Consejera, cuidadora y resolvedora de conflictos maritales. Esa es Rocío, tiene 50 años y por las noches escucha a su madre por teléfono quejarse de lo sucedido en la semana, para que, cuando llegue el viernes, Rocío se arremangue para hablar con su padre, poner las cosas en orden, asegurarse que han comido bien, que tienen abrigos y zapatos suficientes, que la pensión llegó bien este mes y en general, verificar que todo marcha bien en casa.

A pesar de tener otros cuatro hermanos, Rocío se ha puesto la capa de cuidadora - maternalista de su mamá y papá que este año cumplen 50 años de matrimonio. Cuando hablamos de “haberse puesto” esta carga, debemos ser cautelosas: no la ha puesto por gusto, ni por decisión consensuada, ha quedado asentada desde hace años en este contrato -no dicho- de obligación filial. Ahora, Rocío es la nueva mamá de sus padres, quien regaña, vigila y protege, un fenómeno conocido como parentalización

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¿Esto es culpa de las personas adultas mayores? Por supuesto que no, el proceso de paternalización tampoco fue elegida, se trata de una cuestión estructural y una responsabilidad de cuidados - comportamientos que ha sido donada por el sistema, explica la doctora Verónica Montes de Oca en entrevista con La Cadera de Eva, porque efectivamente nosotras no elegimos esto, es una responsabilidad forzada que aprendemos desde nuestra primera infancia: Nosotras sabemos y debemos cuidar

El pensamiento está bien arraigado y para muchas personas el ejercer estos trabajos donde se materna a los padres en la vejez, no debería ser objeto de crítica, por el contrario, es un deber ser de las hijas. Una clase de moneda de cambio donde, como fuimos cuidadas, es momento de devolver ese favor poniendo el cuerpo por mamá y papá, algo que, por supuesto, atraviesa mayoritariamente sólo a las hijas mujeres porque bueno, la mentira patriarcal de nuestra naturaleza cuidadora está más que aprendida. 

Entonces, ¿esto también es un debate moral?, ¿es nuestra responsabilidad ejercer estos cuidados y adoptar comportamientos maternales?

La obligación filial

El documento académico de la Universidad de Guadalajara titulado "Herencia y cuidado: transiciones", escrito por Leticia Robles Silva y María Daniela Rosas García, recopila una serie de entrevistas sobre los cuidados y la obligación moral de las hijas.

Estos cuidados se consideran un deber de reciprocidad, es decir, un intercambio de cuidados donde ahora es responsabilidad de les hijes cuidar de ellos. Entonces, ¿cuidamos de nuestros padres y ejercemos una relación maternal con ellos porque fueron buenas personas? En realidad, no siempre. 

Las investigadoras encontraron en sus entrevistas que les hijes, mantienen su postura de cuidar de su papá / mamá aunque no hayan ejercido sus responsabilidades como "buenos padres / madres", es decir, que hablamos de una noción de sacrificio que obliga a tener una deuda moral, sin importar lo sucedido en la infancia. Se cuida porque son nuestros padres y eso es todo, no hay más que indagar. 

Pero, ¿quiénes cuidan de ellxs? Según la investigación, existen dos tipos de cuidados:

  • Cuidado filial: Trabajo que está revestido de afecto y acción voluntaria.
  • Cuidado monetario: Un tipo que proporciona recursos materiales y que generan una obligación. 

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En la casa de Rocío, ella es quien ejerce el primer tipo, pasa tiempo con su mamá, la escucha, está al pendiente de sus necesidades, hace sus citas en el Seguro Social, escribe en el chat familiar qué es lo que le hace falta o incluso, qué quiere de regalo para su cumpleaños.

Por su parte, sus hermanos hombres optan por el cuidado monetario una o dos veces por mes, pasan a verles, les dan dinero, comen y regresan a sus actividades laborales - familiares; Rocío también trabaja y tiene hijes.

Cuidar a quien nos cuidó no es el problema en esencia, sino la repartición injusta de trabajo, la carga mental y por supuesto, ejercer una triple maternidad, primero, con sus dos hijos y después, con sus padres. 

Rocío comparte en entrevista para La Cadera de Eva, que su principal desgaste emocional es persuadir a su padre, que cuide de su alimentación, que deje de pelear con su esposa, que no maneje sin sus lentes, que deje de escaparse de la ciudad a escondidas, que utilice las medias de compresión que le ha comprado o simplemente, que deje de dormir en aquella hamaca que ha puesto en su jardín y donde duerme desde hace meses (pues se rehúsa a compartir habitación con su esposa). 

