¿Cuántas veces has sentido la urgencia de llegar a casa para quitarte el bra y al fin descansar después de llevarlo puesto por horas? Este es el día para hablar al respecto, pues desde 2011, cada 13 de octubre se conmemora el Día del Brasier, una fecha en la que reflexionamos sobre su uso en el marco del Mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Mama.

La creación de este día se atribuye a una usuaria anónima de Facebook, bajo el seudónimo de Anastasia Donuts, quien lo propuso el 9 de julio de 2011. Sin embargo, mucho antes de su popularización en redes, ya existían mujeres rebeldes que buscaban visibilizar la opresión detrás de muchas de estas prendas. 

En la década de 1960, los cánones de belleza hegemónica vigentes ya se habían desarrollado, y la llegada del brasier push-up confirmó el estándar supuestamente ideal para las mamas de las mujeres: grandes, firmes, con los pezones puntiagudos —pero sin que se vean para no ser indecorosa— y sin ninguna marca o estría. Toda una fantasía masculina

Imagen

La tercera ola del feminismo —como se reconoce desde la genealogía del feminismo occidental— marcó un punto de quiebre en 1968, cuando un grupo de mujeres dijo basta y realizó la famosa protesta de la quema de sostenes, durante el concurso Miss America celebrado en Atlantic City, Nueva Jersey.

Ya antes las mujeres habían logrado dejar de usar corsé —una pieza que fue criticada por ser restrictiva, y que ajusta los pechos, la cintura y la cadera para hacerlos crear la ilusión de reloj de arena— para transicionar al sostén de busto rígido, el antecesor del brasier con varilla de mediados del siglo XX. 

34-B y las copas que controlan nuestros cuerpos

Mientras escribo este texto sentada en mi escritorio, y sí, ¡sin brasier! no puedo dejar de pensar en las veces en las que creí los mitos de terror infundidos sobre mi cuando era tan una adolescente, como el clásico mito de que si no utilizabas brasier tus pechos se deformarían. O peor aún, se dejarían llevar por la gravedad y caerían casi directo al piso, llevándose consigo la posibilidad de ser atractiva para los hombres, porque claro, hablar sobre la autonomía no era parte de la agenda y no estaba al centro de la conservación sobre desarrollo y crecimiento femenino. 

O el mito de que todas hemos sido talla 34-B, porque aparentemente es la talla media y muchas hemos transitado alguna vez por ese famoso estándar. Tiempo después comprendí que no era normal que ni yo, ni mi madre ni mi abuela, compartiéramos la misma talla de sostén, aunque evidentemente nuestros cuerpos eran distintos, sólo no habían opciones. No estoy hablando de un pasado muy lejano, es México en 2015, hace casi 10 años. 

Una vez que comencé a usar sostén, se convirtió en una especie de uniforme. No podía salir de la casa sin él, y en casa no me lo quitaba por el miedo a que mis pechas se cayeran, aunque la cinta elástica me apretara las costillas y los tirantes me rozaran los hombros.

Como estos, las mujeres hemos sido sometidas a infinidad de mitos que oprimen nuestros cuerpos. Hoy recordamos esa lucha, con el sostén fuera de nuestros pechos. 

No Bra Day, No Bra Life

Dejé de utilizar el brasier mientras aún estaba en la universidad,  casi medio siglo después de la creación del primer sostén deportivo en 1977, cuando las mujeres se integraban cada vez más a los espacios dominados por hombres como el de las competiciones deportivas. 

Aunque parece que utilizar un brasier cómodo y que se adecue a las necesidades de cada persona con mama, no siempre fue una realidad y hoy, aún existen mujeres que no conocen su talla real o se conforman con prendas que lastiman, aprietan o limitan el movimiento. 

Imagen

No es casualidad  que, de acuerdo con la empresa de investigación de mercado Fortune Business Insights, el mercado global del brasier si las marcas realmente escuchan a quienes los usan. La demanda es clara: sostenes cómodos, inclusivos, diversos y fabricados con materiales que cuiden la piel. De una forma casi poética, buscamos en los brasieres lo mismo que intentamos derribar cuando hablamos del patriarcado: estructuras que no opriman, sino que acompañen.

En 2023, tras la pandemia del COVID-19 y cuando muchas mujeres dejamos de sentir presión por utilizar sostén. Se hizo evidente que necesitábamos mejores alternativas, aunque en ese momento, yo aún no podía enunciarlo como tal.  

Paradójicamente, cursaba el trimestre obligatorio de Periodismo de la carrera en Comunicación Social. Estaba en una clase básica de géneros periodísticos cuando vi que una de mis compañeras no utilizaba brasier. No podía dejar de pensar: ¿por qué sigo utilizándolo, si se siente como un castigo?

Esa pregunta detonó otras que, directamente, se relacionan con cómo el patriarcado también ejerce control sobre nuestro cuerpos a través de la vestimenta, y es que conforme las preguntas eran acalladas por las respuestas, era más obvio que el brasier alrededor de mi cuerpo representaba una especie de cadena patriarcal. 

“Por que no se ven bien. Mi busto no luce como el de las revistas. ¿Qué pensarán de mí los hombres, creerán que los estoy ‘provocando’? ¿Debo esconder mis pezones? ¿Por qué los hombres no esconden los suyos?”, eran algunas de las ideas que rodeaban mi mente, y cómo no, si la historia del sostén, entrelazado con el cuerpo de las mujeres se remonta a siglos atrás. 

Finalmente, seguí la valentía de otras mujeres, y dejé de usar brasier porque mi cuerpo me lo permitía. Sin embargo, aún hay mujeres que luchan por encontrar el sostén que no oprima sus cuerpos, sino que por el contrario, le permita moverse, correr, trepar, bailar, maternar y cuidar sin dolor.