¿Estamos reforzando ideologías conservadoras a través de la belleza? Aunque no todas formas estéticas de entender el cuidado personal están vinculadas al conservadurismo blanco, hay una tendencia que ha llegado a quedarse y a controlar la forma en la que nos vestimos, maquillamos, peinamos, e incluso comportarnos, y se llama clean look aesthetic. 

El clean look aesthetic o clean girl look, es una tendencia de moda que surgió en redes sociales, y se caracteriza por utilizar peinados relamidos, maquillaje estilo natural, ropa en colores neutros como blanco, negro, gris y café, generalmente asociado a un estilo de vida lujoso. 

Aquí, el color y los estampados vibrantes están completamente out. Algunas de las representantes más populares de esta estética son influencers como Nara Smith, una mujer afroamericana que ha recibido críticas por  promover un estilo de vida tradicional heteronormado, en donde su vida gira en torno a las tareas de cuidados en el hogar. 

En los últimos meses y con  la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos,  hemos hablado de indicadores de recesión en la moda como el largo de las faldas, que dependiendo de la longitud, reflejan el estado de la economía en el mundo (entre más corta mejor bonanza), en una lógica similar se habla  del alto de los tacones, la cantidad de tela utilizada para manufacturar prendas como muestra de la diversidad de recursos disponibles, e incluso la desaparición del labial rojo en nuestros bolsos, que en el siglo XX se convirtió en un símbolo de revolución y empoderamiento femenino. 

Pero hemos olvidado tal vez el movimiento más contundente en el cambio ideológico contemporáneo: el clean look, una tendencia que ha revolucionado la industria de la moda y del maquillaje, y nos ha despojado de identidad. 

Clean look, una herramienta de control y poder

Así es, el clean look es una poderosa herramienta de poder y no es una casualidad. Esta tendencia refleja la necesidad del poder de reforzar a través de la moda un ideal no sólo conservador, sino también de una “buena mujer”. Una cuida a las infancias en casa, cocina, tiene belleza natural y es el epítome de la feminidad. 

En resumen, el cuento del patriarcado que refuerza los roles de género: clasista, misógino, racista, gordofóbico, edadista  y opresor. Contrario a la historia de minimalismo, simplicidad y naturalidad que se cuenta en redes sociales. 

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En una era en la que la Generación Z, se vuelve cada vez más conservadora, contrario a generaciones pasadas, la pureza eugenésica no verbalizada parece ser uno de los principales motores en la tendencia, aunque ciertamente, sería impreciso seguir adjetivando como tal, pues la estética gana cada vez más terreno en la sociedad bajo ese nombre, aunque siempre ha estado presente, sólo que de manera discreta. 

Y es que esta estética cumple con un papel ideológico fundamental para la coerción de la diversidad. Pelo alaciado, perfiles delicados, cuerpos altos y delgados, una caja en la que sólo entran mujeres hegemónicas,  generalmente blancas.

Este tipo de tendencias de moda se asocian con el poder de la blanquitud, y con una especie de autoadscripción a la benevolencia. Con la llegada del cottage core, que reconectó a muchas mujeres con su feminidad, también llegaron las críticas a personas no blancas, pues se relacionó la tendencia a personas de tez blanca.

En una lógica similar, el clean look no es para todas, al menos eso se dice en redes sociales. Pero entre el debate, lo cierto es que con el paso del tiempo, la estética se normaliza y réplica por personas cada vez más jóvenes. 

La falsa idea del autocuidado

Ser una clean girl quiere decir explícitamente que eres una persona limpia, que procura el bienestar de su apariencia física. Esta idea vincula la limpieza con la pulcritud y por asimilación, toda expresión corporal diferente puede considerarse “sucio”. 

Esta idea de limpieza tiene repercusiones directamente en el racismo, pues históricamente se ha pensado a las mujeres afroamericanas y latinas como personas con poca higiene.