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Rocío piensa en esto frecuentemente cuando está en su trabajo, haciendo la comida o viendo televisión, teniendo así que llamarles de manera constante para saber si todo está en orden en casa, terminando su día, escuchando a su madre quejarse por el teléfono y pidiéndole que vaya pronto a casa.

Estos recordatorios constantes han formado parte de la rutina diaria de Rocío, pero no de sus hermanos. Este trabajo se conoce como "cuidados pasivos" y tiene una relación directa con el estrés e incluso, el insomnio, algo que la investigadora de la UNAM Verónica Montes de Oca explica en entrevista con La Cadera de Eva de la siguiente manera:

Existe un fenómeno interesante y es cómo los hombres difícilmente realizan los cuidados pasivos, mientras estás pensando en las tareas del día siguiente y el lonche de tus hijes, ellos duermen, ¿te das cuenta? Ellos no se despiertan en la noche pensando si la colegiatura se pagó, si hay despensa suficiente, si hay suficiente comida para el desayuno de la mañana. Entonces, como es necesario que alguien tenga que hacerlo y los hombres no lo hacen, las mujeres se ven forzadas a tomar partida de este trabajo.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Uso de Tiempo (ENUT) del 2019, las mujeres dedican un promedio de 78 horas laborales a la semana, la mitad a su trabajo en casa y la otra mitad del tiempo a su empleo remunerado, quedándoles así apenas una hora libre al día para realizar otras actividades, sin embargo, esta hora no se aprovecha en ocio, sino más bien, se dedica a otro tipo de cuidados, como por ejemplo, el cuidado de terceras personas (que no pertenecen a su familia nuclear); justo como Rocío con sus padres.

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Parentalización: ¿qué sucede y cómo afecta?

Salvador Minuchin es quien acuña este concepto y que implica que la madre / padre renuncian a su rol, delegando así la responsabilidad a sus hijes. Este proceso puede darse desde la niñez de les hijes afectando seriamente el desarrollo de las infancias y se extiende a otras etapas de la vida, como la adultez, cuando ahora los padres se encuentran en la etapa de la vejez. 

De acuerdo con el teórico, existen dos partes coyunturales de este proceso:

  • Se delegan pautas específicas: En esta parentalización se espera que la hija / hijo satisfaga las necesidades emocionales de sus padres. 
  • Situaciones adicionales: En esta parentalización, el padre / madre, exige mayores necesidades a su hije al no recibir el apoyo del cónyuge. 

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Sobre este mismo fenómeno la investigadora Magdalena Blazek ataja en "Parental attitudes an parentification in families with limited parental care competencies" que la parentalización se recrudece aún más cuando la madre / padre posee padecimientos físicos, mentales, vive con alguna adicción o se encuentra en situación de vulnerabilidad, en este caso, la vejez. 

Esta parentalización deriva en situaciones de estrés y crisis, pues les hijes no están preparados para satisfacer las necesidades psicológicas y emocionales de sus padres. En añadidura a esto, también se debe hablar de sus necesidades físicas, esto no quiere decir que les hijes no deberían de cuidarles, sino más bien, la conversación está orientada a una repartición injusta, a un rol de género de hijas parentalización bajo su "deber ser" y la falsa "naturaleza sensible del cuidado", que convierte a las mujeres del mundo en las únicas cuidadoras, terapeutas maritales, consejeras, resolvedoras, doctoras y soportes de sus madres y padres, trabajo que ejercen, incluso, desde que son niñas.

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La repartición de este proceso no sólo es injusta, sino también, es factor oxidativo en la calidad de vida de las mujeres, algo que la doctora Verónica Montes de Oca refiere en entrevista con La Cadera de Eva, donde explica que todo este trabajo tiene una estrecha relación con padecimientos como insomnio, estrés, ansiedad e incluso, desarrollo de demencia. 

Rocío no eligió parentalizar a su madre y a su padre en esta etapa de la vejez; vivir con la preocupación de una nueva discusión en casa, mantenerse al tanto de si están comiendo bien o ser la única hermana que resuelve los conflictos. Al preguntarle cuándo detendrá este proceso de parentalización ella responde que no lo sabe: “probablemente hasta que ya no estén”.

Una respuesta que nos recuerda a la que dio la especialista de la UNAM cuando preguntamos cómo detener los cuidados pasivos: No lo sé, aún tengo mucho por reflexionar. Es así, que con tanto aún por cuestionar, parece ser que el primer paso para una revolución es vernos reflejadas en Rocío, reconocer el trabajo de las mujeres en nuestra familia, quebrar con el mito de nuestra naturaleza maternal, pedir ayuda con especialistas en terapia feminista o tal vez, podemos iniciar con algo más sencillo como esta lectura como punto de inflexión para nombrar lo que se ha normalizado.