"Qué pesadilla despertar, quisiera desaparecer sólo un día, no estoy lista para pasar otro día en el trabajo", pensaba cada día al despertar. Primero lo confundí con el cansancio de llevar noches durmiendo dos o tres horas. No dije nada, decidí que no tenía nada, porque todo en mi vida marchaba con normalidad; traté de recordarme las cosas por las que estaba agradecida, diario hacía un listado: tengo trabajo, "aunque no te gusta y ya no te hace feliz", me respondía una voz interna inmediatamente; tienes personas que te aman, "pero los y las has estado alejando", me recriminaba.
"Tienes trabajo, tienes una casa, estás sana, hay gente que te ama, tienes a tu familia cerca"... Sabía que era afortunada, pero no me sentía agradecida por nada. Lo intentaba con todas mis fuerzas varios minutos al día, pero era inútil, me sentía pesada, incapaz de encontrar el lado positivo a una vida que "marchaba bien". "Tienes trabajo, tienes una casa, estás sana, hay gente que te ama, tienes a tu familia cerca", repetía en mi cabeza.
Los días pasaban y yo sólo era una espectadora, "seguro es burnout", pensé que saliendo de vacaciones, descansando y olvidándome de un trabajo mal pagado con responsabilidades cada vez mayores. Pero no fue así, supe que algo andaba mal cuando el último día de mi viaje me puse a llorar por un ataque de ansiedad, no podía respirar y todos los estímulos se incrementaron; estaba desesperada porque la ansiedad sólo me permitió ser espectadora.
Había ahorrado casi todo el año para conocer Colombia con dos amigos y mi novio, todos estaban felices pero yo no lograba sentir nada. El último día del viaje estábamos en Bogotá y las calles parecían una fiesta porque fue el día que Gustavo Petro asumió la presidencia. Mis amigos y mi novio estaban maravillados con lo que estaba pasando, pero yo no estaba ahí, desde hacía meses la ansiedad no me dejaba estar presente.
No pude más y comencé a llorar sin control en medio de la fiesta de la calle, todos estaban desconcertados y no sabían qué hacer o qué es lo que había pasado y yo no podía abrir la boca ni siquiera para pedir ayuda. Esa fue la primera vez que ellos me vieron entrar en una crisis de ansiedad y ahí supe que el constante sentimiento de insatisfacción y no querer existir ya no eran huéspedes, se habían instalado en mí, tenía un problema.
Regresando hablé con mi psicóloga, le comenté que llevaba meses sintiéndome de esta manera, sin querer despertar, haciendo todo por inercia, vivía en modo automático y cada vez encontraba menos cosas por las que estar agradecida. Después de varias preguntas apareció por primera vez la palabra depresión.
El miedo a la depresión
La primera vez que la psicóloga me dijo "Raquel, tienes depresión" sentí como un especie de alivio al saber qué era lo que me estaba pasando, pero inmediatamente llegó un miedo profundo a lo desconocido. ¿Depresión?, pero ¿qué es? ¿Se cura o siempre voy a vivir con ella? ¿Cómo llegó? ¿Cómo es que nunca la vi entrar?.
Buscando respuestas a todas mis preguntas hablé con las psicólogas Valeria Sánchez y Margarita Merlos. La segunda me explicó que la depresión "es un componente de pensamientos que van acompañados de tristeza, retardo psicomotor, insomnio, pérdida de peso, sentimiento de culpa y todo esto te lleva a rasgos de ansiedad".
"Como enfermedad, la depresión, provoca la disfunción del organismo, hay alteraciones en todo el organismo porque los componentes de tu química cerebral se desbalancea, son trastornos biológicos", explicó la tanatóloga Margarita Merlos en entrevista con La Cadera de Eva.
La fundadora de Mujeres.psi.nfronteras, Valeria Sánchez, recomienda centrarse en la pérdida de interés, placer y motivación para poder diferenciar la depresión de otros espectros de la salud emocional, como el burnout. "La depresión se puede definir en personas que han perdido totalmente el sentido del gusto y del placer por cosas en donde antes sí lo sentían".
