Recordatorio mental 1: No hay más azúcar en la alacena. Recordatorio mental 2: Debo hacer la cita médica de mi papá mañana a primera hora. Recordatorio mental 3: Salir rápido de la oficina para alcanzar a recoger sus corbatas de la tintorería. ¿Cuántos monólogos tienen en el día y en la noche las mujeres para recordarse a sí mismas cuidar a otras personas?, ¿quién mide este tiempo y cómo daña la salud mental de la población? Hablemos de los cuidados de los que nadie habla: los cuidados pasivos.

La rutina presurosa y agobiante de millones de mujeres se ha naturalizado; su trabajo de cuidados no sólo parte de la acción, sino también, de su desgaste mental por procurar a sus seres queridos a todas horas y llenarse la mente de pendientes para sostener la funcionalidad de su hogar a costa de minutos de sueño, de trabajo, de descanso y de ocio. 

Una mirada rápida a la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, señala que las mujeres dedican hasta 32.7 horas al trabajo no remunerado y otras 40 al trabajo remunerado. Sin embargo, en esta encuesta no está contemplado esta clase de cuidados pasivos a los que se le dedica tiempo y esfuerzo, primero, por su dificultad medible y consecuentemente -y tal vez lo más alarmante-, porque es una práctica poco estudiada. 

Sabemos que estos cuidados existen, los ejercemos y los observamos en todas las mujeres de nuestro alrededor; compañeras, colegas, madres, abuelas, tías, primas y en general, en cualquier mujer que encontremos en las calles y en el transporte. El agobio momentáneo y el vivir estresadas son prácticas que se han feminizado como parte del rol de género .

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Para responder qué sucede con este tipo de cuidados y darles el peso que merecen en cualquier agenda pública, La Cadera de Eva entrevistó a la doctora Verónica Montes de Oca, investigadora titular en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desde hace 25 años

Empezando por… el principio

Antes de entrar en los cuidados pasivos, se debe dejar claro “el cuidado” es la labor relegada a las mujeres; un trabajo donado al sistema y que las mujeres son forzadas (porque sí, no son una elección) a ejercer desde su primera infancia. De esta manera es que la doctora coloca sobre la mesa la manera en que se gestan sistémicamente los cuidados

¿De qué manera se nos instauran estos conocimientos del cuidado y los perpetúa el sistema? Los cuidados se nos asignan desde nuestra primera infancia, señala Verónica Montes de Oca, desde el momento en que se nos regala una muñeca para cuidarle y cambiarle el pañal o esos carritos de compras, ¿ves cómo se nos van interiorizando los cuidados?

Y es que, los cuidados son, en realidad, el sostén principal de toda sociedad tanto así, que incluso fomentan la riqueza de una nación, por ejemplo, en México representa el 24.3% del PIB nacional (eso es más que la industria del comercio y la manufactura), según los últimos resultados de la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares en México (CSTNRHM) del 2022. 

Los trabajos de cuidados son maravillosos -por decir lo menos-, son una práctica muy humana de refugio y bienestar, el problema es que están sesgados patriarcalmente y son las mujeres quienes cargan con una distribución insostenible de este trabajo, forzándolas a cumplir una doble jornada laboral (primero en el trabajo y después, en casa).

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Una manera en que el sistema perpetúa esta pobreza de tiempo en la vida de las mujeres, es considerarlas como el grupo más apto para realizar el cuidado por su sensibilidad y sentido -casi sobrehumano- de cuidar, para este punto de la conversación, la académica se echa a reír y explica que esto no es más que una falacia patriarcal; las mujeres no son personas naturalmente aptas para el cuidado, pero sí, las únicas educadas para ejercerlo. 

Dentro del privilegio patriarcal, los hombres han sido inhabilitados para cuidar -desde su infancia- y las mujeres, viven trayectorias de cuidado desde sus 5 años, es decir, que existen mujeres jóvenes de 25 años que llevan ejerciendo tareas de cuidado desde hace 20 años. 

Eso último, lo reporta la CSTNRHM INEGI 2022, quien señala que las niñas de entre 5 y 11 comienzan a ejercer estas labores en sus hogares y si se les pagara por ello, aportarían al valor per cápita 9 mil 164 pesos en nuestro país. 

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Ahora sí, con esto planteado es momento de reconocer que existen múltiples cuidados como aquellos de largo plazo, corto plazo, paliativos y por supuesto, los pasivos.

Definiendo los cuidados pasivos

Los cuidados pasivos se manifiestan en el insomnio, en la constante planeación, en los recordatorios mentales y en las notas escritas en la esquina de la agenda; un peso constante que persigue y se mantiene presente bajo un sólo lema: No olvides cuidar. 

“Los cuidados pasivos son todas aquellas actividades que están planeadas un día o días antes. Estos cuidados son: “Mañana tengo que ir por pañales porque ya no tiene y tengo que pasar a la tienda, pero para eso, debo salir antes de la oficina y…” Entonces, desde ahí ya estamos cuidando”, explica la doctora.

Pero, ¿todos estos pensamientos realmente son considerados una tarea de cuidado?, la respuesta es sí, y es que ejercerlos conlleva tiempo, concentración y produce en las mujeres sensaciones de estrés y ansiedad. Para poner un ejemplo aún más cercano, la doctora explica cómo ejercemos tareas de manera constante e incluso, es un factor que merma en nuestro rendimiento escolar, laboral y mental. Se está trabajando / estudiando, pero también, se está procurando, haciendo citas médicas y calculando siempre los tiempos para llegar a casa, a la junta escolar, a recoger las camisas o a la tienda donde encontramos más barata la canasta básica. ¿Entonces sí es un trabajo? Sí, y uno muy cansado. 

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Existe un fenómeno interesante y es cómo los hombres difícilmente realizan los cuidados pasivos, mientras estás pensando en las tareas del día siguiente y el lonche de tus hijes, ellos duermen, ¿te das cuenta? Ellos no se despiertan en la noche pensando si la colegiatura se pagó, si hay despensa suficiente, si hay suficiente comida para el desayuno de la mañana. Entonces, como es necesario que alguien tenga que hacerlo y los hombres no lo hacen, las mujeres se ven forzadas a tomar partida de este trabajo, señala Verónica Montes de Oca. 

Estrés constante y sus repercusiones

El insomnio y el estrés, son dos factores oxidativos en la vida de las mujeres, siendo los cuidados pasivos, uno de los elementos claves que propician un declive en la salud mental de las mujeres a nivel internacional. 

Coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV), Verónica Montes de Oca reconoce que existe un hilo conductor entre la salud mental en la vejez y los cuidados pasivos, señalando que el dormir pocas horas, ejercer decenas de actividades a la vez e incluso, tomar medicamentos para lograr sobrellevar todo este trabajo, tiene como resultado que la población femenina tenga una alta posibilidad de desarrollar demencia

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Una resistencia contra el cuidado pasivo

Una práctica tan interiorizada y naturalizada es compleja de desaprender; es difícil combatir contra un sistema patriarcal cuando se está alienada. Al preguntarle a la doctora qué podemos hacer para visibilizar y frenar estos cuidados pasivos su respuesta es concreta: No lo sé, aún queda mucho por reflexionar. Yo soy una cuidadora pasiva, me la paso viendo qué puedo hacer. 

El escenario resulta un tanto desalentador, con un problema de trabajo tan grande que todas ejercemos y que atraviesa nuestra salud mental, resulta imposible que sea una conversación invisible al momento de mencionar los cuidados. Eso sí, la doctora concluye con lo siguiente:

“Es momento de soltar, hemos sido enseñadas a exigirnos tanto…. Nos enseñaron a ser buenas para todo para obtener aceptación social. Tenemos que aprender a decir: No pasa nada si no hay leche. Soltemos todas esas temáticas que no son sanas y defendamos nuestro tiempo de descanso, de ejercicio y de tomar un café con amigas; no dejemos que el sistema nos robe tiempo” (Verónica Montes de Oca)

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