¿Sabías que existe una comunidad fandanguera feminista? Las mujeres y personas de la diversidad continúan resignificando espacios desde la perspectiva de género y la música tradicional mexicana, generalmente dominada por hombres, no podía ser la excepción.

El Son Jarocho es una forma de música tradicional mexicana originaria de Veracruz y de algunas partes de los estados de Tabasco y Oaxaca. Este tipo de música se caracteriza por el uso de instrumentos de cuerda y percusión como la jarana, el requinto, el pandero, el marimbol y la quijada de burro. 

La combinación de estos elementos cobra vida con la tradicional tarima para zapateado, donde la fiesta del fandango vibra al ritmo de cada verso cantado

Esta tradición cultural de origen indígena, africano y español es memoria, honor y mucho festejo. Desde la pandemia de Covid-19, un grupo de mujeres y personas de la diversidad ha echado raíces para constituir una propuesta fandangera muy feminista, la Colectiva Son Jarocho Feminista (CSJF), que ha documento si música a través de sus redes sociales.

En entrevista con La Cadera de Eva, María Fernanda, Tere y Julia cuentan que uno de sus principales objetivos es mostrar el trabajo de las mujeres en el Son Jarocho y la fiesta fandanguera.

La versada fandanguera feminista 

Desde el activismo feminista, la Colectiva Son Jarocho Feminista nació tras la necesidad de incluir a las mujeres y personas de la diversidad sexogenérica en las dinámicas colectivas para dignificar la labor y aportación de las mujeres en el Son Jarocho.

“Siempre me ha enojado la justicia, desde que empezamos me interesaba denunciar las violencia, especialmente el movimiento feminista. El fandango cream redes y versos sobre denuncia feminista, eso me ha motivado a escribir sobre otros temas”. (María Fernanda )

A través de la versada, elementos fundamentales del fandango, se transmite conocimiento, creencias y sentimientos, y se refuerza la identidad de las personas.

La versada feminista es una poderosa herramienta que visibiliza la discriminación por género, pero también las asimetrías de clase y raza. Así como en la vida política, el machismo impregna cada espacio de la sociedad y el Son Jarocho no es la excepción. 

Julia, integrante y persona diversa de la CSJF explica que la colectiva se ha enfocado en la creación de versos nuevos, pues el son jarocho ha sido un trampolín de protesta desde que apareció durante la segunda mitad del siglo XVIII, durante la época colonial.

“La versada que cantamos es importante para nosotras por el sentido social y comunitario. Cuando nuestra versada es escuchada, hace sentir incomodidad. Es revolucionaria la presencia de las mujeres y disidencias en el fandango, poder ir vestida como quieres, masculina, femenina, hacer eso es un desafío para el escenario machista del fandango” reflexionó en la entrevista.

Para Julia, el fandango es una analogía de la libertad acompañada de empoderamiento y seguridad, especialmente cuando se está en compañía de otras mujeres.

Lazos y comunidad

Para la Colectiva Son Jarocho Feminista, el sentido de comunidad y horizontalidad es imprescindible para resistir desde el feminismo, así como el papel de la diversidad. En sus palabras: “en una milpa milpa mientras más diversidad exista, más chingona te salen tus alimentos”. 

“Esta música viene de la naturaleza, y de un contexto campesino y justamente de ese contexto pues sale esta fiesta que es una fiesta comunitaria. Tiene valores ancestrales”. (María Fernanda )

Está comparación no es arbitraria, la naturaleza también está enraizada y forma parte fundamental del son jarocho. “Me interesa que la tradición siga viva, tocar la jarana y te vibra el cuerpo. Es una conexión con la tierra, el instrumento es un árbol, les estás dando una segunda vida”, explicó Tere.

Está conexión con la naturaleza es ejemplo del vínculo que nace en el fandango que trasciende generaciones. “Es importante que haya más mujeres en la ejecución de instrumentos, hace que tengan referentes las infancias que vienen”. 

Históricamente, el fandango ha estado sujeto al control masculino y a la jerarquía, por lo que muchas mujeres no tuvieron la posibilidad de aprender. A tocar un instrumento desde la infancia. posibilidad de entrenarse musicalmente en un instrumento. "Yo vengo a conocer el son jarocho grande, enterando me que seguía igual la evolución musical, parecía mula nuestra existencia, aunque siempre hemos estado", señaló Tere. 

Durante la infancia, la representación permite a las niñas y los niños conocer el mundo y construir una identidad. Para que esto sea posible, es necesario que se integre a las infancias activamente en los espacios culturales, pues la participación forma parte de los cuatro principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos de las Infancias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), además de la no discriminación, el interés superior de las Infancias y la supervivencia.

"La música tradicional es un camino de vida, una herramienta de autoconocimiento desde la humildad y el amor y una herramienta de resistencia. Resistir a seguir tocando la música en los términos del patriarcado y es una manera de enfrentar el carácter homogéneo que nos quieren hacer escuchar la misma música", señaló María Fernanda.

Reconocer la lucha de las mujeres en cada aspecto de la vida pública implica valorar el trabajo que surge dentro de los diferentes activismos. Hacer música tradicional desde el feminismo es un sinónimo de resistencia.

“La idea es que seamos cada vez más en los fandangos y ocupemos los espacios de una manera libre, positiva, respetuosa, pacífica y contagiemos esa verdad y ese ánimo de ser en comunidad, pacífica y diversa”, finaliza María Fernanda.