Para mí la depresión se llevó mis ganas de salir a conocer lugares y ver personas, de pronto cada que tenía que asistir a la oficina me detonaban ataques de ansiedad por pensar en el tráfico, las distancias de dos horas de ida y dos de regreso, toda la gente en lugares tan pequeños. Llegó el punto en el que ya no veía ni hablaba con mis amigas porque todo era muy cansado para mí.
La siguiente pregunta que me atacó fue ¿qué la causa? ¿Nací con depresión, me la heredaron, llegó sola? ¿Se va a ir? Ambas expertas coinciden en que existe una predisposición en cuestión genética, sin embargo, también está la predisposición ambiental, es decir, las estructuras sociales, económicas, culturales que podrían ocasionar que una persona desarrolle depresión, por eso es necesario una visión interseccional en la psicología.
"Probablemente no hay nadie que nazca con depresión, pero puedes nacer con neurodivergencias y esto es una predisposición a signos y síntomas que van a ser difíciles durante toda tu vida. La depresión es la comorbilidad número uno de mujeres con autismo porque se les forza a un enmascaramiento social, no encuentran una cabida que no sea neurotípica", ejemplificó Valeria Sánchez.
Después de dos meses en los que mi psicóloga y yo intentamos salir de ese episodio depresivo, nos dimos cuenta que teníamos que pedir más ayuda. Conocí a la psiquiatra que me evaluó. Posteriormente me recetó un medicamento que me ayudaría a dormir y otro para controlar los síntomas de la depresión y la ansiedad.
Al inicio tenía miedo de comenzar con la medicación, tenía miedo de “perder la chispa”, pero en ese momento poco quedaba de la persona que fui. Hace tiempo que no tenía más sentimientos que ira y desinterés. Decidí que cualquier cosa podía ser mejor, la pregunta ahora era ¿la depresión se cura o siempre vas a vivir con ella?
Valeria Sánchez explicó que puedes tener una buena calidad de vida, incluso si pasas por algún tratamiento se te puede “quitar” la depresión, pero eso sólo quiere decir que los síntomas están dormidos sobre todo porque es algo que ya viviste y puede volver en un momento triste, malo o difícil.
“Lo veo como el virus del herpes del fuego labial, pues te da, tienes adentro el virus, sale el fogazo cuando te da fiebre, cuando te da el sol y se te quita. Ya no lo ves, pero dentro de ti está el virus y a cualquier cosita que pueda pasar te va a explotar el fogazo”, ejemplificó la psicóloga.
También recomendó aprender a conocer la depresión para poder anticipar sus señales cuando llegan y puedas echar a andar el plan de autocuidado.
Cuando comencé a reconocerla en mí, a saber que se manifiesta con insomnio, cansancio extremo y mal humor, también me di cuenta que aunque mi vida no había parado, seguía trabajando entre otras cosas, no significaba que estaba bien.
"La funcionalidad no quiere decir que estés mejor, tal vez no dejas de trabajar. El problema con la discapacidad psicosocial, que aplica a muchas neurodivergencias como la depresión, es que como no es visible, merma bastante tus capacidades más allá de levantarte, las personas no pueden dar lo mejor de sí, no tienen la misma memoria, esto es muy riesgoso porque puedes ir caminando en la calle y te pueden atropellar porque vas ida", explicó Sánchez.
Las funciones que se ven afectadas son: las funciones mentales superiores como memoria, atención, concentración y la función ejecutiva. "Cuando alguien ya tiene una falla en la función ejecutiva ya estamos hablando de una discapacidad. Las personas deprimidas pueden estar presentando discapacidad psicosocial", añadió Valeria Sánchez.
La fundadora de Mujeres.psi.nfronteras explicó que la depresión es una neurodivergencia porque promueve que existan procesos de las funciones mentales superiores atípicos.
Llevo poco tiempo aprendiendo a reconocer cómo se manifiesta la depresión en mí, buscando mejorar, pero a veces no es posible. Aunque ahora ya entiendo de dónde viene, qué es y poco a poco voy lidiando con ella sin tenerle miedo.