Este miércoles 8 de mayo, durante el 2do ciclo de conferencias “Diálogos entre feminismos” del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la economista con maestría y doctorado en sociología, Natalia Flores Garrido, abordó cómo impacta a las mujeres profesionistas desempeñarse en condiciones que no favorecen su desarrollo.
Actualmente las mujeres que se desempeñan como profesionistas viven un sentimiento de frustración derivado de las condiciones laborales a las que deben atenerse cuando se integran al ecosistema laboral, según la investigadora. De acuerdo con Natalia Flores se suele percibir el trabajo como “objeto feliz” gracias a discursos del feminismo neoliberal, contemporáneo, el cual reviste de significados como “empoderamiento” y “autonomía” a la participación económica de las mujeres, sin contemplar que muchas veces eso significa que se vean obligadas a integrarse a empleos precarios.
Yo no soy mi trabajo
Esta visión lleva a muchas mujeres a proyectar expectativas altas en sus empleos y a ver en el trabajo una manera de “ser”, de acuerdo a los discursos sobre género, ya que las dota, en apariencia, de empoderamiento y autonomía. Sin embargo, esta visión de realización puede resultar limitante cuando los entornos de trabajo no la satisfacen, según la investigación de Natalia Flores.
Así, empoderarse a través de un “trabajo exitoso” o una “posición de poder” se vuelve una experiencia vacía, ya que, de acuerdo con Natalia Flores, al tener condiciones injustas o precarias, “el trabajo como una actividad satisfactoria y fuente de autorrealización”, pierde su función.
Por otra parte, contemplar al trabajo como fuente de autorrealización se vuelve ineficiente pues en nuestro país existe una ausencia de trayectorias profesionales ascendentes para muchas profesionistas, aún cuando están calificadas y han invertido en su educación. El camino a puestos directivos o de toma de decisión están llenos de obstáculos y, por lo tanto, el acceso a mejores salarios. La investigadora puso de ejemplo algunos testimonios con los que más de una escucha se identificó.
Patricia cuenta: “Vi una convocatoria para realizar una pasantía en una Organización Internacional para trabajar en el área de derechos humanos. Había terminado mi maestría y decidí postularme. Tienen muchos requisitos, hay que tener un posgrado, hablar inglés con fluidez y tener experiencia en derechos humanos y temas sociales.
“Unas semanas después vi otra convocatoria, también sobre derechos humanos, pero fue en otra oficina. Lo pensé y decidí postularme nuevamente. Esta vez tuve éxito y me ofrecieron una pasantía de seis meses. Estaba muy feliz pero sabía desde el principio que iba a ser difícil en términos de dinero porque no te pagan.
Mis expectativas no se cumplieron. Mi jefe nunca me incluyó en ningún otro proyecto además de ese, solo fui pasante, ya sabes, a pesar de que tengo una maestría. Terminé la pasantía y todos me dijeron “esto te ayudará a encontrar un buen trabajo, tienes esta experiencia, puedes decir que trabajaste para la Organización” y bueno, eso fue hace cinco meses y todavía no tengo un trabajo.
Tuve que volver al tipo de trabajo de cuando era estudiante: freelance. Para ser honesta, me siento muy frustrada, decepcionada y triste. Hace dos años tuve una depresión clínica, fue terrible, y ahora tengo miedo porque me estoy sintiendo así otra vez, es muy pesado. Creo que esto ha afectado terriblemente mi autoestima (llora). Sé que hice lo mejor que pude, y pienso y me digo ‘no es tu culpa, es el sistema’, pero aún así….”.
No eres la única, no estás y, no eres tú, sí es el sistema
La investigadora Natalia Flores compartió que como esta experiencia hay muchas, en las que se narran historias de trabajos hirientes en los que se exige a las mujeres tener una actitud positiva, proactividad, especialización y una serie de requisitos a cambio de nada, literalmente, muchas veces, de acuerdo a los testimonios que escuchó.
Ella comparte que es necesario plantear soluciones que vayan más allá de “hacer networking”, en su lugar ella y otras mujeres apuestan por resignificar el lugar que el trabajo ocupa en nuestra vida e, incluso, en nuestra autopercepción. También propone colectivizar la frustración, quejarnos juntas y organizarnos.
Algunas de las mujeres que participaron con su opinión dentro de la conversación que surgió durante la conferencia plantearon: “Desentrañar y desmitificar el trabajo me parece fabuloso. Desnormalizar esa violencia es clave para la salud mental”.
Y, otra conclusión: “Me costó muchísima salud mental y varias sesiones de terapia entender que no soy mi trabajo y verlo como herramienta para vivir, no como parte de mi identidad”.
Aquí te compartimos la conferencia completa: