La violencia sexual contra las niñas es un desafío que atraviesa el mundo. Hoy, entre juegos y la búsqueda de un like, crece su vulnerabilidad, mientras sus sueños de infancia se ven interrumpidos.
En algunas regiones, más de 133 millones de ellas padecen de mutilación genital, además enfrentan secuestro, trata, explotación laboral y sexual. La Fiscalía General de Justicia reporta que entre enero de 2024 y febrero de 2025 hubo 6 mil 257 víctimas femeninas menores de 17 años de algún delito de género en la Ciudad de México.
De esas víctimas, el 37.5% eran niñas de hasta 11 años. Se trata de una realidad de violencias en contra de las niñas en todos los planos: físico y psicológico, con la consecuente afectación y aun cancelación del futuro para muchas de ellas.
Un factor significativo en la violencia hacia las niñas es su hipersexualización. En Ola Violeta AC dedicamos el reporte de este mes de las infancias a analizar las implicaciones de esta práctica en el derecho al futuro de las niñas, uno de los conceptos clave acordados como parte de la renvada agenda prioritaria de género durante la CSW69, que sesionó en marzo pasado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
¿Qué es la hipersexualización?
Hipersexualizar es reducir el valor de la persona a su atractivo o comportamiento sexual; hacer creer que el natural instinto de agradar al otro significa ser “sexy”. El gran problema es que se representa a la persona como un objeto y no como un ser libre tanto en acción como en decisión, o se impone la sexualidad a una persona inapropiadamente. Exponer a las niñas a prácticas y representaciones que aceleran su desarrollo sexual tiene consecuencias profundas en su identidad y bienestar.
Según la American Psychological Association, la hipersexualización infantil implica adelantar etapas del desarrollo sexual, lo que conlleva que vivan experiencias que no corresponden con su edad ni madurez emocional. Empieza con comportamientos disfrazados de uegos inofensivos, como vestir a las niñas con ropa de adultas, el uso de maquillaje o tacones e inducir cortejos prematuros al, supuestamente en broma, preguntarle a las niñas si tienen novio.
Esto hechos, que suceden incluso en el seno familiar, se dan en un contexto en que los medios de comunicación y la publicidad potencian la hipersexualización al presentar imágenes que erotizan la infancia, lo que normaliza la hipersexualización.
Asimismo, la falta de información adecuada y la desatención por parte de padres y educadores agrava la situación, ya que no se proporciona a las niñas la orientación para comprender su desarrollo sexual. Es urgente reconocer y nombrar las prácticas que contribuyen a la hipersexualización de las niñas para promover entornos que respeten y protejan a las infancias y garanticen el ejercicio de sus derechos, incluido el derecho al futuro.
Las redes sociales son tema aparte: han normalizado la hipersexualización de las niñas y se encuentra una semilla de mayor violencia en su contra a través de fenómenos como la coerción digital o grooming y otras prácticas normalizadas como el sexting, que pueden afectar la salud mental. En su primer reporte sobre sextorsión, el Consejo Ciudadano de la Ciudad consigna el aumento de este fenómeno en los últimos tres años; en el rango de edad de 12 a 15 años, comparado enero-abril de 2025 con el mismo periodo del año anterior hay un aumento de 34% y de los 16 a 17 años el incremento es un terrible 186%.
La hipersexualización de las niñas es una forma de violencia simbólica y cultural que limita profundamente la posibilidad de imaginar, proyectar y habitar un futuro propio y autónomo, pues reduce a las niñas y mujeres a sus atributos sexuales.
Cuando en una sociedad se encasilla a las niñas como cuerpos que deben ser validados por parámetros adultocéntricos y patriarcales, no solo se les roba el presente, sino que amenaza su porvenir. Y ese es un problema colectivo del presente.