En México, ejercer el periodismo es una labor de alto riesgo. Sin embargo, ser mujer y periodista implica enfrentar una doble amenaza: la violencia por el ejercicio de la libertad de expresión y la agresión por razones de género. Según datos de la UNESCO, citados en el informe “Voces en Resistencia” de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), la tasa de asesinatos de mujeres periodistas en el país aumentó del 6% en 2020 al 11% en 2021, un incremento alarmante que evidencia la creciente violencia contra las comunicadoras.
Pero el peligro no termina ahí: el 73% de las reporteras encuestadas ha sufrido acoso sexual, el 57% de los medios carece de protocolos contra violencia de género, y el 36% ha pensado en abandonar la profesión debido a las condiciones y violencias que viven en el desarrollo de su profesión.
El diagnóstico de CIMAC, elaborado con testimonios de periodistas de distintos estados, expone una realidad cruda: la violencia contra las mujeres en el oficio no se limita a amenazas laborales, sino que se extiende al ámbito digital, familiar e incluso económico. De las 392 participantes, tres de cada cuatro han enfrentado acoso o agresión sexual, principalmente de colegas o superiores.
“La violencia que viven las periodistas se recrudece muchísimo. Sabemos que los periodistas también viven violencia y también es importante afrontarla, pero lo que las compañeras viven se cruza también con su condición de género”, reflexionó Paola Cabello, investigadora del diagnóstico, durante la presentación del informe.
Esta reflexión fue revisitada por las experiencias y la propia voz de las periodistas Florinda Miranda Mayo, Verónica Espinosa Villegas, Mirna Susana Gómez y Yolanda Caballero Jacobo, quienes presentaron emotivos testimonios, violencias y vivencias como periodistas y como integrantes del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, en donde sólo el 28% de las personas con protección son mujeres de un total de 670 personas.
“Queremos que esté estudio contribuya a que las autoridades responsables en cualquier medida de protección de los periodistas y de la seguridad tengan mejores elementos para poder trabajar y poder llevar a cabo su mandato”, explicó Lucía Lagunes, directora del CIMAC.
El informe contrasta datos reveladores:
- De las 670 personas periodistas protegidas por el Mecanismo federal, solo 28% son mujeres, pese a que ellas representan casi la mitad de las agresiones.
- La Fiscalía Especial para la Libertad de Expresión (FEADLE) solo tiene dos indagatorias por hostigamiento sexual en 14 años: una de 2018 y otra de 2024.
- El 81% de las periodistas denunciantes se sintió revictimizada al buscar justicia.
- En cifras, la violencia 2021 América Latina y el Caribe fue la segunda región del mundo con más asesinatos de periodistas, registrando el 25%, según datos de la Unesco.
La violencia en contra de las mujeres periodistas trasciende las amenazas en el ámbito laboral, se imbrican en la vida cotidiana, en la familia, la comunidad, los espacios digitales y pública, pues muchas veces las periodistas son víctimas de violencia económica, psicológica, doméstica, patrimonial, física y sexual, así lo relevó el diagnóstico.
Y es que de las 392 participantes en el diagnóstico, casi tres cuartas partes de ellas participantes han vivido algún tipo de acoso hostigamiento o agresión sexual.
Esta violencia se agudizada por la falta de protocolos de protección para periodistas con perspectiva de género, y es que según datos de la Unesco, 57% de los medios no cuentan con protocolos especializados.
El 81.8% de las participantes se sintió revictimizada como periodista a tal grado que el 36.4% ha considerado dejar el periodismo en algún punto de su carrera profesional.
“Queremos seguir aquí”
La naturalización de la violencia de género hace que sus consecuencias muchas veces sean invisibles y desatendidas, tales como la precarización, autocensura, falta de pagos, bloqueos informativos, la estigmatización, pero también existen impactos a nivel de salud física y emocional y en las relaciones personales y en la autoconcepción.
Estas implicaciones ponen en peligro no sólo la integridad y el bienestar de las periodistas en todas sus aristas, sino que también ponen en peligro la posibilidad de seguir creando información con perspectiva de género.
“Yo soy esa mujer que tenía que escribir y que tenía un esposo que todo el tiempo ejerció violencia de género contra mi persona. Soy esa mujer que fue desplazada por violencia y soy también esa mujer a la que le fue arrebatado el medio de comunicación que he trabajado por 15 años”, relató Miranda Mayo, fundadora del portal de noticias API Guerrero y quien se encuentra en una batalla por recuperar el medio que fundó hace años.
Entre la herida abierta y la resistencia, las mujeres periodistas continúan levantando la voz, comunicando las historias de la ciudadanía, pero también las historias personales que merecen y deben encontrar un espacio entre la miríada de información, porque no sólo son cifras, son huellas que las acompañan durante cada aspecto de la vida.
“Cuando una vive una situación de violencia hacen queda una huella, para una y para la familia. Es una huella muy profunda que nos hace reflexionar estando en desplazamiento, si realmente vale la pena. (...) Estando en el desplazamiento sola, pensé en renunciar y en dar un paso atrás”.
Y es que a pesar de las consecuencias y la constante violencia, la resistencia sigue siendo la consigna con la que comunican.