A veces, para entender quiénes somos hoy, necesitamos mirar a los ojos a la niña que fuimos. Esa versión nuestra, con su vestido favorito o sus rodillas raspadas, enfrentándose al mundo. ¿Qué le dirías ahora, con toda la sabiduría que has ganado?

Para muchas, esos recuerdos mezclan ternura y dolor, reflejando una verdad colectiva: nacer niña sigue determinando las oportunidades de acceso a salud, educación y protección. 

Por eso existe un día tan importante: el 11 de octubre, conmemorado desde 2012 como el Día Internacional de la Niña, declarado por las Naciones Unidas, para dar a conocer los  desafíos únicos a los que se enfrentan, especialmente en los países en desarrollo, así como promover su empoderamiento y el cumplimiento de sus derechos.

Nuestras voces, nuestra raíz: cartas a la niña que fuimos

Este año, para celebrar la fuerza de la niñez que nos dio raíz, tres mujeres valientes nos abrieron  su corazón a través de cartas a sí mismas: Hortensia, Olga e Itzel Lozada. Reconocemos su coraje al compartir su historia y al defender, en el presente, a la niña que llevan dentro.

Carta de Hortensia

¡Hola! pequeña Hortensia quiero decirte que no recuerdo mucho de ti, los pocos recuerdos que tengo son cuando estabas enferma, te sentí y te vi sola, desde siempre llorabas mucho.

¿Sabes? Te recuerdo con un vestido rojo de bicicletas, jugabas con tus hermanas en la casa de tus padrinos cuando tu abuelito había fallecido; recuerdo que ese día reías, no entendías lo que pasaba, solo jugabas. Viviste muchas cosas, robaron tu inocencia, eso jamás debió pasar y te marcó para el resto de tu vida. Después viviste lejos de tu familia.

Siento que fue como cerrar los ojos y de esa etapa de tu niñez te vi ya una adolescente; fue la niñez como una estrella fugaz. Has luchado y crecido; atrás se quedaron los recuerdos amargos y tristes. Ahora vives una vida diferente porque te convertiste en madre, y eso te llenó de vida y fortaleza. Gracias, mi niña, te acompaño y te amo porque siempre fuiste muy fuerte.

Imagen

Hortensia de niña. Foto: Cortesía.

Carta de Olga

No fue tu culpa, no había maldad en ti, y no tenías que castigarte tanto cuando supiste la verdad. Lamento mucho que te haya roto tu amor primario, que nunca sintieras que una casa era tuya, pero quiero decirte que encontraste personas que son hogar.

Ahora miras con ojos de gata, de perra y de bruja, has descubierto que todo busca elevarte al cielo. Sigues siendo arenita de la playa y piedritas del cerro, todavía sientes cosquillas cuando ves insectos. Todas las flores, estrellas, plantas y animales que viste y no sabías cómo se llamaban, ya tienen nombre. Sabes qué se siente amar incondicionalmente a alguien que vivió dentro de ti.

Te rompieron el corazón, también la cara, pero  jamás el espíritu. Aún eres terca, te gusta el cine, bailar, leer y la música. Vas a marchas y protestas; hasta la fecha sigues sin soportar las injusticias. Eres sensible, no se te ha quitado lo "chillona", tu tristeza convive en paz con tus alegrías.

Un tiempo tuvimos que rompernos en varias partes para hacer tolerable el dolor de lo vivido; sin embargo, aprendimos a habitarnos juntas. Hoy en esta casa tuya, que soy yo, es mi derecho y mi deseo defenderte con toda mi furia, con todo mi amor, y con todas mis palabras. Tu ternura me hace fuerte y eso es algo que siempre voy a agradecerte.

Imagen

Olga de niña. Foto: Cortesía.

Carta de Itzel Lozada, Directora Ejecutiva de Inspiring Girls México:

Querida Itzel niña, querida Itzel adolescente:

Cuando me miro al espejo, casi siempre pienso en ti. En esos ojos tuyos, ávidos de conocer el mundo más allá de la seguridad de casa. En tu cuerpo intentando encajar en moldes que no eran tuyos. En tu voz, tantas veces silenciada por timidez, o por ese miedo aprendido a no incomodar.

Itzel, Chel, mi querida niña: sigues viviendo en lo más profundo de mí, con tu timidez, pero también con esa infinita curiosidad que nos ha llevado a lugares que jamás imaginamos. Aquella voz interior que se encendía ante la injusticia, esa incomodidad ante lo que no te parecía correcto, fueron el inicio de lo que hoy soy: una mujer que defiende, que alza la voz, que no se rinde. Tu amor por los libros nos regaló horizontes nuevos; gracias a ti sigo creyendo que las palabras nos ayudan a imaginar y construir otros mundos posibles.

Itzel, la adolescente que se sentía fuera de lugar: gracias por no encajar. Gracias por no encontrar un sitio donde quedarte, porque esa búsqueda nos enseñó a crear los nuestros: espacios seguros, libres y llenos de fuerza. Aquella voz que temías usar se convirtió en una voz firme, valiente, que cuestiona, disiente, lucha y ya no calla más. Nuestra voz se ha vuelto la de muchas otras mujeres, para que ellas también dejen atrás el silencio y encuentren justicia.

Gracias a la niña y a la joven que fui. Son mi raíz, la semilla de todo lo que hoy soy. Porque gracias a ellas trabajo cada día para abrir camino a otras niñas y jóvenes. Para que ellas también puedan ser libres y felices. Para que sus sueños no se queden en promesas, sino que se cumplan. Para que sus voces sean escuchadas, sus cuerpos aceptados sin moldes, y sus mentes curiosas alimentadas de libros e imaginación.

Por Itzel. Por la niña que fui. Por la joven que eligió ser abogada. Por todas las niñas que sueñan con justicia y con una vida donde puedan decidir. Por todas ellas trabajamos, hoy y cada día, paso a paso, para ampliar juntas los horizontes. Que los sueños de las niñas sean promesas cumplidas. Que el futuro sea suyo, libre y luminoso.

Imagen

Itzel de niña. Foto: Cortesía.

No es solo una historia: el peso de la desigualdad

Cuando leemos a Hortensia, sentimos el dolor de una inocencia robada. Cuando leemos a Olga, entendemos la lucha por encontrar un hogar seguro y el hartazgo ante la injusticia. Y cuando leemos a Itzel, vemos cómo el miedo a no encajar y la timidez se convierten en la fuerza para alzar la voz por la justicia.

Estas historias personales nos recuerdan que los desafíos que enfrentamos no son casualidad; son parte de una estructura de desigualdad que los números confirman. Las mujeres y niñas siguen sufriendo desventajas en salud, educación y oportunidades económicas.

A nivel global de acuerdo con el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés):

  • Cada tres segundos, una niña se casa antes de cumplir 18 años (650 millones de mujeres).
  • Más de 230 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de mutilación genital femenina.
  • Aproximadamente una de cada ocho niñas y mujeres (370 millones) ha sufrido violaciones o abusos sexuales antes de los 18 años.

En nuestro país, la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) señala que los derechos de las mujeres de 0 a 17 años ha empeorado en algunos indicadores:

  • Violencia sexual: 92.8% de las víctimas de violencia sexual de uno a 17 años atendidas en hospitales eran niñas y mujeres adolescentes, de acuerdo con la Secretaría de Salud.
  • Violencia familiar: 87.3% de las víctimas de violencia familiar en ese mismo rango de edad eran mujeres, de acuerdo con la Secretaría de Salud.
  • Trata de personas: 77.6% de las víctimas de 0 a 17 años en 2024 eran niñas y mujeres adolescentes, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
  • Desapariciones: dos de cada tres personas de 0 a 17 años registradas como desaparecidas eran mujeres, de acuerdo con datos del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas hasta el 8 de octubre de 2025. 
  • Matrimonio infantil: en 2020, 237.2 mil mujeres de 12 a 17 años se encontraban casadas o unidas, 2.5 puntos porcentuales más que los hombres de la misma edad, de acuerdo con el censo de 2020 del INEGI. 

Nuestra misión: escuchar y acompañar 

Hoy en el mundo existen más de 600 millones de niñas adolescentes de 10 a 19 años, de acuerdo con UNICEF, la cifra más alta de la historia. 

Si les damos las herramientas y el entorno adecuado, estas jóvenes se convertirán en la mayor generación de mujeres líderes que el mundo haya visto.

¿Cómo lograrlo?

  1. Defender la voz y la justicia: Itzel, la abogada, nos enseñó que aquella voz que temía usar se convirtió en una voz firme para la justicia. UNICEF subraya que es hora de que todos escuchemos a las niñas y les demos los recursos que necesitan para guiarnos hacia el futuro. 
  2. Luchar contra la desigualdad desde la raíz: la meta global es que nacer niña no determine lo que puedes hacer. Esto implica enfocarse en transformar las dinámicas de poder que definen las normas y las relaciones de género.
  3. Garantizar la educación: es vital impulsar la enseñanza secundaria, especialmente en áreas como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM), ya que muchas niñas abandonan la escuela al llegar a la pubertad.

Recuerda las palabras de Olga a su niña interior: "Tu ternura me hace fuerte y eso es algo que siempre voy a agradecerte".

En nuestra propia historia reside la fuerza para defender a las niñas de hoy. Como dice Itzel: "Que los sueños de las niñas sean promesas cumplidas. Que el futuro sea suyo, libre y luminoso". Trabajemos juntas por ese futuro.