen las contribuciones en el hogar, como explica la organización Ola Violeta en el informe “Cuidame preocupona”, sobre las tareas de cuidados en la Navidad.
Te recomendamos la siguiente nota para saber cómo actuar ante comentarios de violencia durante las cenas y reuniones de fin de año: